CHINA: Luto nacional y prueba para Beijing

El luto nacional decretado esta semana en China, en recuerdo de las víctimas del terremoto en la sudoccidental provincia de Sichuan, fue el primer gesto oficial en la historia moderna de este país en honor a ciudadanos comunes y no a líderes políticos.

A las 14.28 horas del lunes, China prácticamente se paralizó para homenajear a las 50.000 personas que se estima perecieron en la tragedia del 12 de este mes.

Las banderas flamearon a media asta, las sirenas ulularon y los automovilistas hicieron sonar sus bocinas. La última vez que se observó un ritual de estas características, silenciando toda la música y cerrando todos los lugares de entretenimiento, fue en 1976, tras la muerte del padre fundador de la China comunista, Mao Zedong.

Si China se sintió dividida y aislada entonces, ahora parece unida por las víctimas del desastre. Desde el terremoto creció la necesidad de compartir el dolor y despedir a los fallecidos.

Los blogs en Internet convocaron a realizar una expresión colectiva de dolor dos días después del sismo,. En varios sitios web se llamó a colocar a media asta la bandera nacional y a suspender el traslado de la antorcha olímpica, cuyas celebraciones eran vistas como algo ofensivo para muchos.
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"Mostremos algo de humanidad", escribió el administrador de un blog.

El gobierno atendió los llamados públicos y declaró tres días de luto oficial, cerrando los cines y los clubes de karaoke, cancelando algunos espectáculos de televisión y ordenando a todos los periódicos que publicaran ediciones con la portada en negro.

Para muchos, lo que está pasando en estos días es toda una novedad. No es común que los líderes se muestren tan atentos a la sensibilidad del público.

Los gobernantes "demostraron que pueden escucharnos y recibir consejos", dice la anciana Zhang Ruixiang, mientras observa a su nieta jugando en el parque. "Para las personas comunes como nosotros no hay mucho que podamos hacer para mostrar solidaridad con los sobrevivientes, y ellos nos permitieron hacerlo. Estoy agradecida", añadió.

Involuntariamente o no, el gobierno explotó el desastre para ganar apoyo público y mejorar su imagen.

"El mundo exterior ha tenido una oportunidad para ver el lado verdaderamente admirable de la nación china, el coraje de una gran nación", señaló el analista Zhang Guoqing, experto en relaciones internacionales de la Academia China de Ciencias Sociales.

Sin embargo, mientras tanto, crece la preocupación por el alto número de niños y adolescentes que perecieron en la tragedia y la posible responsabilidad de las autoridades.

Al autorizar a la televisión que transmitiera en vivo desde la escena del desastre, y permitir que las voces de los sobrevivientes se escucharan en todo el país, el gobierno ha sido incapaz de disfrazar el hecho de que las escuelas y los hospitales públicos fueron los primeros edificios que cedieron.

Solo en la ciudad de Mianyang, siete escuelas colapsaron, enterrando a 1.700 personas. Otros 700 estudiantes perecieron al derrumbarse una escuela en la cercana localidad de Hanwang.

En total, 6.898 edificios escolares fueron destruidos en el terremoto, según Han Jin, jefe del Departamento de Desarrollo y Planeamiento del Ministerio de Educación. El impacto de la destrucción fue tan grande que la provincia Yunnan, fronteriza con Sichuan, ordenó la demolición de todas las escuelas consideradas inestables.

El gobierno prometió una completa investigación una vez que terminen los trabajos de rescate. "Si existen problemas de calidad en los edificios escolares, los responsables serán castigados con severidad", señaló Jian Weixin, un alto funcionario en materia de vivienda, durante una conferencia de prensa el fin de semana pasado.

El ex primer ministro Zhu Rongji, conocido por su duro lenguaje y tajante discurso, una vez condenó la corrupción en el sector de la construcción, que involucraba tanto a los peritos como a los funcionarios locales y en la que salían perjudicadas las medidas de seguridad.

Los próximos días serán una prueba para los líderes en Beijing, que tendrán que comenzar a buscar respuestas sobre las responsabilidades humanas en el alto número de víctimas.

La cobertura periodística del terremoto reveló que, aparte de niños y adolescentes, un gran número de los muertos eran trabajadores migrantes, que vivían en aldeas y chozas destruidas por el sismo.

El dolor pública fue evidente en las cartas recibidas por los periódicos, en las que los lectores pedían a los medios que informaran sobre el sufrimiento de los ciudadanos comunes más que sobre los actos de sus líderes.

"En momentos de un desastre natural, el papel de los líderes nacionales es irremplazable, pero ante tan gran tragedia debemos conectarnos más con el sufrimiento de la gente", señalaba una carta enviada al Southern Weekend.

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