El vertiginoso aumento de los precios comienza a apretar de tal manera los presupuestos familiares de la clase media de Portugal, que los «nuevos ricos» surgidos tras el ingreso del país al bloque europeo en 1986 comienzan a ser reemplazados por un nuevo estamento, los «nuevos pobres».
Para los trabajadores más precarios con un salario mínimo nacional de 650 dólares mensuales, el alza del valor de los alimentos, de la vivienda y de los combustibles en el último año ya devora anualmente 60 días de trabajo y la situación tiende a agravarse
La solución encontrada por muchos de ellos es la emigración, una palabra bien conocida durante siglos por este país hoy con 10,2 millones de habitantes.
Entre 2000 y lo que va del año ya salieron de Portugal más de 50 por ciento de nacionales en comparación con la cantidad de emigrantes de la década anterior
España, Francia, Andorra, Gran Bretaña e Irlanda aparecen como los destinos favoritos de las familias de más bajos ingresos, que se endeudaron para comprar una vivienda y un automóvil, que han visto aumentar sus gastos domésticos mensuales promedio en 98 dólares y que, según estimaciones, a fines de año ese incremento puede llegar a 150 dólares.
Se estimaba hasta fines de 2007 que a los portugueses residentes en el territorio nacional había que sumarles otros cinco millones de la diáspora, que en su mayoría viven en Brasil, Estados Unidos, Francia, Sudáfrica o Venezuela.
La nueva emigración tiene como meta preferencial la Unión Europea (UE), en un porcentaje que aumentó 52,6 por ciento entre 2000 y 2006, indica el capítulo portugués de un estudio sobre migraciones de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, que será divulgado en junio.
Los motivos de la emigración están en el desencanto de la población por el aumento de la brecha social, el alza de los precios de los alimentos y la subida de los intereses en el mercado del crédito, que afectan en mayor medida a los estratos más bajos de la población de este país, que muestra las diferencias más marcadas en comparación con el resto de la UE.
"Cuando se habla de que Portugal tiene los salarios más bajos de la UE, es verdad, pero también es cierto que tiene los más altos", dijo a IPS el analista internacional Augusto Videla.
Mientras el salario mínimo legal es de 650 dólares, el presidente del consejo de administración de la firma Portugal Telecom, Henrique Granadeiros, tiene un sueldo mensual de 278.385 dólares, es decir 420 veces el peor pagado.
Más allá de ese caso extremo, la diferencia entre el mayor y el menor ingreso salarial en Portugal llegó en promedio a ser 39 veces, mientras que en el resto de la UE es sólo 10,5 veces, según un estudio publicado en enero por la revista Visão.
Poco o nada afectará a Granadeiros que un litro de gasolina cueste el equivalente a 2,4 dólares o que hayan subido los intereses de los créditos para vivienda. "El alza de precios acaba por perjudicar a los más carenciados, los que proporcionalmente gastan más dinero en los rubros de habitación, alimentación y transportes", apuntó Videla.
"Fuimos nosotros, los portugueses, los que inventamos la globalización hace casi seis siglos, 80 años antes de que Cristóbal Colón llegase a América, pero somos también nosotros los que tan mal la supimos aprovechar, ignorando en nuestros días que un portugués en cualquier rincón del mundo es un facilitador de intercambio, un apoyo al comercio y que otrora fuimos creadores de fortunas y negocios", añadió.
Mientras los portugueses comienzan a retomar el camino de la emigración, los datos oficiales indican que entre 2001 y 2006, con especial en los cuatro primeros años, las tres principales comunidades de inmigrantes, brasileños, caboverdianos y ucranianos, también se ven afectadas por el desempleo.
En el caso específico de los brasileños, muchos de ellos engrosan las filas de la desocupación nacional, debido a las leyes preferenciales hacia ese país sudamericano de lengua lusa, que permite la adopción de la nacionalidad portuguesa hasta por tercera generación o con residencia de sólo seis años en lugar de 10 años como es para otras colectividades.
En Portugal, son poco frecuentes los casos de xenofobia. Sin embargo, en esta llamada "lucha entre pobres" por un lugar de trabajo, comienzan a aparecer los primeros síntomas y es cada vez más frecuente escuchar frases como "estos brasucas (término despectivo para referirse a los brasileños), nos están robando los lugares trabajos".
La prensa local ha actuado en forma eficaz para impedir estos arranques de nacionalismo, ofreciendo una vasta información sobre los casos de maltratos a trabajadores portugueses, en especial en Gran Bretaña, Holanda e Irlanda, donde inclusive se han registrado ataques racistas a portugueses de piel más oscura.
En especial en estos países, pero también aunque en menor medida en España, se han denunciado casos de trabajadores portugueses viviendo en contenedores de barcos, realizando trabajos duros por los cuales no son remunerados de acuerdo a lo convenido.
En otras palabras, no parecen existir grandes diferencias en el trato que ofrece el presidente del Consejo de Ministros de Italia, Silvio Berlusconi, a los rumanos de etnia cíngara, con la que irlandeses, británicos y holandeses ofrecen a los portugueses.
A favor de la inmigración, se muestra en forma decidida Francisco Lima de Costa en su tesis de doctorado que será defendida este martes en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nova de Lisboa.
Este experto considera el fenómeno como positivo, ya que, "al contrario de una amenaza, los inmigrantes traen beneficios a la economía nacional e introducen oportunidades empresariales" "La cuestión de la inmigración en la esfera pública está muy asociada a aspectos negativos, como la precariedad en la habitación, las condiciones socioeconómicas desfavorables o la criminalidad, por lo que pensé que valía la pena cambiar este enfoque", expresó Lima da Costa a la agencia de noticias Lusa.
En términos políticos, se registran "discursos favorables a la diversidad de los consumos étnico-culturales, lo cual es muy evidente en el caso de la lusofonía", dijo en referencia al aporte en ese aspecto que Portugal recibe de los demás países que hablan su misma lengua, como son Angola, Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique, Santo Tomé y Príncipe y Timor Oriental.
En el caso de la capital portuguesa, donde se concentra la mayor parte de los 600.000 inmigrantes que residen en este país, entre documentados e indocumentados, se puede notar que "Lisboa ganó un nuevo colorido con los flujos" poblacionales, aseveró Lima da Costa.
Añadió que, no sólo no son "una amenaza", sino que los extranjeros traen beneficios a la economía nacional e introducen oportunidades empresariales, aprovechadas por ellos mismos, pero también por las industrias del turismo y la cultura.
"En la última década y media, la inmigración ha significado una contribución muy importante para la diversificación de las ofertas de gastronomía y música existentes en Lisboa", una ciudad cosmopolita que "también tiene como protagonistas a los inmigrantes".