Brasil se enorgullece de tener una matriz energética con 45 por ciento de fuentes renovables, el triple de los países industrializados, pero exactamente por eso será más vulnerable al cambio climático, según una investigación universitaria divulgada este lunes.
Las condiciones climáticas previstas para las tres últimas décadas de este siglo reducirán la producción energética de las fuentes renovables en todo el país, a excepción de la caña de azúcar, destacó Roberto Schaeffer, uno de los coordinadores del estudio del Instituto de Postgrado e Investigación en Ingeniería (COPPE) de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).
El potencial brasileño de generación de energía eólica podrá sufrir una merma de 60 por ciento, debido a la menor frecuencia de vientos veloces en el interior del país. El biodiésel también seria gravemente afectado porque un clima más caliente bajaría o haría imposible la producción de algunas oleaginosas en el nordeste y norte de este territorio.
También las centrales hidroeléctricas, que responden por 85 por ciento de la electricidad generada en Brasil, tendrán su capacidad afectada por la reducción e irregularidad de las lluvias.
La pérdida, curiosamente, seria menor, de uno por ciento, en la hipótesis de altas emisiones de gases de efecto invernadero, el escenario A2 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la Organización de las Naciones Unidas. En caso de menores emisiones, el escenario B2, la reducción subiría a 2,2 por ciento.
Es una previsión "conservadora", según Schaeffer, que se agravaría por dificultades como la pérdida de su capacidad de generación eléctrica de las pequeñas represas por escasez de agua en los estiajes y las lluvias torrenciales concentradas en un período, que obligará a ampliar los vertederos y renunciar al agua almacenada para no romper los diques.
Además, el aumento de la temperatura ambiente elevará en ocho por ciento el consumo total de electricidad en Brasil hacia 2030, considerando la evolución del clima según las proyecciones hasta el período 2071-2100.
El nordeste, la región más pobre de Brasil en la actualidad, sería la más afectada. Con su área semiárida más seca aún, dejaría de producir materia prima para el biodiésel y la cuenca del río São Francisco, su mayor fuente de hidroelectricidad, puede perder hasta 7,7 por ciento de su capacidad de generación hacia fines del siglo.
El estudio sobre Cambio Climático y Seguridad Energética en Brasil, que movilizó ocho investigadores del Programa de Planificación Energética de la COPPE/UFRJ, busca demostrar que los planes para el futuro no pueden basarse en las condiciones actuales, sino incluir los efectos del clima en las proyecciones.
Se agrega un grado de "incertidumbres mayores" que exigen mejores datos sobre los muchos factores que tienen impacto en la generación de energía, como el potencial remanente de los ríos amazónicos y efectos del clima en sus flujos, señaló Alexandre Szklo, otro coordinador de la investigación. "Estamos en un cuarto oscuro con posibles trozos de vidrio" en el piso, comparó.
La política para fuentes alternativas no debe cambiar, pese a las alteraciones climáticas, sostuvo. La energía eólica puede perder 60 por ciento de su potencial total, pero vientos "excepcionalmente buenos" se concentrarán en las costas y en el mar cercano, haciendo "más factibles las inversiones" en esa fuente, explicó.
Las incertidumbres se multiplicaron, pero el cuadro diseñado permite "cierta tranquilidad", ya que la reducción de uno a dos por ciento en la oferta de hidroelectricidad "está dentro de los parámetros de riesgo del sector", afirmó Mauricio Tolmasquín, presidente de la Empresa de Investigación Energética (EPE), órgano de planificación del Ministerio de Minas y Energía.
La hidroelectricidad seguirá siendo la vía más importante para Brasil, la tecnología futura podrá compensar las pérdidas agrícolas que puedan sufrir en el nordeste algunas especies oleaginosas, como el rícino y la soja, y los vientos seguirán con la intensidad necesaria en la costa brasileña, donde se concentra la población y la demanda energética, arguyó Tolmasquín en la presentación del estudio.
El cambio climático requiere "hipótesis heroicas" de alternativas en el futuro, como la producción de biocombustibles por hidrólisis enzimática, que ya es técnicamente posible, pero a costos inviables, y avances en los procesos de almacenamiento de energía, observó Luis Fernando Legey, coordinador del Programa de Planificación Energética de COPPE.
Además es necesario "cambiar hábitos de consumo" para ahorrar energía, ante el crecimiento de la población mundial, añadió.
Para el presidente de la Agencia Nacional de Energía Eléctrica, Jerson Kelman, las líneas de transmisión de alta tensión, que ya suman 80.000 kilómetros en Brasil, permiten solucionar efectos del cambio climático en las partes más perjudicadas del país.
El sistema eléctrico brasileño ya es totalmente interconectado de manera que la escasez energética en una región puede ser compensada por otra.
En la crisis de 2001, que sometió algunas partes de Brasil a racionamiento y apagones, el sur del país, que tuvo lluvias abundantes, podía ofrecer electricidad excedente a otras regiones, pero no había líneas de transmisión suficientes, recordó Kelman, también presente en la divulgación del estudio.