A sus 12 años, la colombiana Ornella Barros decidió que no quería ser «el futuro sino el presente; no una esperanza, sino una certeza».
Seis años después, y ya estudiante de ciencia política, Barros cree que tomó la decisión acertada al vincularse a la Red Global de Religiones a Favor de la Niñez (GNRC, por sus siglas en inglés). "Desde el aula en la universidad puedo confirmar que lo más importante es inculcar la educación ética, promoviendo la dignidad humana, factor común entre las diversas religiones", dijo la joven a IPS este lunes en la apertura de la Conferencia Regional – Diálogo Interreligioso por la Superación de la Violencia Intrafamiliar, organizada por la GNRC en Bogotá.
Con el apoyo del católico Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), la organización cristiana humanitaria Visión Mundial y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la conferencia "analiza causas, efectos y estructuras culturales en torno a la violencia intrafamiliar, para establecer mecanismos de comunicación y apoyo en el trabajo por la superación de la violencia intrafamiliar", dijo Mercedes Román, coordinadora de la GNRC para América Latina y el Caribe.
"Es un imperativo ético eliminar la violencia contra la niñez, unido a las imperiosas necesidades de asegurar que ningún niño viva en la pobreza, además de proteger el planeta en que vivimos", afirmó.
Las deliberaciones de delegados de varios países latinoamericanos y diferentes confesiones religiosas "harán parte de los insumos del III Foro de la GNRC que se realizará en Hiroshima (Japón) entre el 24 y el 26 de mayo", agregó Román durante la inauguración.
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"Hiroshima será sede por la manera drástica que afectó la II Segunda Guerra a la sociedad japonesa", dijo Román, remontándose a 1950, cuando la devota budista Mitsu Miyamoto fundó el movimiento Myochikai, dirigido a aplicar los valores del budismo para la consecución de la paz.
En 1990, el entonces líder de Myochikai, el reverendo Takeyasu Miyamoto, estableció la Fundación Arigatou (que significa gracias en japonés), con el fin de promover un mundo mejor para la infancia.
Arigatou, organización no gubernamental con estatus consultivo ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fue el motor de la GNRC, creada en mayo de 2000 como un esfuerzo cooperación de todas las tradiciones religiosas al servicio de un mundo sin violencia para niñas y niños.
"Gracias a quienes nos permiten trabajar por los niños", dijo Román ante los participantes al encuentro, entre ellos un grupo de niñas y niños de entre 6 y 16 años, integrantes del coro Voces para la Esperanza, habitantes de zonas marginales de la capital colombiana, como Bosa, Soacha y Cazucá, en el suroccidente de Bogotá.
Allí "hay conflictos en todos lados. En cada esquina hay puños, niños muy pequeños, de 10 y 12 años, que fuman, toman (alcohol) y hacen otras cosas que no valen la pena", dijo a IPS Jorge Molina, integrante del coro.
"Es la razón por la que cantamos, llevando voces de esperanza a muchas personas, muchos desplazados por la violencia, en un intento de multiplicar los sentimientos de bondad", dijo Molina.
En esos barrios se refugian miles de personas que han dejado sus hogares en todas las regiones del país intentando huir del conflicto armado que sufre este país desde hace casi medio siglo.
Voces para la Esperanza interpreta composiciones del colombiano Santiago Benavides, que invitan a la reflexión: "el cambio no se hace con bala/", o "cómo hacer que mañana,/ cuando mires para atrás,/ encuentres huella" o "Hugo llegó de Urabá,/ con su mochila café,/ huyendo del pueblo/ sin saber hacia dónde coger/".
Los versos reflejan la realidad colombiana. "Entre 11.000 y 15.000 niños y niñas están involucrados en el conflicto armado", dijo a IPS el subdirector de Visión Mundial en Colombia, Samuel Albarracín.
"La situación es especialmente grave, por lo que Visión Mundial dedica esfuerzos para lograr incidencia en unos 400.000 niños, de cerca de 35.000 familias, mientras en el mundo calculamos que la población a la que se acerca la organización es de tres millones de niños", agregó.
En el caso colombiano, la violencia que sufren los menores tiene raíces en la exclusión, la pobreza, la marginalidad, el trabajo infantil y el conflicto, opinó Albarracín.
Pero aun así, "el futuro lo encontraremos", aseveró.
Durante el encuentro, que se desarrollará hasta el miércoles, Unicef comentará los resultados del Estudio de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra los Niños, las Niñas y los Adolescentes, publicado en octubre de 2006.
Ese trabajo, elaborado desde 2003 con participación de especialistas, niñas, niños y adolescentes de todo el mundo, constituye el mayor esfuerzo por comprender las causas y manifestaciones de la violencia.
Entre ellas se encuentran patrones culturales como el "adulto-centrismo" y sus efectos en las poblaciones más vulnerables, el castigo corporal y sus efectos, el abuso sexual y el abuso psicológico.
Un eje central de los tres días de debate será la importancia de la dignidad humana, como valor de vínculo entre las religiones y los pueblos, y un motor de cambio para transformar el mundo.