BIRMANIA: El referendo es la prioridad, no el ciclón

Sin considerar el desastre causado por el ciclón Nargis, que mató a 22.000 personas en Birmania, la junta militar que gobierna ese país está empeñada en celebrar un referendo constitucional este sábado, buscando reafirmar su poder.

"Los esfuerzos de ayuda (humanitaria) son obstaculizados por la obsesión de la junta con hacer que el referendo" se concrete, dijo a IPS un diplomático occidental radicado en Rangún a condición de no revelar su identidad.

Según el gobierno birmano, unas 70.000 personas murieron y otras 30.000 desparecieron o se presume también fallecieron. Socorristas birmanos en el lugar del desastre creen que la cantidad de muertos podría elevarse a 25.000. Por lo menos dos millones de personas han quedado sin hogar.

"La actitud del gobierno es que el referendo es la principal prioridad, y que el ciclón es un inconveniente. Creemos que la prioridad del gobierno debería ser la respuesta humanitaria, más que el referendo", agregó el diplomático.

Sin verse disuadido por las desesperadas condiciones que enfrenta casi la mitad de la población del país, concentrada en Rangún —centro comercial y ex capital— y el delta del río Irrawaddy hacia el este —cuenca arrocera del país—, el régimen continúa llamando a los ciudadanos a aprobar la nueva Constitución este sábado.
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"Aprobar la Constitución del Estado es una responsabilidad nacional de todo el pueblo. Déjennos a todos depositar un voto por 'Sí' en el interés nacional", continúan urgiendo los periódicos estatales a todos los birmanos.

La población también es exhortada por los medios a "resistir la intervención extranjera", aunque no está claro si esto se refiere al proceso electoral o a la muy requerida ayuda internacional para los damnificados por el ciclón.

El portavoz en Bangkok del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Paul Risley, dijo este jueves que la junta todavía tiene que autorizar para que los aviones con asistencia aterricen en Birmania.

Según Risley, los aviones todavía estaban esperando para despegar de Dubai, Dhaka y Tailandia con galletas energizantes.

La ironía es que muy pocas personas han visto realmente el proyecto constitucional. En Rangún, el texto se vende a por lo menos 1.000 kyats, equivalentes a un dólar, en un país donde 80 por ciento de las familias viven con menos de dos dólares diarios.

El costo varía en otras partes del país, desde el equivalente a dos dólares la copia en el meridional estado de Mon, cerca de la frontera con Tailandia, a más de cuatro dólares en las áreas predominantemente musulmanas de los estados de Arakan y Rakhine en el occidente, cerca de Bangladesh, según Sai Khuensai Jaiyen, director de la Shan Herald Agency, publicación disidente con sede en el norte tailandés.

En efecto, el gobierno espera un voto unánime, aunque eso es inconcebible a menos que los resultados sean objeto de fraude, algo que la mayoría de los diplomáticos en Rangún creen muy probable. No hay encuestas oficiales disponibles y el sentimiento público es difícil de medir.

Taxistas de Rangún —buen termostato de la opinión pública— entrevistados antes del azote del ciclón coincidieron en afirmar que poco cambiará con una nueva Constitución.

"¿Qué sentido tiene votar, que ellos (los militares) simplemente den órdenes y no les importe lo que piensa la gente?", dijo el taxista Min Thu.

"Si ellos prometen reducir el costo de la gasolina, entonces ciertamente votaré", agregó.

Un coronel que pidió mantener su identidad en reserva por razones de seguridad dijo: "Voy a votar 'Sí' porque estoy cansado de que los mandamases dirijan el país, y lo hagan muy mal. Es tiempo de sacarlos del gobierno y una nueva Constitución es la única manera segura de hacer eso".

Agricultores pobres de las otrora prósperas áreas arroceras de Birmania, en el delta del Irrawaddy, se mostraron encantados ante la oportunidad de decirle al gobierno lo que piensan de él, declaró a IPS una socorrista occidental que pidió mantenerse en el anonimato.

