Funcionarios de China y Estados Unidos mantienen dos días de negociaciones económicas, rodeadas por la incertidumbre que crea el próximo cambio de mando en la Casa Blanca.
El destino del comercio, las inversiones y el vínculo con China pasarán el 20 de enero de 2009 del equipo del presidente estadounidense George W. Bush al del triunfador de las elecciones del 10 de noviembre, disputadas entre el oficialista John McCain y el opositor Barack Obama.
El secretario (ministro) del Tesoro, Henry Paulson, será anfitrión del cuarto encuentro del Diálogo Económico Estratégico, iniciativa que apunta a disminuir la tensión entre ambos países y también entre la Casa Blanca y un Congreso legislativo proclive a apuntar contra Beijing.
Los legisladores sintonizan, en buena medida por razones electorales, con el recelo de la opinión pública ante el libre comercio.
Washington también aspira a que ese diálogo, lanzado en 2006 por el presidente Bush y su par de China, Hu Jintao, sirva para que Beijing acepte abrir su sector financiero y su mercado de consumo.
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A dos años del lanzamiento de esa iniciativa, el gobierno de Bush ha logrado algunas concesiones por parte de China y relativo éxito en la contención de la hostilidad del Congreso legislativo hacia el gigante asiático.
"Nuestra estrategia de robustecer el lazo con Beijing es más productiva que las políticas proteccionistas", dijo Paulson en vísperas de la reunión, que se desarrolla desde este martes y hasta el miércoles en la Academia Naval de Annapolis.
Los actores políticos y económicos, tanto en China como en Estados Unidos, buscan señales sobre el rumbo de las políticas de Washington cuando se instale el nuevo gobierno.
Para la presente ronda de conversaciones, Beijing envió una delegación renovada, encabezada por el viceprimer ministro Wang Qishan, un ex banquero.
Por otra parte, este lunes se anunció la concreción de 35 acuerdos de negocios por valor de 8.000 millones de dólares, una suma más que nada simbólica. Incluyen a empresas estadounidenses como General Motors, Texas Instruments, Ford, IBM, Oracle y Motorola. Entre las chinas se encuentra la compañía de telecomunicaciones China Mobile.
Una misión comercial y de inversiones china, que comprende 120 compañías, "firmará más de 70 contratos 'compre en Estados Unidos' y acuerdos de inversión por valor de 13.600 millones de dólares", señaló el gobierno en Beijing a través de una declaración escrita.
Estas asociaciones se establecieron al margen del diálogo a nivel oficial, pero están a tono con la idea de promover el crecimiento económico y el empleo, señalaron funcionarios.
Está por verse si el próximo presidente estadounidense, sea McCain u Obama, continuarán con este proceso de diálogo.
Ambos han hablado sobre la necesidad de trabajar en conjunto con China sobre temas ambientales, pero Obama, cuyo partido cuenta con una importante base electoral en los sindicatos, acusa a Beijing de prácticas comerciales desleales que causan pérdida de empleos en Estados Unidos.
Obama incluso dijo que apoyaría leyes destinadas a castigar a China por mantener subvaluada su moneda, el yuan, para mejorar su competitividad exportadora.
Ésta, sin embargo, ha sido la política habitual de Washington, que hasta el momento se ha desentendido de la debilidad del dólar frente a otras monedas con el fin de fomentar las exportaciones, aunque esta táctica podría ser abandonada a causa de la crisis financiera internacional.
Es probable que el próximo presidente estadounidense afronte presiones de los ciudadanos y los legisladores para forzar a China a apreciar su moneda.
El déficit comercial bilateral de Estados Unidos con China alcanzó el año pasado un récord de 256.000 millones de dólares. Según el Departamento (ministerio) de Comercio estadounidense, esa cifra representa un tercio del déficit global de la balanza comercial del país.
Funcionarios chinos manifestaron su disposición a que el mercado juegue un papel creciente en la determinación del valor del yuan respecto de las otras divisas. De hecho, agregaron, la moneda se apreció 20 por ciento frente al dólar estadounidense desde julio de 2005, cuando se abandonó la política de mantener su cotización "atada" al valor del dólar.
En consecuencia, señalan, las exportaciones de Estados Unidos a China crecen más rápido que las importaciones y su déficit comercial ha comenzado a declinar.
En el diálogo que se desarrolla en Annapolis, los representantes chinos presentan una preocupación similar. Creen que Washington dejó que el dólar se depreciara demasiado para fomentar las exportaciones y que debe ser fortalecido.
Aunque una apreciación del dólar reducirá el superávit comercial bilateral de China logrará reforzar las reservas de divisas de Beijing, que se encuentran mayoritariamente en dólares.
Las acusaciones mutuas sobre trabas a la inversión extranjera también integran la genda.
Paulson anticipó que transmitiría "la preocupación de compañías estadounidenses sobre la opacidad de las regulaciones chinas sobre inversiones, que parecen diseñadas para favorecer a las empresas locales".
En particular, los funcionarios estadounidenses quieren que Beijing abra su sector financiero para permitir el ingreso de bancos y fondos de inversión extranjeros, especialmente de los de mayor peso en Estados Unidos.
Representantes chinos han señalado que el año pasado su país permitió que compañías extranjeras emitieran acciones y bonos en yuanes.
Pero marcaron su reticencia a liberalizar el mercado demasiado rápido, a la luz de las pérdidas masivas que han afectado a la economía estadounidense como consecuencia de la crisis financiera disparada por el estallido de la "burbuja" inmobiliaria en ese país.
Al mismo tiempo, Beijing mostró su preocupación por las resistencias de Washington a las fusiones y adquisiciones de empresas que involucran a inversores chinos, al igual que a los fondos soberanos de esa procedencia.
La preocupación persiste a causa de nuevas limitaciones a la inversión extranjera que considera Estados Unidos.