BIRMANIA: El ciclón, encrucijada política para la dictadura

La comunidad internacional presencia inerme el ciclón que causó en Birmania unas 10.000 muertes. Poco puede la ONU y las organizaciones de asistencia hacer sin una solicitud formal de ayuda de la dictadura militar que gobierna este país.

Al admitir este lunes ante los diplomáticos extranjeros acreditados que los muertos podrían ascender a esa cifra, el canciller birmano Nyan Win sugirió que la junta estaría dispuesta a recibir ayuda exterior.

Pero los principales equipos de respuesta rápida de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) aún esperan la autorización del régimen militar para desplegarse en el terreno.

La Cruz Roja informó que sus equipos ya distribuyen suministros de emergencia, entre ellos agua potable y alfombras en la zona del delta del río Irrawaddy más golpeada.

Las radioemisoras del Estado informaron en Birmania que habrían muerto ya al menos 4.000 personas, y que otras 3.000 desaparecieron.

Veinte mil viviendas quedaron destruidas sólo en una isla del país, informó la prensa estatal luego de que el ciclón Nargis, una tormenta de categoría 3 con vientos de hasta 200 kilómetros por hora, arrasó con la costa de Birmania el sábado de mañana.

La principal ciudad del país y hasta hace poco su capital, Rangún, y el delta del Irrawaddy, el territorio arrocero del oriente en el territorio oriental, estuvieron en el ojo de la tormenta.

Se preveía que el saldo mortal se eleve, pues por ahora las autoridades nacionales y funcionarios de la ONU estaban imposibilitados de acceder a las islas y a las aldeas del delta.

"Todos tienen dificultades para hacer evaluaciones rápidas y certeras sobre los daños y las necesidades, y, obviamente, el gobierno pasa por lo mismo", dijo a IPS Richard Horsey, portavoz en la región de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU.

"Las líneas de comunicación están caídas, las carreteras son inaccesibles y tomará su tiempo llegar a muchos de los pequeños poblados que fueron más golpeados", agregó.

En Rangún, los árboles salieron de cuajo y cortaron el tránsito de vehículos. Muchos techos volaron y los escombros quedaron desperdigados por las calles, según testigos.

Los hospitales quedaron muy dañados. Las líneas telefónicas y la electricidad se cortaron. "Esto es zona de guerra", dijo un diplomático occidental que solicitó reserva de su identidad.

Voluntarios extranjeros tratan de evaluar el daño y las necesidades, pero las autoridades militares restringen sus actividades.

La información llega a través de varias agencias de la ONU con personal en el terreno. "Las necesidades más urgentes son, definitivamente, las de refugio y agua limpia", dijo Horsey. "También telas de plástico, tiendas de campaña, mosquiteros, equipamiento de cocina y tabletas de purificación de agua."

Hubo contactos regulares entre trabajadores internacionales en Rangún y funcionarios del gobierno desde que el ciclón golpeó el país. Fuentes de la ONU informaron en privado que el régimen, al parecer, comenzará a aceptar ayuda de la comunidad internacional después de mucho tiempo.

"Todo indica que el gobierno es receptivo a la asistencia internacional", explicó Horsey. "Esperamos señales más claras en breve."

La dictadura instaló un comité de respuesta a catástrofes en la nueva capital, Naypitdaw, bajo la égida del primer ministro, general Thein Sein, quien ya visitó Rangún para observar los daños.

Medios televisivos estatales mostraron soldados retirando árboles de la vía pública y a Thein Sein reunido con los refugiados en una pagoda budista.

La mayoría de las evaluaciones indican que las autoridades militares se ven incapaces de lidiar con el alcance de la catástrofe.

"La junta aceptará, al parecer, equipamiento y suministros, pero los generales no estarán tan dispuestos a aceptar la presencia de gran cantidad de extranjeros por todo el territorio nacional", dijo el profesor universitario Win Min, residente en la ciudad tailandesa de Chiang Mai.

Exiliados birmanos reclaman asistencia internacional desde el momento en que la llegada del ciclón era inminente. "El régimen no está preparado para remediar la catástrofe", dijo Naing Aung, del Foro para la Democracia en Birmania con sede en Tailandia.

Birmania se ha resistido a aceptar la ayuda que necesita de organizaciones internacionales, pues la dictadura se rehúsa a permitir que funcionarios de la ONU y agencias de asistencia tengan acceso irrestricto a áreas rurales.

Desde la represión contra las protestas encabezadas por monjes budistas en septiembre pasado, las restricciones se han vuelto aun más rígidas.

Según el periódico Irrawaddy, publicado por exiliados birmanos en Tailandia, el precio de los alimentos se disparó tras el ciclón: cada huevo cuesta ahora 20 centavos de dólar, tres veces más que el viernes.

"La población se verá reducida pronto a la mendicidad. Si el gobierno no comienza a actuar pronto, la frustración se volverá ira y las protestas callejeras estarán garantizadas", sostuvo un economista birmano que solicitó reserva.

"En Rangún, la gente cree que ya perdió todo y no le queda nada más que perder", agregó un activista estudiantil entrevistado por teléfono.

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