"Es la primera oportunidad desde las elecciones de 1990 en que ellos han tenido que expresarse. Y lo ven como un referendo sobre el gobierno militar, así que hay que esperar un rotundo 'No' de ellos", señaló.

Por supuesto, luego que el ciclón destruyó cientos de aldeas en el área de Irrawaddy, estos agricultores pueden ya no tener oportunidad de manifestar su resentimiento. La votación fue postergada allí, y podría nunca llegar a concretarse.

"No sólo están los miles de muertos. El viento y el agua destruyeron oficinas locales y provinciales, incluyendo las listas de votantes registrados. Ellos no podrán recuperar eso en las dos semanas que fue demorada la ida a las urnas allí", dijo un diplomático asiático.

Varios medios birmanos de la oposición vienen trabajando clandestinamente dentro del país, intentando recabar opiniones en una suerte de encuesta no oficial sobre el referendo.

Burma News International (BNI) —una organización paraguas de más de 10 publicaciones y agencias—, que entrevistó a más de 2.000 votantes en todo el país antes de que se desatara el ciclón, produjo resultados sorprendentes.

El secretario de BNI, Mu Hlaing Theint, dijo a IPS que un cuestionario de dos páginas, para garantizar la consistencia estadística, fue usado para compilar los resultados de entrevistas telefónicas y cara a cara.

Casi siete de cada 10 consultados dijeron no tener idea de qué decía la Constitución. Uno de cada cuatro todavía tenía que resolver qué iba a votar. Así que, pese a la intensa campaña de propaganda del régimen, sigue existiendo una cantidad significativa de votantes indecisos.

De aquellos que afirmaron que votarían, más de dos tercios dijeron que lo harían por 'No'. Alrededor de uno de cada 10 respondieron que pensaban votar 'Sí'. Los soldados se mostraron más propensos a votar en afirmativo —dos en uno—, mientras que los empleados del gobierno estuvieron divididos en proporciones prácticamente iguales entre ambas opciones.

Estudiantes, maestros, agricultores, periodistas y trabajadoras en el hogar respondieron abrumadoramente que se proponían rechazar la Constitución. También, trabajadoras en el hogar, comerciantes y empresarios se mostraron indecisos (uno de cada tres).

El voto por 'No' también fue el más fuerte en las áreas donde predominan las minorías étnicas —chin, kachin, karen, karenni, mon y shan— donde más de 80 por ciento dijo que sufragaría contra la Constitución.

Aunque estos no son resultados científicos, sí reflejan lo que los observadores pronostican que ocurrirá en estas áreas. El régimen, muy consciente de las variaciones regionales, ha decidido no anunciar los resultados en cada centro de votación o incluso a nivel provincial. El único anuncio procederá del equivalente a la comisión electoral en Naypidaw, la capital.

"Esto es muy diferente de los comicios de 1990, cuando los resultados electorales se hicieron públicos en cada centro de votación local. Esto significa que ellos podrán manipular los resultados para sus fines personales", dijo Zin Linn, ex prisionero político y actual portavoz del gobierno birmano en el exilio.

Sin embargo, no hay dudas de que los resultados reales no serán anunciados. Han sido fraudulentos desde el inicio. La junta ha llevado a cabo una campaña concertada de acoso e intimidación de votantes.

"La semana pasada la policía nos llamó y nos dijo que teníamos que votar 'Sí' o iríamos a la cárcel por tres años", dijo telefónicamente una madre de mediana edad residente en Rangún, a condición de permanecer en el anonimato.

"Todo el proceso es surrealista: es un referendo donde solamente quienes están a favor de la Constitución pueden hacer campaña", dijo a IPS el ex relator de la Organización de las Naciones Unidas para los derechos humanos en Birmania, Paulo Pinheiro.

"Un referendo sin algunas libertades básicas —de reunión, de partidos políticos y de libre expresión— es una farsa. Lo que el gobierno (birmano) llama proceso de democratización es de hecho un proceso de consolidación de un régimen autoritario", agregó.

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