Las elecciones venezolanas del 23 de noviembre para gobernadores y alcaldes dirimirán una pulseada por el poder entre el presidente Hugo Chávez, cuya popularidad se encuentra en declive según encuestas, y la oposición que sufre la inhabilitación de varios de sus dirigentes más importantes.
"Si la oposición nos gana gobernaciones y alcaldías estratégicas como Carabobo, Miranda, Distrito Capital, Anzoátegui, Táchira, Mérida, Lara y Zulia", ocho de las 10 regiones más pobladas, "entonces el año próximo habrá guerra en Venezuela, porque ellos vendrán por mí", proclamó Chávez en varios actos de campaña.
"Para la oposición es una gran oportunidad de avanzar en la obtención de espacios políticos, así como para el surgimiento y consolidación de sus liderazgos y partidos. Pero una mala jugada en el proceso puede ser desastrosa. Se camina sobre el filo de la navaja", dijo a IPS Luis León, director de la encuestadora Datanálisis.
Los datos de la consultora sostienen que la popularidad de Chávez descendió a 52 por ciento, frente a 70 y 75 por ciento que había disfrutado en los últimos tres años, en los que triunfó en comicios con alrededor de 60 por ciento de los votos, señaló León.
Pero el 2 de diciembre de 2007 Chávez perdió la primera de las consultas populares que ha convocado desde 1998, pues su propuesta de establecer una Constitución "socialista", que al mismo tiempo le hubiera permitido ser reelecto indefinidamente, fue rechazada por una mayoría de entre 49 y 51 por ciento de sufragios para sus dos bloques de artículos.
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Cada vez más personas le asignan responsabilidad directa al presidente por sus problemas, entre los que se destacan la inseguridad, con 77 por ciento de menciones por los entrevistados, el desabastecimiento de alimentos, con 46 por ciento, y el desempleo, con 44 por ciento, dijo León.
El sondeo de opinión permitía señalar varios temas con un índice de prioridad, por lo cual los totales de estas respuestas múltiples superan 100 por ciento.
En este país de 27,5 millones de habitantes, 19.000 personas murieron el año pasado en asesinatos y enfrentamientos armados. Durante meses han escaseado alimentos básicos como leche, carne, pollo, huevos, azúcar, aceite y frijoles.
"El tema del desabastecimiento, que antes no existía, apareció con 15 por ciento de preocupaciones en los últimos meses de 2007 y se ha posicionado como importante, a pesar de que poco a poco aparecen los productos que escasean. El impacto de la falta de leche permanece en la percepción de los entrevistados", dijo León.
Otras encuestadoras privadas, como Consultores 21, Keller y Asociados e Hinterlaces, han registrado retrocesos importantes en la aceptación popular de Chávez.
Oscar Schemel, director de Hinterlaces, dijo a IPS que el mandatario "registraba antes del 2 de diciembre un respaldo cercano a 49 por ciento, pero ese apoyo retrocedió en los meses siguientes a 40 por ciento e incluso menos".
"El 2 de diciembre marcó un cambio en la comunicación entre el presidente y sus seguidores, pero Chávez siempre es un actor inesperado que puede cambiar tendencias, tiene comunicación con su gente, que no hay que desestimar, y está desplegando sus estrategias electorales", declaró a IPS la psicóloga social Maryclen Stelling.
Chávez ha dicho que con sus seguidores se encuentra "desplegado en batalla" y realiza una campaña centrada en la estatización de empresas, tomas de tierras, cambios en los programas escolares, inauguraciones de centros de salud y entrega de recursos y equipos a comunidades que quiere desarrollar como "comunas socialistas".
También ha impulsado la organización de su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que recientemente escogió a sus primeros 15 miembros de la mesa directiva. El presidente recurrió a un mecanismo de cooptación para designar a otros 15 y nombró a un selecto grupo de sus colaboradores como vicepresidentes para distintas regiones del país.
El presidente exigió disciplina férrea al PSUV, que comenzó a expulsar a los dirigentes que públicamente expresaron su deseo de ser candidatos a gobernaciones o alcaldías.
Las primeras purgas empiezan a afectar a varios gobernadores y alcaldes, así como a diputados oficialistas, entre ellos Wilmer Azuaje, quien denunció a hermanos de Chávez por presunto enriquecimiento súbito y compra de fincas a través de testaferros en su natal estado de Barinas, en el sudoccidente del país.
Junto con la expulsión de Azuaje y de otros disidentes —atribuida a la prematura promoción de sus candidaturas a la gobernación de Barinas o a varias alcaldías—, el presidente removió a su hermano mayor, Adán Chávez, del cargo de ministro de Educación y lo invistió como vicepresidente del PSUV, con amplios poderes, en las llanuras sudoccidentales.
Este clima puede verse favorable para los adversarios de Chávez en los próximos comicios, pero el camino hacia una victoria opositora está empedrado de dificultades.
El presidente "va a intentar convertir la nueva elección en otra especie de plebiscito, según el cual la paz, su gobierno y la revolución están en juego y no unos cargos regionales y locales", dijo León.
Chávez sigue ejerciendo el liderazgo de mayor envergadura en Venezuela, o quizás el único con dimensión nacional. Él mismo dijo, en reciente dialogo con corresponsales extranjeros, que "uno de los problemas para la reconciliación en este país es que no existe un líder de la oposición serio, con quien yo pueda sentarme a conversar".
La oposición no sólo no ha logrado reunirse en torno a un líder sino que tampoco posee un programa o propuesta alternativa, según admiten dirigentes como Leopoldo López, alcalde del municipio Chacao, un área residencial en la zona oriental de Caracas. Funcionan de manera reactiva, admitió, rechazando sistemáticamente las ofensivas e iniciativas del gobierno.
Los opositores tampoco cuentan con partidos políticos fuertes o cohesionados. Los tradicionales socialdemócratas, socialcristianos o marxistas de la segunda mitad del siglo XX se han reducido a expresiones casi testimoniales, y los grupos más recientes, como Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia, cuentan con más soporte local o regional que nacional.
Entre sus bases persiste la desconfianza respecto de la justicia electoral —cuatro de los cinco miembros del Consejo Nacional Electoral son oficialistas—, lo que puede abonar el abstencionismo propio de casi toda elección no presidencial.
Chávez ya probó un trago amargo de esa medicina, pues fue reelegido presidente en 2006 con 7,3 millones de sufragios, pero su propuesta de reforma constitucional en diciembre último apenas cosechó 4,3 millones de votos. El mandatario y los jefes del PSUV responsabilizan de la derrota a los "chavistas" que se quedaron en sus casas el día de la votación.
La oposición enfrenta otro desafío. Varios de sus más populares aspirantes en regiones claves, como López en el área metropolitana de Caracas y el ex gobernador Enrique Mendoza en el vecino estado de Miranda, están en una lista de 400 inhabilitados elaborada por el gobierno, por "irregularidades administrativas".
León cree que la oposición puede ganar un tercio de las gobernaciones en juego, entre las más pobladas y de economía más dinámica. "Será un golpe muy duro para el presidente", señaló.
El sociólogo y opositor Carlos Raúl Hernández sostiene que "puede que la oposición gane mucho más de lo que teme el presidente, sobre todo si la situación económica, con una inflación anual de 30 por ciento, sigue deteriorándose. Nadie cree en esa baladronada de una guerra si la oposición gana".
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