FOTOGRAFÍA-CUBA: Ángeles gemelos en urbe digital

La capital cubana, tocada por los años de crisis económica y donde el tiempo ha labrado la fachada de sus viejos edificios y el rostro de sus habitantes, guarda aún imágenes poéticas reveladas por el lente de dos jóvenes artistas de la era digital.

Los hermanos Eduardo y Orlando García, unidos en el Proyecto Siamés, sorprenden cada sábado a quienes transitan por el Paseo del Prado, en los límites del centro histórico habanero, con fotografías que enlazan escenas de la vida cotidiana de esta urbe con la aparición de personajes fantasmales del siglo XX.

"Con Ángeles de La Habana quisimos mostrar la realidad de una parte de la ciudad, pero de un modo diferente a como lo hace tradicionalmente la fotografía documental", dijo a IPS Eduardo García.

La colección, trabajada con técnica digital, empezó a conformarse en 2005 por idea de Orlando. En las instantáneas de la ciudad contemporánea, llevadas a tonos sepia, aparecen personas que vivieron en ella en las primeras décadas del siglo XX, u otras retratadas por fotógrafos estadounidenses y británicos de aquella época.

"Lo que me propuse en mi obra fue develar la parte más triste de La Habana", señaló Eduardo. "Cómo en la pobreza, en el deterioro de las personas y los edificios habita la poesía que existió", indicó el artista de 30 años, quien sale con frecuencia cámara en mano a capturar la vida en los antiguos barrios citadinos.

El mundo del arte digital se abrió a los hermanos García en 2003, cuando Orlando ganó el segundo premio en el quinto Salón de Arte Digital, convocado por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. Un año después ambos alcanzaron el primer lugar en la categoría de obra impresa.

"Desde niño me gustaba el arte, sobre todo pintar", confesó Eduardo. En medio de sus estudios de Pedagogía en Lengua Inglesa hizo las pruebas para entrar en el Instituto Superior de Diseño (ISDI), donde se graduó Orlando, y cursó talleres de pintura, dibujo e historia del arte en la gubernamental Casa de Cultura del municipio habanero de Plaza de la Revolución.

"Me gradué de profesor de inglés, pero sentía que mi mayor motivación era el arte", relató Eduardo, quien luego de un corto período dedicado a la docencia tomó definitivamente el camino de la creación. "Decidí hacer lo que me gusta, lo que me llena", afirmó.

El premio obtenido en el 2004, una computadora personal, dio un gran impulso al proyecto en conjunto. Antes habían trabajado con un ordenador en el que invirtieron sus ahorros.

"La técnica digital nos brinda muchas posibilidades, con ella me siento a mis anchas", apuntó Eduardo. A su juicio, en la actualidad hay un auge de esta manifestación en la isla, en particular del video arte.

"Algunas personas ven el arte digital como algo fácil, que no requiere esfuerzo, dicen que la máquina es quien realiza el trabajo", señaló. "Mucha gente se siente deslumbrada con los software, los colores y los filtros que pueden aplicar", dijo.

Eduardo no coincide con esa preponderancia informática. "Puedes tener la mejor tecnología del mundo, la computadora más avanzada, pero si no hay una idea, si no existe la persona, tampoco existe la obra", sostuvo el joven artista, interesado también en incursionar en técnicas tradicionales como el óleo sobre lienzo.

Además de la realización, su preocupación ahora es la perdurabilidad de las obras, en especial las impresiones digitales, que no resisten el paso del tiempo como los lienzos o la fotografía en plata sobre gelatina.

En sus pocos años de experiencia, Eduardo ha comprendido que el consumo del arte contemporáneo se reduce a una elite muy pequeña. Por esa razón, asegura, distingue las obras que serán destinadas a exposiciones de aquellas con un fin comercial, cuyo significado es más accesible a las mayorías, aunque conserven el valor estético.

"Nosotros tenemos que vivir de lo que hacemos", afirmó este creador, convencido de que este oficio no es el ideal para resolver las necesidades materiales de la familia, ampliada con el nacimiento de su primera hija en marzo pasado.

La posibilidad de comercializar su trabajo en las más importantes galerías habaneras podría tardar aún, pues antes "tenemos que hacernos de un nombre" para integrar el selecto grupo de artistas que suelen exponer en ellas. Además, deben ingresar en el Registro del Creador, un trámite fundamental para la venta de las obras.

Mientras, el espacio expositivo abierto en el Paseo del Prado, por una iniciativa comunitaria del pintor Cecilio Avilés, ofrece a los hermanos García la posibilidad de promocionar el fruto de su talento, en una zona frecuentada por residentes en la ciudad y visitantes extranjeros.

"Allí se exige a los artistas que no hagan artesanía o souvenirs como los que se venden a los turistas en el centro histórico", subrayó Eduardo. "Considero que es mucho mejor que estar en una galería, pues propicia la interacción con el público de manera más rápida, también se hacen amistades y contactos de trabajo", afirmó.

Eduardo confía en que la comercialización en ese lugar podría aprobarse este año gracias a las gestiones de Avilés y al espíritu positivo reinante después del congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), celebrado a comienzos de este mes. En la isla no existe un mercado formal de obras de arte.

"Tenemos que pasar un poco de trabajo para poder salir a flote", reconoció Eduardo. En estos días la paternidad y el arte le dejan apenas tres o cuatro horas diarias para dormir. "Lo más importante es tomarse la labor con seriedad, exigirse para salir adelante", aseveró.

+ Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau (http://www.centropablo.cult.cu/)

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