La Unión Europea ofreció a Irán incentivos para que abandone su plan de enriquecimiento de uranio, como paso previo a negociaciones con Occidente respecto de su programa atómico.
Pocos días después, aun antes de tener la respuesta de Teherán, el primer ministro de Gran Bretaña, Gordon Brown, anunció que Europa planeaba congelar los activos del mayor banco iraní, con la intención de desalentar el desarrollo de armas nucleares en ese país.
Desde esa sucesión de propuestas y amenazas, la semana pasada, Irán retiró 75.000 millones de dólares de bancos europeos, para evitar que esos fondos fueran bloqueados. Sin embargo, la aplicación de la medida anunciada por Brown aún es incierta.
Además, varias rondas de sanciones impuestas a Teherán por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) demostraron ser ineficaces.
Con el fin del mandato del presidente estadounidense George W. Bush a la vista, quien entregará el poder a su sucesor el 20 de enero de 2009, muchos en Washington creen que hace falta un nuevo enfoque en las relaciones con Irán.
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Esas voces surgen, sobre todo, en el opositor Partido Demócrata, que cifra en el senador Barack Obama sus esperanzas en el retorno a la Casa Blanca tras ocho años de ostracismo político.
"El próximo gobierno necesitará un amplio espectro de negociaciones, sanciones, alianzas con otros países y la amenaza de guerra para resistirse a las ambiciones nucleares de Irán", dijo, entrevistado por IPS, el demócrata Henry A. Waxman, presidente de la Comisión de Supervisión y Reforma Gubernamental de la Cámara de Representantes (baja).
El legislador agregó, sin embargo, que un gobierno encabezado por Obama buscaría negociaciones directas con Teherán y trataría de reabrir la posibilidad de un "gran acuerdo" aceptable para ambas partes, tomando en cuenta la creciente influencia de Irán en Medio Oriente.
Waxman, quien apoyará a Obama en la Convención Nacional Demócrata que lo consagrará como candidato presidencial, representa a un distrito del occidental estado de California que alberga a una significativa comunidad de ciudadanos de ascendencia iraní.
— ¿Qué sugiere usted para la política del próximo gobierno hacia Irán?
— Creo que un gobierno demócrata debería buscar negociaciones directas, sin precondiciones. Quizás sea apenas una expresión de deseos, pero pienso que es un paso importante que puede rendir frutos.
Estados Unidos debe mantener la presión sobre Irán, trabajando a través de la ONU para detener el militarismo nuclear. Y las sanciones deben mantenerse, aunque al mismo tiempo se realicen negociaciones. Estuvimos mucho mejor con Corea del Norte, a través de conversaciones directas, aunque implicó un enfoque multilateral.
Pero también necesitamos la amenaza de la guerra, aunque espero que no lleguemos a ese extremo. Jamás debemos sacarla de la tabla de discusiones, es una opción que debe permanecer abierta.
— ¿Cree que el próximo gobierno renovará la membresía de Irán en el club del "eje del mal", tal como lo definió el gobierno de Bush?
— Siempre pensé que la idea del "eje del mal" era estúpida. No sirve a ningún propósito. Cuando se le pone a un país esa etiqueta, ¿qué sigue? Cuando Bush pronunció ese discurso me quedé pensando de qué se trataba todo eso.
Muchos amigos míos estaban muy contentos con que Bush describiera así cuán malas eran esas naciones. ¿Y qué? Esto sólo dificulta las negociaciones. No hace falta que a uno le guste la otra parte para poder negociar con ella.
— Los iraníes aseguran que jamás renunciarán a su programa de enriquecimiento de uranio. ¿Es Estados Unidos capaz de convivir con un Irán nuclear?
— Es muy problemático. Pienso que puede suceder, pero es una cuestión complicada, al menos porque Israel estará muy preocupado si Irán obtiene armas atómicas con que puede atacarlo.
Ignoro qué podría hacer Israel sin Estados Unidos, porque se trata de una cuestión militar que no puede manejar unilateralmente.
— ¿Cuál sería la mayor diferencia entre un gobierno demócrata y uno republicano en lo que respecta a Irán?
— Un gobierno demócrata sería más abierto a usar la diplomacia como herramienta adicional, quizás menos proclive a la retórica belicista. Esa retórica no sirve de mucho si no es creíble.
La dureza de Bush no ha sido creíble, simplemente porque Irán es consciente de que estamos en Iraq y se encuentra en posición de crear graves problemas si nosotros presionamos mucho. Además, Irán usará cualquier presión fuerte de Estados Unidos como excusa para reprimir a su propia población, en especial a los moderados que buscan mejores relaciones con Washington.
— En 2003 Irán ofreció a Estados Unidos una propuesta de "gran acuerdo" y pidió un diálogo exhaustivo. ¿Por qué fue ignorado?
— Un gobierno demócrata volvería atrás y trataría de reabrir esa posibilidad. Ignoro sus posibilidades de éxito, pero los demócratas ciertamente ven esa ocasión como una oportunidad perdida.
— Veo muchas fotografías suyas con líderes de Medio Oriente en las paredes de su oficina. ¿Se imagina una con el presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad entre ellas?
— ¿Lo cree posible? Probablemente. No cierro mis opciones fotográficas. Y espero que algún día tengamos un canal abierto con Irán, pero también que en ese punto Ahmadineyad no sea presidente.
— Me parece que la idea de negociar con Irán mientras se mantiene la amenaza militar es un poco extraña. ¿Por qué debería esperarse que esta combinación sea exitosa?
— Uno no se embarca en una negociación para decir que va a renunciar a todas sus herramientas de presión.
Un problema que nos preocupa es el programa nuclear de Irán. Una opción es que Teherán lo abandone, acepte inspecciones y trate de integrarse al comercio mundial en busca de una mayor prosperidad. La otra es imponer sanciones y, francamente, sería tan inaceptable como para que las tácticas militares sean una opción. No podemos sacarlas de la mesa.
— ¿Hay unanimidad en el Congreso legislativo sobre las negociaciones con Irán?
— No, no. Obama ha sido criticado por ser demasiado ingenuo buscando diálogo sin precondiciones con Irán. La posición de los republicanos es que se trata del enemigo y hay que ser duro con él.
No todos tienen esa idea, pero la mayoría de los líderes oficialistas no explicaron por qué no se aceptó la oferta de diálogo hecha por Irán en 2003 ni por qué no tenemos más contactos y discusiones directas. No he escuchado esto de la mayor parte de los republicanos.
— ¿Qué mensaje recibe usted de los ciudadanos de ascendencia iraní en su distrito?
— Variados. Algunos dicen que ni siquiera deberíamos hablar con Irán y que buscan un cambio de régimen. Otros se oponen a la opción militar, a la que consideran la peor de las alternativas. Por otro lado, mis votantes judíos no están felices con la posición de Obama sobre el diálogo con Irán.
— ¿Cree que Bush atacará Irán antes de las elecciones de noviembre?
— No, no Avísele a los iraníes (se ríe).
* Omid Memarian es profesor asociado de la Escuela de Posgrado de Periodismo de la Universidad de Berkeley. Recibió varias distinciones, incluyendo el Premio al Defensor de los Derechos Humanos de Human Rights Watch en 2005 y es un frecuente colaborador de IPS.