El Fondo Monetario Internacional (FMI) asegura estar respondiendo a la crisis alimentaria mundial concediendo nuevos préstamos de emergencia a las 15 naciones más pobres, la mayoría africanas. Pero su receta está lejos de constituir una respuesta al problema, según analistas.
Los nuevos préstamos están atados a los mismos condicionamientos, como la rebaja de aranceles de importación para liberalizar el comercio y el recorte de subsidios, que según muchos analistas son culpables en parte por el creciente aumento de los precios de los alimentos y la incapacidad de los gobiernos de los países en desarrollo para hacerles frente.
El subdirector del Departamento de Desarrollo y Revisión de Políticas del FMI, Mark Plant, señaló que las llamadas Facilidades frente a Impactos Exógenos (ESF, por sus siglas en inglés), que el organismo multilateral utiliza para otorgar recursos en situaciones de emergencia, estarán disponibles a partir de junio para los países más pobres.
Alrededor de 15 naciones ya se encuentran en negociaciones con el FMI para tener acceso a ese programa, diseñado para compensar gastos y desequilibrios presupuestarios generados por reasignaciones de recursos fiscales con el objetivo de controlar los precios de los alimentos.
Plant afirmó que el FMI está preparando una revisión de las ESF para que la junta de directores la considere en junio.
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"Pero debo subrayar que están disponibles ahora, en caso de que algún país necesite ayuda inmediata", agregó.
Plant señaló que, además del programa de emergencia, los países en desarrollo que se ven afectados por los altos precios de los alimentos recibirán un adelanto de recursos del más tradicional programa de Facilidades para el Crecimiento y Reducción de la Pobreza (PRGF, por sus siglas en inglés), bajo el cual las naciones pobres se comprometen reformar sus economías a cambio de dinero del Fondo.
Los países que reciban los préstamos de emergencia por primera vez deberán aceptar los controvertidos términos de las PRGF, en caso de que ya no lo hubieran hecho.
Pero analistas económicos advierten que ambos programas crediticios pueden empeorar la situación. Las condiciones atadas a esos desembolsos incluyen la liberalización del comercio, el recorte de programas sociales, la reducción de subsidios para productores locales y límites a los rescates financieros de sectores en crisis.
Bajo estas condiciones, los organismos financieros internacionales, como el FMI y su institución hermana del Banco Mundial, fuerzan a los países en desarrollo a desmantelar gran parte de su protección arancelaria para el sector agrícola doméstico, permitiendo así el ingreso de grandes cantidades de importaciones de alimentos más baratos de Estados Unidos y la Unión Europea.
Esto, según críticos, sabotea los sistemas nacionales de seguridad alimentaria y deja a los países pobres más dependientes de las importaciones de alimentos y sin defensa ante los aumentos de precios en el mercado internacional.
Según el no gubernamental Foro de Políticas Globales, casi tres de cada cuatro naciones en desarrollo son importadoras netas de alimentos.
"Los programas de ajuste del FMI obligan a los países pobres a abandonar las políticas que protegen a sus agricultores, su producción y sus mercados", afirmó Henk Hobbelink, de la no gubernamental Grain, organización internacional que promueve la agricultura sostenible y la biodiversidad.
"Como resultado, muchos países se vuelven dependientes de las importaciones, porque los agricultores locales no pueden competir con los precios de los productos subsidiados por el mundo rico. Esta es una de las causas principales de la actual crisis, y el FMI es uno de los responsables directos", agregó.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, este incremento en las importaciones ha tenido un severo impacto en los sectores rurales pobres y las economías locales de África.
Por ejemplo, en Camerún, una rebaja de 25 por ciento en la protección arancelaria implica que las importaciones de aves de corral se sextupliquen. En Senegal, 70 por ciento de la industria avícola ha desaparecido en los últimos años a causa de la avalancha de productos europeos.
Cuando Ghana, forzada por las políticas de ajuste estructural del Banco Mundial, redujo recientemente los aranceles a las importaciones de arroz de 100 por ciento a 20 por ciento, estas se incrementaron notoriamente, pasando de 250.000 toneladas en 1998 a 415.150 toneladas en 2003.
El arroz producido localmente, que representaba 43 por ciento del consumo doméstico en 2000, sólo abastecía a 29 por ciento del mercado interno tres años después.
Los crecientes precios de los alimentos tienen su mayor impacto en los pobres de los países de menores ingresos. El arroz alcanzó niveles récord, mientras que el precio del trigo casi se triplicó y el del maíz se duplicó desde 2000.
Alrededor de 33 naciones, la mayoría de África subsahariana, cuya carga de deuda ya era de las mayores del mundo, han sido particularmente afectadas. Nuevos préstamos dentro del esquema de las ESF pueden arrastrarlas a una situación más crítica de endeudamiento y déficit en sus balanzas de pagos.
La organización Grain destacó que las recetas del FMI sobre eliminación de aranceles en algunos alimentos simplemente continuarían desalentando la producción local, colocando a los países pobres aun más a la merced de los mercados internacionales sobre los que no tienen ningún control.
No queda claro cómo un mayor volumen de préstamos empujaría los precios a la baja, aunque seguramente abultará las cuentas bancarias de los exportadores internacionales, los intermediarios y los especuladores.
Según Grain, Cargill, la mayor compañía en el negocio mundial de granos, incrementó sus ganancias 86 por ciento durante el primer trimestre de 2008. Otra multinacional, Bunge, las aumentó 77 por ciento en el último trimestre de 2007, mientras que ADM, la segunda mayor firma en el comercio internacional de granos, vio crecer sus ganancias 67 por ciento durante el año pasado.
Como parte de su paquete para enfrentar la crisis alimentaria, el FMI también pide a las naciones pobres que destinen nuevos subsidios sólo hacia los sectores más necesitados y eliminen los destinados a los productos petroleros, ignorando el impacto que éstos tienen en el precio de los alimentos.
El Fondo insiste en que está ofreciendo diferentes consejos que responden a las necesidades de diversos países, evitando desestabilizar sus economías.
"Las realidades locales demandan distintos enfoques, ajustados a la naturaleza del impacto sufrido por cada país", dijo a IPS Bill Murray, funcionario del FMI, a través de un mensaje de correo electrónico.
Pero activistas que hacen campaña por la seguridad alimentaria argumentan que los países pobres deben rechazar el asesoramiento de instituciones como el FMI y el Banco Mundial y trabajar, en cambio, para alcanzar la "soberanía alimentaria".
La respuesta a la actual crisis, dijo Anuradha Mittal, del estadounidense Instituto Oakland, consiste en que los países en desarrollo "den un corte a décadas de imposiciones de malas políticas que no beneficiaron a sus pueblos".