El fuerte aumento en el precio de los alimentos, especialmente de la harina, ha desatado en varias ciudades de Afganistán disturbios y saqueos.
Esta semana, manifestantes bloquearon la principal carretera que une la oriental ciudad de Jalalabad con la capital, Kabul, y exigieron al gobierno que imponga el control de precios.
En los mercados de la septentrional Kunduz y en las afueras de Kabul los comerciantes denunciaron que los clientes robaron bolsas de harina.
En todo el país, los afganos están expresando su frustración por el marcado incremento en el precio de la comida. Algunos analistas temen que la inseguridad alimentaria lleve a millones de personas a pasar hambre y genere una inestabilidad política aún mayor. "Algo tiene que cambiar. Mi vida es espantosa", afirmó Zahir, un recolector de basura. Intentaba comprar harina para su familia de 11 miembros, algo que se ha vuelto crecientemente dificultoso en los últimos meses. "Ya no podemos comer a causa de los aumentos", agregó.
"Mi hijo más pequeño llora todos los días pidiendo pan. Mire a la gente que nos rodea", dijo señalando con un movimiento de su brazo a un grupo de trabajadores, "ya no pueden comer todos los días".
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El precio de la harina prácticamente se duplicó en los primeros meses de este año. El arroz aumentó 38 por ciento y otros ingredientes básicos de la dieta de los pobres han experimentado incrementos similares.
Muchos culpan a los políticos. "Los legisladores reciben centenares de miles de dólares de donantes internacionales, pero jamás se preocuparon por solucionar este problema", afirmó Zahir. Mientras hablaba, a los gritos, una indignada multitud se congregó a su alrededor para denunciar al gobierno y asegurar que el precio de los alimentos estaba destruyendo sus vidas.
"No puedo comprar medicamentos porque gasto todo lo que tengo en pan", dijo uno de ellos.
Los expertos afirman que el gobierno debe hacer más para enfrentar el problema, pero coinciden en que sus causas no son totalmente atribuibles a las autoridades locales, ya que muchas de ellas se originan en la evolución de los precios en el mercado internacional.
Haroun Mir, del Centro Afgano para la Investigación y Estudios de Políticas, señaló que el país no cuenta con fuentes diversificadas de alimentos. A pesar de los esfuerzos realizados para resucitar al sector agrícola, Afganistán depende de importaciones de naciones vecinas como Irán y Pakistán, lo que lo deja indefenso ante las fluctuaciones de la oferta.
"Irán compra los excedentes regionales para abastecer sus reservas estratégicas de alimentos, empujando así los precios al alza", dijo Mir.
Cuando Pakistán decidió imponer restricciones a sus exportaciones, para proteger a su mercado interno, la escalada de precios fue mayor y generó un gran resentimiento entre los afganos respecto de su vecino. En las protestas de esta semana en Jalalabad, las consignas contra el gobierno se mezclaron con las que decían "Abajo Pakistán".
Los analistas apuntan que la guerra y la producción de droga reducen la producción local de alimentos y alimentan la inflación. En las tierras más fértiles se cultivan adormideras, porque el opio es mucho más rentable que el trigo. La existencia de campos minados impide que se los utilice para la siembra.
Pero los expertos también mencionan factores globales como la fuente principal de los problemas actuales. Un informe difundido por la Evaluación Internacional del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (Iaastd, por sus siglas en inglés), destacó que la inseguridad alimentaria no responde a una reducción en la oferta sino a su desigual distribución.
"La agricultura moderna ha incrementado significativamente la producción. Pero los beneficios se han esparcido de manera poco equitativa y a un precio intolerable, pagado por los pequeños agricultores y el ambiente", señaló el estudio.
El análisis critica a los países ricos, "que se oponen férreamente a cualquier cambio en los mecanismos comerciales y las políticas de subsidios agrícolas. Sin reformas, muchos países pobres afrontarán tiempos duros". Entre ellos figura Afganistán, donde más de la mitad de su población vive debajo de la línea de pobreza.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación estima que Afganistán necesita importar más de 500.000 toneladas de trigo para hacer frente a las necesidades que plantea la crisis actual.
Sin embargo, el director para Afganistán del Programa Mundial de Alimentos, Rick Corsino, duda que haya un pronto alivio de la situación. "Casi nadie cree que los factores que dispararon el precio del trigo a niveles récord vayan a desaparecer. Nadie piensa que se volverá a los valores vigentes hace 12 ó 18 meses", afirmó.