Un simple desequilibrio entre oferta y demanda agrícola se resuelve en menos de un año, lo suficiente para sembrar y cosechar granos. Pero la actual crisis mundial de alimentos, no. La escasez y la consecuente carestía de los fertilizantes impiden soluciones rápidas.
"Serán necesarios por lo menos dos años de vigorosas inversiones" para incrementar la producción de fertilizantes en el mundo y reequilibrar el mercado, según Roberto Rodrigues, ex ministro de Agricultura de Brasil que coordina un centro de estudios del agronegocio en São Paulo, sur del país.
La escasez actual se debe a inversiones insuficientes de las grandes empresas del sector durante muchos años, desalentadas por las bajas ganancias de la actividad. Corregir esa tendencia exige tiempo, explicó a IPS.
Pero los precios seguirán elevados. Los fertilizantes que más consume el mundo, los nitrogenados, siguen la suba del petróleo, pues su materia prima son los hidrocarburos, especialmente el gas natural.
De 155,4 millones de toneladas consumidas de los tres principales elementos de los abonos en el año agrícola 2005/2006 en todo el mundo —nitrógeno, fósforo y potasio—, 60 por ciento fue nitrógeno, según la Asociación Internacional de la Industria de Fertilizantes.
Si se suman otros insumos, como plaguicidas, y el combustible para el transporte y la maquinaria agrícola, la dependencia petrolera del agronegocio no permite expectativas optimistas.
Brasil, por sus extensas tierras disponibles, tiene un potencial "monumental" para ampliar su producción de alimentos, pero está limitado por el "cuello de botella de los fertilizantes", admitió Rodrigues.
Dos tercios del abono que consume este país son importados, y los suelos del área de la sabana que ocupa gran parte del centro del país, el Cerrado, donde más se expande el cultivo de granos y caña de azúcar, necesita mucha fertilización, especialmente de potasio. Brasil es el cuarto mayor consumidor mundial de fertilizantes, superado sólo por China, India y Estados Unidos.
Por eso debe desarrollar otras formas y fuentes de fertilización, como la vinasa de caña que tiene mucho potasio, y buscar yacimientos nacionales de los minerales necesarios, recomendó el ex ministro.
Reducir el consumo de agroquímicos es una alternativa prioritaria de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), una red estatal de 41 centros distribuidos por el país, que generó conocimiento y tecnologías agrícolas decisivas para el gran salto productivo nacional de las dos últimas décadas.
La producción de soja brasileña, que se acerca a 60 millones de toneladas anuales, "ya no gasta un kilo siquiera de nitrógeno", destacó Segundo Urquiaga, investigador del centro de Agrobiología de Embrapa, donde se desarrolló el uso de bacterias inoculadas en semillas para incrementar la capacidad de las leguminosas de fijar el nitrógeno del aire.
Esta técnica permite a Brasil ahorrar 5.000 millones de dólares anuales, "seis veces lo que el país invierte en investigación agrícola", sostuvo Urquiaga a IPS.
Además, mejora la productividad y también el ambiente, ya que, al contrario de lo que suele pasar con el abono químico, no genera exceso de nitrógeno en el suelo que provoca emisiones de óxido nitroso, un gas 300 veces más potente que el dióxido de carbono en su capacidad de agravar el efecto invernadero, acotó.
La fijación biológica del nitrógeno ya se aplica también en la caña de azúcar, donde ya logra atender entre 60 y 70 por ciento de su demanda, pero en pocas variedades, informó el investigador. Una alternativa es "alternar la siembra de caña con la de leguminosas para enriquecer el suelo", indicó.
A raíz de esa y otras ventajas de la agricultura tropical, este país consume menos nitrógeno que fósforo y potasio, en contraste con otras potencias agrícolas. En China, por ejemplo, los fertilizantes nitrogenados, muy contaminantes, corresponden a 64 por ciento del total, contra apenas 26 por ciento de Brasil.
Sin embargo, una gran expansión agrícola no se logra sin costos. La producción brasileña de granos creció más del doble desde 1990, con una pequeña ampliación del área cultivada, gracias a un aumento de 178 por ciento en el consumo de fertilizantes, según datos de la Asociación Nacional para la Difusión de Abonos (ANDA).
Ahora, cooperativas y asociaciones de agricultores reclaman algún mecanismo para atenuar el aumento de precios, como condición para atender la creciente demanda de alimentos. El gobierno pretende sobre todo incrementar rápidamente la producción de trigo, para reducir la dependencia de las importaciones que aportan dos tercios del consumo nacional de 12 millones de toneladas por año.
Pero esas metas chocan con los altos precios de los abonos, que en promedio aumentaron 73 por ciento en moneda nacional en los últimos 12 meses, según el instituto oficial de estadísticas. Ese insumo ya representa más de 40 por ciento de los costos de producción de algunos granos, el doble que hace algunos años, afirman los agricultores.
El gobierno podría, por ejemplo, eliminar un tributo al transporte marítimo, de 25 por ciento, para reducir el costo de importación de los fertilizantes, observó a IPS Torvaldo Marzola Filho, vicepresidente de ANDA. La situación se agrava porque algunos países productores están reteniendo fertilizantes. China decidió gravar con entre 100 y 135 por ciento sus exportaciones de estos insumos, ejemplificó Marzola. Brasil sólo los sigue importando porque los precios de los alimentos, también muy elevados, aún compensan los costos adicionales, concluyó.