La ciencia no consigue acompasarse a la multiplicidad de alteraciones que sufren los océanos por cuenta del cambio climático, y por tanto no hay una comprensión clara de sus impactos actuales y futuros, advierten investigadores.
El aumento del nivel y temperatura del mar, las modificaciones en la intensidad y estacionalidad de los huracanes y la desaparición de peces y corales son apenas algunas alteraciones atribuidas al cambio climático.
Para intentar poner orden en los desconcertantes hallazgos, más de 450 científicos de unos 60 países se reunieron entre el 19 y el 23 de este mes en el primer simposio internacional "Efectos del cambio climático sobre los océanos del mundo", en la norteña ciudad española de Gijón.
Se mire donde se mire, los cambios son evidentes. Más allá de los obvios, hay una reducción de la productividad oceánica, lo que significa que muchas áreas marinas no son ya capaces de dar sustento a tantos peces como antes, dijo a Tierramérica el experto mundial en plancton Luis Valdés, uno de los organizadores del encuentro.
Así, las especies se trasladan a nuevas regiones en respuesta al calentamiento de su hábitat, agregó Valdés, del Instituto Español de Oceanografía.
[related_articles]
"En las aguas de la bahía de Vizcaya estamos viendo especies tropicales que nunca antes habíamos visto", ilustró Valdés.
Tales cambios de los ecosistemas marinos entrañan consecuencias desconocidas y hacen más urgente la observación de lo que ocurre en los océanos.
La ciencia oceánica está muy rezagada respecto de la atmosférica, sobre todo por falta de financiamiento. Hay pocas mediciones sobre las condiciones marinas con datos de más de 20 años, y la mayor parte de la información es sobre una pequeña proporción de los océanos, dijo Valdés.
"¿Acaso pescaremos menos sardinas y anchoas en el futuro cercano? No lo sé, porque no tenemos la información, pero parece probable", expresó.
Valdés espera que con acciones como este simposio, políticos y funcionarios dispongan de fondos para un control permanente de los océanos que permita a los científicos detectar cambios y formular recomendaciones fundadas.
Por algo "la Comisión Europea —órgano ejecutivo de la Unión Europea— calificó esta reunión como la más importante del año en este continente", dijo Valdés.
Algunas modificaciones son más fáciles de identificar. Por ejemplo, el constante aumento de las temperaturas superficiales del agua del mar Caribe.
Casi todos los meses durante los últimos 20 años, investigadores del Departamento de Ciencias Marinas de la Universidad de Puerto Rico (UPR) han medido la temperatura y salinidad de las aguas superficiales del Caribe.
En ese lapso detectaron un claro aumento de la temperatura, pese a las variaciones atribuidas a las estaciones y a fenómenos periódicos como El Niño, dijo Jorge Corredor, de la UPR, quien presentó estos descubrimientos en el simposio.
De mantenerse el ritmo actual de calentamiento, la temperatura anual promedio estará en poco tiempo por encima de los 27,4 grados, el umbral para la formación de huracanes. En tres o cuatro décadas, podrían formarse tormentas tropicales en cualquier momento del año."Ya no habrá una temporada anual de huracanes. En Puerto Rico esto es de gran importancia", señaló Corredor a Tierramérica.
El agua cálida es uno de los factores que inciden en la formación de huracanes, advirtió Corredor. Otras investigaciones sugieren que el cambio climático no aumentará la cantidad total de tormentas tropicales en la región. Pero es muy probable que eleve el número de huracanes de gran potencia, añadió.
La investigación de la UPR señala que, en el futuro, las temperaturas estivales serán demasiado altas para los corales, lo que supondrá un riesgo significativo para su supervivencia.
Un nuevo problema es la creciente acidez de los océanos, detectado hace menos de cuatro años. Las emisiones de dióxido de carbono liberadas por la combustión de hidrocarburos vuelven más ácida la superficie marina.
Esto también daña los corales, el plancton y otras especies. La acidificación tiene potencial para convertir en ruinas los arrecifes de coral en apenas unas décadas y para debilitar toda la cadena alimentaria marina.
Se necesita investigar mucho más para identificar y definir mejor estos impactos, dijo Valdés.
Más recientes aun son las evidencias de que el océano Antártico está perdiendo capacidad de absorber dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero.
Apenas un año atrás, Corinne Le Quéré, de la británica Universidad de Anglia Oriental, sostuvo que, según sus investigaciones, el océano Antártico estaba absorbiendo menos dióxido de carbono y parecía llegar a su punto de saturación.
Los mares absorben y guardan en sus profundidades la mitad de todas las emisiones humanas de carbono.
El anuncio de Le Quéré generó mucho debate. El martes 20, aseguró ante el simposio contar con nuevas evidencias que lo avalan. De hecho, hay señales de que lo mismo estaría pasando en otros mares. "Parece haber un debilitamiento general de los océanos como sumideros de carbono", señaló.
Aunque todavía hay incertidumbre, parece que en la atmósfera queda más dióxido de carbono de lo esperado, un extremo no considerado en ninguna de las proyecciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que posiblemente subestimó el ritmo en que aumentará la concentración de ese gas.
Le Quéré exhibió una proyección del IPCC de fines de los años 90 que subestimó el aumento real de dióxido de carbono experimentado en los últimos años.
En vez de considerar que la labor del IPCC culminó con el premio Nobel de la Paz en 2007, hay que acelerar los esfuerzos para comprender qué está pasando con los sumideros de carbono, opinó.
Valdés insistió en que los océanos y el clima cambian y aún no entendemos cómo. "La pregunta clave que intentamos responder es qué clase de mundo heredarán nuestros hijos", concluyó.
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 24 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.