El conflicto entre los aliados pro occidentales en el gobierno de Ucrania, el presidente Viktor Yushchenko y la primera ministra Yuliya Timoshenko, hace cada vez más difícil la administración de esta ex república soviética.
Ese país de 48 millones de habitantes ha sido escenario de una constante lucha de poder dentro mismo del gobierno desde las elecciones de 2004 y de las masivas protestas que llevaron a los partidos pro occidentales al poder, en lo que se conoció como la Revolución Naranja.
El primer choque se produjo en 2005, cuando el presidente despidió del cargo a la carismática Timoshenko, tras acusaciones mutuas de corrupción.
Sin embargo, las elecciones de 2007 obligaron a ambas partes a unir fuerzas para impedir que la oposición pro rusa del Partido de las Regiones, liderado por el ex primer ministro Viktor Yanukovich, regresara al poder.
El parlamento prácticamente dejó de trabajar desde que la oposición lideró una protesta contra la aspiración del gobierno a integrarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
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Gran parte del público y de los medios ucranianos están convencidos de que esta situación beneficia a todos los partidos, cuyos diputados postergan así los temas más importantes y en cambio aprueban leyes favorables a los intereses económicos que los respaldan.
Políticos naranjas, anticipándose a las elecciones presidenciales de 2009, parecen más interesados en fortalecer su apoyo de base y aferrarse al poder.
Los planes de Timoshenko de invertir gran parte del presupuesto en programas sociales están siendo frustrados por el presidente, quien fue desafiado a su vez por varias decisiones de la primera ministra, a quien él acusa de causar la inflación con sus políticas "populistas".
Timoshenko ha evitado la mayor parte de las veces confrontar directamente al presidente, y atribuye los crecientes precios de los alimentos a la administración previa, liderada por Yanukovich.
"Es posible que la constante lucha interna continúe hasta las elecciones presidenciales de 2009", dijo a IPS el analista Balazs Jarabik, de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior, con sede en Madrid.
A comienzos de este año, la decisión del presidente Yushchenko de designar a Rayisa Bohatyryova, del opositor Partido de las Regiones, para el cargo de secretaria del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, principal instrumento del mandatario para influenciar al gabinete, fue un duro golpe para muchos políticos naranjas, incluyendo a Timoshenko.
Más tarde, los esfuerzos de la primera ministra para librar a Ucrania de los intermediarios en el mercado del gas, que causarán un casi seguro aumento de los precios en 2009, provocó duras reprimendas de parte del presidente.
La última batalla se produce como resultado de la iniciativa de Timoshenko para privatizar varias compañías de energía. Yushchenko emitió un decreto suspendiendo las ventas arguyendo falta de transparencia en el proceso, pero se cree que en realidad lo que más temía el presidente era que las ganancias fueran usados por el gabinete para cumplir las promesas electorales "populistas" de la primera ministra.
"El presidente Yushchenko está en la situación más difícil. Timoshenko es verdaderamente muy popular, y una de las razones detrás de su popularidad es que parece víctima de políticas de estilo oligarca desde que fue despedida por Yushchenko en 2005", señaló Jarabik.
El presidente es visto en Ucrania como una figura que representa a los intereses económicos más que al pueblo, y sus posturas liberales seducen más a la elite de los negocios.
Aun líderes de su propia fuerza política, Nuestra Ucrania, están cada vez más decepcionados y se acercan más a Timoshenko.
Pero el presidente ha tomado nota de las recientes divisiones dentro del Partido de las Regiones, donde el ala moderada representada por Rinat Akhmetov, el hombre más rico del país, está dispuesta a mejorar sus relaciones con los centros de poder y librarse de la antioligárquica Timoshenko.
Se cree que Yushchenko está detrás de un nuevo proyecto político llamado Centro Unido, que sería respaldado por prominentes elementos del Partido de las Regiones y ex miembros de Nuestra Ucrania.
El nuevo partido se presentaría en las elecciones de 2009 como una fuerza pro presidencialista que reuniría a votantes de este y oeste, regiones que tienden a apoyar candidatos radicalmente diferentes.
Pero el coqueteo con el Partido de las Regiones no ha hecho mucho para salvar la decreciente popularidad de Yushchenko. Los votantes ven cada vez más al presidente como una figura hambrienta de poder, sólo comprometida en el discurso con los valores pro occidentales y democráticos que le llevaron al poder en 2004.
El presidente ha intentado aprobar una serie de proyectos de ley en el parlamento que le dotarían de más poder, pero los diputados de Timoshenko y Yanukovich los han rechazado.
Al mismo tiempo, Yushchenko propuso la celebración de un referendo sobre una nueva carta magna presidencialista, pero el fallo el 17 de abril de una corte constitucional lo hizo prácticamente imposible.
En cambio, Timoshenko y el líder opositor Yanukovich están seducidos por la idea de aprobar un texto constitucional en la Cámara de Diputados, aunque en realidad ambas partes están abiertas a negociar una solución con el presidente.
Yushchenko tendrá que tomar duras decisiones pronto. "El presidente pueden ganar la reelección sólo si Timoshenko queda fuera de la carrera, y ella quedará fuera sólo si sigue siendo primera ministra, una fuerte", dijo Jarabik.
"Hay una enorme, doble presión sobre Yushchenko: el deseo de ganar en 2009 lo obliga a dejar en el cargo a Timoshenko, mientras que los intereses económicos de sus cercanos lo presionan para que la saque", explicó.
En su forma actual, la Constitución, que debilitó los poderes presidenciales pero es criticada por falta de claridad en algunos puntos, fue el resultado de un compromiso entre las elites políticas en 2004.
Varios dirigentes políticos advierten que la constante lucha interna y la adopción de una nueva constitución podría llevar al país a la celebración de nuevas elecciones, las cuartas en menos de cinco años.
Esto podría tener un efecto en los más de 12 por ciento de ucranianos que, según una encuesta, estarían en contra de todos los partidos. Hace apenas un año representaban poco más de dos por ciento.