Un sinuoso curso de agua turbia serpentea a través del valle del río Tijuana, mientras a cada lado de la frontera entre Estados Unidos y México los residentes observan a sus vecinos con recelo.
El valle, ubicado entre el océano Pacífico, la frontera entre ambos países y la periferia austral de la ciudad de San Diego, en el occidental estado estadounidense de California, es un territorio en disputa.
El territorio alberga a criadores de caballos y amantes de los pájaros, pero es al mismo tiempo un punto caliente para los inmigrantes mexicanos y del sur de América que buscan desesperadamente ingresar a Estados Unidos sin la documentación exigida.
Sin embargo, existe un punto en el que todos están de acuerdo. La región está cubierta de basura: los desperdicios de dos grandes ciudades, las maquiladoras (industria libre de impuestos para la exportación) y la disposición ilegal de desechos.
Alrededor de 200 voluntarios, armados con bolsas de plástico, rastrillos y palas, se propusieron lograr algo que parece imposible: limpiar una pequeña franja del valle, destinada a ser una reserva natural, conocida como Reserva Abierta del Río Tijuana.
Asumieron esa tarea animados por Benjamin McCue, gerente de programas de WildCoast, un grupo binacional dedicado a la conservación de la naturaleza y la calidad del agua.
"La contaminación es la amenaza número uno para el área fronteriza, ya que afecta la salud de todos", dijo McCue.
La contaminación no respeta la frontera. Cada vez que llueve, parte de los desechos que acarrea el río Tijuana se vuelcan al océano Pacífico, forzando el cierre de las playas por varios días y afectando la calidad de vida de los residentes, quienes están buscando un terreno común para combatir el problema.
"Para abordar exhaustivamente el tema del río Tijuana debemos involucrar a todos los que sufren el impacto del problema, desde los rancheros (propietarios de establecimientos rurales) hasta los surfistas y los agentes de la patrulla fronteriza", aseguró Paloma Aguirre, presidenta del Consejo de Ciudadanos del Río Tijuana.
Bajo los lechos de flores silvestres y la vegetación exuberante, la zona es un imán para toda clase de basura: botellas, neumáticos y plásticos. A media mañana, los voluntarios han acumulado suficiente cantidad de desperdicios como para llenar un contenedor y enviarlo al vertedero municipal.
Aunque se están realizando los esfuerzos de limpieza, algunas realidades de esa zona son difíciles de ignorar. Los agentes de la patrulla fronteriza buscan activamente a inmigrantes ocultos entre la vegetación, lo que lleva a más de un voluntario a señalar, en broma, que es dudoso que los "ilegales" se deslicen a través de la frontera para recoger basura.
La magnitud del problema de la contaminación recibe una evaluación diferente según la fuente consultada.
"Creo que la percepción sobre la contaminación industrial es mayor de lo que realmente es, aunque no digo que no sea un problema", afirmó Richard Gersberg, profesor de salud pública en la estatal Universidad de San Diego.
La discusión sobre este tema lleva frecuentemente a debates sobre quién se beneficia con el libre comercio. Las maquiladoras, que producen sólo para la exportación, constituyen la columna vertebral de la economía de Tijuana. Los acuerdos como el Nafta (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) han convertido a la ciudad en un lugar ideal para la instalación de empresas multinacionales.
Pero activistas laborales llevan mucho tiempo señalando que en muchas plantas las condiciones de trabajo son de explotación.
Tentadas por la promesa de un empleo, alrededor de 50.000 personas al año se trasladan allí. Con casi 1,5 millones de habitantes y una tasa de crecimiento poblacional de 4,5 por ciento, la infraestructura de Tijuana no da abasto. Centenares de miles de hogares no están conectados al sistema de cloacas municipal.
Diariamente se procesan 96 millones de litros de desechos cloacales, una cifra que impresiona, salvo por el hecho de que sólo 36 por ciento de la ciudad cuenta con instalaciones sanitarias adecuadas.
Sin embargo, se han realizado avances significativos para atender las necesidades de comunidades que carecían de servicios. Desde 2001, 200.000 hogares han sido incorporados a la red, pero con centenares de miles de personas que viven sin conexión a la red cloacal los desechos no tratados constituyen un problema.
El edil Ben Hueso, de la ciudad de San Diego, advierte sobre las consecuencias de ese problema. Los desechos no tratados que se vuelcan al océano Pacífico obligan a cerrar playas de ciudades costeras que dependen del turismo.
Hueso reconoce que existe falta de voluntad, y algunos dirían intransigencia, por parte de las autoridades estadounidenses hacia sus vecinos. "Nadie quiere hablar de invertir dinero en México cuando hay tantas necesidades desatendidas aquí. Es una 'papa caliente' en términos políticos", afirmó.
Pero si se pregunta a los voluntarios de WildCoast, dirán que, a veces, hacer lo correcto significa guiar con el ejemplo aunque no exista certeza sobre los resultados.