Organizaciones de ayuda de emergencia alertaron que el número de muertos en Birmania por el ciclón Nargis y sus secuelas se podría disparar si el régimen militar no elimina los obstáculos burocráticos a la asistencia internacional.
Una semana después de que la tormenta golpeara al delta del río Irrawaddy, en el sudoeste de Birmania, matando a cerca de 100.000 personas y causando el desplazamiento de casi 1,5 millones, la junta militar sólo ha dado una ínfima ayuda.
Los equipos especializados en el suministro de agua potable y en la recuperación de los recursos hídricos en la zona afectada sienten esa falta de apoyo de parte del gobierno militar. "Estamos preocupados por el hecho de que las personas en las áreas azotadas no reciban la cantidad y calidad de agua que necesitan", dijo Rick Bauer, asesor en salud pública de la coalición Oxfam. "Tenemos que reconocer que las personas están bebiendo agua contaminada", indicó.
"Los estanques y los pozos de agua deben estar ahora contaminados con escombros, cadáveres y cuerpos de animales dejados por el ciclón. Estas fuentes de agua deben ser totalmente limpiadas", dijo a IPS.
Sin embargo, Oxfam, considerada una organización líder en respuestas de emergencia, no tiene presencia en Birmania. Todavía espera una licencia temporal para operar en ese país del sudeste asiático, llamado Myanmar por la junta militar que lo gobierna.
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Oxfam alertó sobre el potencial aumento en el número de muertes debido al caos provocado por el desastre natural el 3 de este mes. "Junto a la posibilidad de que 100.000 o más hayan muerto en el ciclón, están todos los factores para que se produzca una catástrofe de salud pública que pueda multiplicar el número de víctimas fatales hasta más de 15 veces en los días por venir", dijo el domingo durante una conferencia de prensa en Bangkok la directora regional para Asia oriental de Oxfam, Sarah Ireland.
La junta sería entonces inevitablemente culpada por esta mortal secuela. Oxfam le recordó a los generales que el tsunami que azotó las costas sobre el océano Índico de más de 10 países en diciembre de 2004 no tuvo peores consecuencia debido a que se tomaron las medidas necesarias.
Unas "250.000 personas perdieron la vida en las primeras horas del tsunami, pero no vimos un brote de enfermedades gracias a que los gobiernos de los países afectados y el mundo entero se movilizaron en un masivo esfuerzo de ayuda para prevenirlo. Tenemos que hacer lo mismo para el pueblo de Myanmar", añadió Ireland.
En la septentrional provincia indonesia de Aceh, la más afectada por tsunami y en la que murieron casi 165.000 personas, los especialistas en agua de Oxfam llegaron a las zonas afectadas un día después del desastre y comenzaron a trabajar para suministrar agua potable 48 horas después. En Bangladesh, luego del ciclón Sidr, de noviembre pasado, Oxfam desplegó su primer equipo de evaluación ocho horas después de la catástrofe.
La junta militar no tenía toda su atención en las necesidades de las víctimas del Nargis, sino en la realización el sábado de un referendo constitucional con el que busca perpetuarse en el poder.
La última vez que la población pudo votar fue en los comicios parlamentarios de 1990, cuando la opositora Liga Nacional por la Democracia tuvo una arrolladora victoria, pero que luego no fue reconocida por los militares.
"A través de este voto tenemos que mostrar nuestra decisión de a quién queremos. Somos ciudadanos comunes, no con autoridad. Yo sólo quiero trabajar con libertad", dijo a IPS un hombre de 40 años, dueño de un negocio en Rangún, la antigua capital del país.
"Cuando pienso en las víctimas, me lleno de furia por la forma irresponsable en que el gobierno respondió al ciclón", afirmó luego de sufragar en un colegio.
La única "atención" de los militares a las víctimas fue aplazar para el 24 de este mes la votación en las zonas más afectadas.
Los temores sobre la falta de agua potable en el devastado delta del Irrawaddy también fueron subrayados por World Vision, una de las únicas tres organizaciones hasta ahora autorizadas por la junta militar para ayudar en el lugar del desastre. "Estamos preocupados por la posibilidad de que miles de personas estén bebiendo agua contaminada", dijo el director de comunicaciones de la oficina para Asia Pacífico de World Vision, James East.
"Por lo general, en situaciones luego de un desastre, hay que limpiar el agua para las víctimas cuanto antes. De otra manera, las personas rápidamente pueden sufrir diarrea, disentería y cólera", dijo en una entrevista.
Actualmente, World Vision opera fuera de Myaung Mya, una localidad 50 kilómetros al norte de Labutta, poblado en el delta que sufrió lo peor del ciclón. Instaló 26 refugios en toda esa localidad, que ya ha recibido a unas 30.000 víctimas que buscan desesperadamente agua, alimento y atención médica.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), que, como World Vision, recibió autorización de la junta para asistir a los afectados, ya envió urgentemente tres millones de tabletas de purificación de agua para ayudar a los más vulnerables: niños y niñas.
Las tabletas, llevadas en avión junto a otros suministros, tienen la capacidad de "purificar tres millones de litros de agua contaminada, suficiente para atender las necesidades de 200.000 personas por semana", explicó esa agencia de la Organización de las Naciones Unidas.
"Debido a que muchas calles todavía están bloqueadas por escombros y árboles caídos, la distribución de las tabletas de purificación es algo más rápido y práctico que intentar distribuir grandes cantidades de agua", indicó.
Pero Unicef reconoce que está en una carrera contra el tiempo. Especialistas sanitarios en Birmania dijeron que "20 por ciento de los niños y niñas en las zonas más afectadas ya sufren diarrea, y también se reportaron casos de malaria".
Observadores están muy sorprendidos por la notoria indiferencia de los militares a las víctimas del desastre natural. Pero no es la primera vez que estos muestran lentitud en responder a una catástrofe, ocultan información al público y bloquean la asistencia internacional.
En mayo de 2004, por ejemplo, la junta "esperó 10 días para informar públicamente sobre el ciclón que azotó el estado de Arakan", indicó la organización por los derechos humanos en sudeste asiático ALTSEAN. "En los días siguientes (al ciclón Mala, que azotó también el delta del Irrawaddy en abril de 2006), no hubo ayuda organizada para las víctimas", añadió.
Algo similar ocurrió luego del tsunami de diciembre de 2004, que también afectó al delta del Irrawaddy. El régimen rechazó la ayuda internacional y le dijo al mundo que tenía los recursos suficientes para realizar sus propios esfuerzos de ayuda.