Fernando Lugo entró raudamente en la historia de Paraguay. No sólo es el primer obispo católico en llegar a presidente, sino también quien puso fin a 61 años de omnipresencia del Partido Colorado. Se propone borrar la imagen de país corrupto y sacar de la miseria a los «los dueños de la tierra», los indígenas.
Lugo, de 56 años, se presenta como una persona sencilla, afable, que habla muy pausadamente, más en tono de prédica religiosa que en son de discurso político.
Su pasado reciente de sacerdote católico se refleja hasta en su vestimenta. Si bien ya no usa sotana, siempre calza sandalias franciscanas y revela que nunca usó corbata. Vive en una modesta vivienda en la periferia de Asunción y asegura que no tiene intenciones de mudarse a la residencia presidencial, conocida como Mburuvicha Róga (casa del jefe, en idioma guaraní).
Nacido en una humilde familia del sureño departamento de Itapúa, sus padres, Guillermo Lugo y Maximina Méndez, y otros familiares fueron militantes disidentes de la Asociación Nacional Republicana, más conocida como Partido Colorado, e incluso algunos de ellos sufrieron la represión de la cruenta dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), de esa misma agrupación.
Se ordenó sacerdote en 1977 y en una rauda carrera dentro del poder eclesiástico se convirtió 1994 en el obispo más joven de Paraguay. Fue designado al departamento de San Pedro, uno de los más pobres de este país, y se hizo conocido por su apoyo a los campesinos sin tierra en momentos de conflictividad rural.
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Fue por esos años que adquirió el título de "obispo de los pobres".
En 2005 Lugo pasó a ser obispo emérito mientras despuntaba como figura política por sus críticas al gobierno del ahora saliente Nicanor Duarte, del Partido Colorado, y al año siguiente oficializó su candidatura presidencial luego de que 100.000 personas le solicitaran con su firma asumir ese compromiso.
Pero su decisión derivó en un enfrentamiento con el Vaticano, que no aceptó la renuncia a su condición de obispo y lo suspendió "a divinis" en sus funciones pastorales, lo cual implica además no poder volver al estado clerical.
Al frente de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), un conglomerado heterogéneo de partidos de derecha, centro, izquierda y extrema izquierda, le bastaron sólo ocho meses de campaña para enterrar seis décadas de preeminencia colorada en Paraguay, incluida la larga dictadura de Stroessner, fallecido en 2006 en su refugio de Brasil a los 93 años.
En entrevista con IPS, Lugo habla sobre la caída del coloradismo, su plan de gobierno, su estrategia para enfrentar la corrupción tan enraizada en el Estado paraguayo, su relación institucional con la Iglesia Católica y con el hasta ahora partido de gobierno.
IPS:—¿Qué se siente haber logrado derrocar al Partido Colorado tras tantos años de ostentar el poder?
FL:—No quiero tener esa mentalidad. Mi papá fue un colorado principista, mi mamá también. Entonces aquí no es cuestión de ganar o perder, sino de construir. Tenemos que construir el Paraguay que se merecen todos.
Lo que ocurrió fue el desenlace de una serie de situaciones que el Partido Colorado venía sufriendo: deterioro, falta de relación con sus bases, una interna que no se pudo recomponer. Todos estos elementos jugaron en la elección.
—¿Cómo un obispo llega a presidente?
—Mi liderazgo y candidatura nacieron en el campo. Viví 11 años como obispo en la región más pobre del país, me entregué a la tarea pastoral y me gané la confianza de muchos estamentos de la sociedad paraguaya.
Luego vine a Asunción, donde me ofrecieron la dirección de un colegio y lo acepté porque llevo la docencia en el alma. Fueron casi 40 años frente a aulas de primaria, secundaria y de la universidad. Lo que tiene más significado para mí es el desafío y la confianza de toda esa gente.
—¿Cómo será su gobierno?
—Abierto, honesto y transparente. Hay que modificar esa imagen de un país corrupto, desangrado, que no da esperanzas. Pensamos que es posible hacer un cambio genuino y lucharemos profundamente contra la corrupción. Queremos que Paraguay se sienta reivindicado, y ojalá en poco tiempo podamos ser reconocidos como un país de honestidad.
—¿Cuáles serán sus primeros pasos en la presidencia?
—En primer lugar, atención urgente a los indígenas que se encuentran en lamentable situación de pobreza. No más indígenas muriendo de tuberculosis o de hambre. No puede ser que ellos, que son los dueños de la tierra, no tengan qué comer.
También quiero conformar el gabinete más capacitado, formar un equipo técnico para conversar sobre energía eléctrica con Argentina y Brasil, pensar la reforma agraria, que está en nuestras propuestas, y en cambiar la Constitución, para que la justicia sea independiente. Vamos a hacer todo lo que sea posible para mejorar las condiciones de vida de las familias campesinas.
—¿Qué se puede esperar respecto de la política exterior?
—En la Alianza apostamos por el Mercosur (Mercado Común del Sur, conformado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela en proceso de integración plena), porque solos no podremos salir adelante.
Paraguay no puede seguir siendo una isla, no puede ser mediterráneo políticamente. Sigo soñando, como seguramente lo habrán hecho esos grandes soñadores que fueron (Simón) Bolívar, (José de) San Martín y otros tantos, con una América Latina unida y hermanada.
Me interesa en particular Bolivia y creo que llegó el momento de tener relaciones más fecundas con ese país.
Quiero hablar con (el presidente boliviano) Evo (Morales) para conocer la experiencia negociadora de su país con Argentina y Brasil en el precio del gas, dado que una de las prioridades del gobierno de la Alianza será redefinir con sus vecinos el precio de la principal riqueza paraguaya, como es la energía. Quiero que las relaciones comerciales y energéticas puedan ser importantes.
—Precisamente, una de las principales promesas de campaña fue la renegociación con Brasil del Tratado de Itaipú. ¿Cómo piensa llevar ese proceso?
—Uno de los puntos principales es la conformación de un equipo técnico que tenga la capacidad de poder formar parte de la mesa de diálogo. Como ha dicho el mismo presidente brasileño (Luiz Inácio Lula da Silva), independientemente de las diferencias que pueda haber, por lo menos poder buscar los consensos".
—¿Cómo será su relación como presidente con la Iglesia Católica?
—Espero que mi situación, como obispo suspendido a divinis, se modifique para tranquilidad de mi propia conciencia. La decisión la tiene el Vaticano y yo aceptaré lo que resuelva.
Siempre manejé una expresión muy fuerte y es que en cualquier parte del mundo, sea quien sea la persona, quien toma con radicalidad la vida de Jesús también debe vivir todo lo que él vivió. Creo que asumir los valores evangélicos de la verdad ante tanta mentira, de la justicia ante tanta injusticia, de la paz ante tanta violencia, te pone a remar contra la corriente.
—¿Cómo hará para gobernar con el Partido Colorado en la oposición?
—Para eso están las conversaciones y los acuerdos. No está todavía definida la composición del parlamento y, cuando lo esté, seguramente buscaremos las estrategias suficientes para poder tener un grupo legislativo que apoye las grandes decisiones del gobierno y, si es posible, poder construir esa mayoría necesaria para que la gobernabilidad sea más fácil.
—¿Cómo piensa combatir la pobreza rural?
—Voy a implementar una reforma agraria integral. Existen 300.000 familias sin tierra propia que merecen una vida digna. Ordenaré la realización de un catastro de terrenos rurales para ver qué disponibilidad tendremos.