«El trabajo es denodado. Terminamos de apagar un incendio grande y aparece otro en la misma zona». La declaración de un funcionario argentino, impotente frente a los fuegos de pastizales en las islas del Delta del Paraná, no es de este mes, cuando el humo llegó a Buenos Aires y Montevideo, sino de 2004.
El fuego, cuya propagación persiste desde hace casi un mes al norte de Buenos Aires, es un asunto conocido y advertido por ambientalistas desde hace años, cuando la práctica de mejoramiento de pasturas se expandía por efecto de un nuevo puente sobre el delta del nororiental río Paraná que facilitaba el traslado de ganado vacuno a las islas.
Los ambientalistas creen que la primera causa de la expansión de la quema no es el puente, sino el avance de la frontera de la soja en el continente, que empujó la ganadería hacia las islas, pero no sólo a sus orillas, como era común en épocas de sequía, sino también a las zonas altas.
Las islas del Delta del Paraná se formaron por el sedimento que arrastra el río en su trayecto desde el norte, desplegándolo en numerosos cursos menores que desembocan en el estuario del Río de la Plata.
Es el principal humedal de Argentina y forma parte de un sistema mayor, que incluye el norteño Pantanal, repartido entre Brasil, Bolivia y Paraguay. Alberga más de 700 especies vegetales y 543 de vertebrados, entre ellas 260 de aves.
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Allí los productores agropecuarios acostumbran a quemar pastos secos a fin de lograr un mejor rebrote de pasturas. Pero el cambio de escala de la ganadería isleña está provocando un desastre.
Jorge Cappato, de la no gubernamental Fundación Proteger, señala que ya no se ven vacas pastando junto a la carretera entre Buenos Aires y la nororiental provincia de Santa fe. "Están en las islas", afirma.
El conocimiento actual sobre conservación de suelo, cambio climático y protección de la biodiversidad, permite afirmar que la quema es una práctica "perimida e irresponsable", más cuando es "masiva y sistemática", señala Cappato. Las cabezas de ganado pasaron entre 2003 y 2005 de 40.000 a 190.000 sólo en las islas de la entrerriana Victoria, cabecera del puente sobre el Paraná que la une con Rosario, en la vecina Santa Fe. El puente contribuyó a aumentar el traslado de vacunos, que antes se realizaba en barcos y ahora en camiones jaula.
Pero además, una ley sancionada en 2004 en Entre Ríos promovió el alquiler de tierras fiscales en las islas para la actividad ganadera, aumentando aun más la presión sobre el suelo.
La cita que da inicio a esta crónica fue extraída del informe "Quemar por Dinero", elaborado en 2004 por el Taller Ecologista de Rosario y el Foro Ecologista de Paraná, que advertía de la necesidad "urgente" de un plan de manejo para evitar mayores daños en el Delta, afectado entonces por un incendio que cubría 25.000 hectáreas.
"Hicimos ese informe porque en Rosario aquel año estuvimos 10 días invadidos por el humo", recordó a IPS Elba Stancich, integrante del Taller. Pero fue necesario otro alerta en 2006, que los autores llamaron "Quemar por Dinero II", con propuestas de manejo sustentable. Tampoco sirvió. Y en 2008, el humo llegó a Buenos Aires.
A comienzos de abril surgieron los primeros focos en las islas del Paraná, en el sur de Entre Ríos y luego en el norte de Buenos Aires. El olor a quemado y el humo aparecieron en la capital argentina y, a pesar de que el problema del fuego en el litoral se arrastraba desde hacía años, pasó otra semana hasta que se detectó su origen.
Sólo entonces, cuando ya se habían registrado dos accidentes fatales en carreteras de la zona por la escasa visibilidad, y el humo había afectado también el sur y suroccidente de Uruguay y su capital, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable se puso manos a la obra.
El fuego se había extendido por más de 70.000 hectáreas y llegó a tener 1.200 focos en su peor momento, un alcance sin precedentes para este período del año en esa región.
Casi 20 días después de iniciado el operativo, las llamas siguen sin extinguirse. Las dificultades de acceso, el humo que resta visión a las aeronaves, los vientos y la falta de lluvias se combinan para que el problema permanezca, argumentan las autoridades del Plan de Manejo del Fuego, dependiente de la Secretaría de Ambiente.
Entretanto, organizaciones no gubernamentales expresaron su "indignación" por la "desidia" del Estado, y culparon al gobierno de Entre Ríos por la ley de arrendamiento de tierras fiscales en las islas.
"Nosotros venimos advirtiendo de esto desde 1996, cuando comenzaron las primeras quemas", recordó Stancich. "En 1999, antes de construirse el puente Rosario-Victoria, sostuvimos que las quemas se iban a agravar", explicó. "La soja ya había empujado ganado hacia las islas en el Paraná desde Formosa", más al norte, precisó.
El puente sólo facilitó y abarató el transporte de los animales, dijo.
Los productores que arrendaron tierras fiscales isleñas son pequeños y grandes. El Estado provincial licitó 160.000 hectáreas y se alquilaron 111.000. Algunos rentaron unas pocas hectáreas, otros 500 u 800, dijo Stancich. Pero la mayoría no son de la zona. Por eso, estima, hay tanta desaprensión a la hora de iniciar un fuego.
Al tiempo que procura sin éxito apagar el incendio, el gobierno nacional identificó a algunos de productores cuyas tierras están bajo fuego y los denunció ante la justicia. Hubo cuatro detenidos. Pero a su vez hubo denuncias y pedidos de investigación contra la Secretaría de Ambiente.
La no gubernamental Fundación para la Defensa del Ambiente denunció a la secretaria de Ambiente, Romina Picolotti, por "incumplimiento de deberes de funcionario público". El titular de la organización, Raúl Montenegro, consideró que la repartición "actuó tarde y mal".
"El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria tenía registrados tres focos de fuego en las islas a comienzos de abril, pero la Secretaría reaccionó casi a mitad de mes, cuando el problema era mucho más grave", remarcó Montenegro.
El viernes, un centenar de vecinos de San Pedro, localidad del norte de Buenos Aires afectada por el humo, partieron en un buque arenero a la isla Vuelta del Sur, en el Delta, que ardía en múltiples focos. Su tarea contribuyó a apagar parte del fuego hasta que la lluvia terminó de extinguir las llamas.
"No somos expertos, somos vecinos, productores, y tenemos nuestros equipos caseros para defendernos del fuego", dijo cuando regresaba Alejandro Guzzo, refiriéndose a un tractor subido a un camión acoplado que fungía de vehículo lanza agua. "Queríamos mostrar que si hay voluntad se puede apagar el fuego, no se trata de una zona inaccesible", aseguró.