George W. Bush trata de consolidar, en sus últimos meses como presidente de Estados Unidos, los cimientos del edificio central de su agenda a nivel nacional: su Programa para Organizaciones Comunitarias y Basadas sobre la Fe.
El plan fue presentado con bombos y platillos en enero de 2001, apenas iniciado el mandato de Bush. Pero su séptimo aniversario no fue conmemorado con mayor pirotecnia.
Al comenzar su primera presidencia, muchos grupos religiosos y comunitarios "suministraban asistencia efectiva a la gente necesitada" sin ayuda del gobierno, dijo Bush el 29 de enero, en la sede de "Jericho", programa de la Iniciativa de Reinserción de Presos de la Iglesia Episcopalista en Baltimore.
Ahora, agregó en esa ocasión, las autoridades federales sí asisten a esas organizaciones.
Un día antes, en el discurso presidencial anual sobre el Estado de la Unión ante el Congreso en Washington, Bush urgió a los legisladores a institucionalizar permanentemente su política de iniciativas basadas sobre la fe.
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La Oficina de la Casa Blanca para Programas con Organizaciones Comunitarias y Basadas sobre la Fe (OFBCI, por sus siglas en inglés) publicó a fines de febrero su informe "La revolución silenciosa", que detalla sus siete años de labor.
El actual director de la OFBCI, Jay Hein, afirmó que no se trata "de un informe o evaluación final", sino de una relación de sus "avances".
En el prólogo del informe, Bush sostuvo que su programa ubicó "a las organizaciones comunitarias y basadas sobre la fe en el centro de la respuesta gubernamental a las necesidades humanas".
Para el mandatario, la iniciativa "se ha desarrollado con poca fanfarria", a pesar de haber financiado sólo en 2006 a 18.000 organizaciones, en beneficio de "jóvenes en riesgo, víctimas de desastres, adictos en recuperación, presos liberados, individuos con VIH, personas sin techo y muchos otros".
Sin embargo, la iniciativa fue blanco de fuego cruzado desde tiendas liberales y también desde las conservadoras.
Al comienzo, las organizaciones liberales cuestionaron su necesidad, la posible caída de la muralla entre iglesia y Estado y la pertinencia de la "opción caritativa", disposición legal vigente desde 1996 que permite a grupos religiosos competir por fondos para servicios sociales y manejarlos con poco control gubernamental.
Por su parte, conservadores célebres como los evangelistas Pat Robertson y Jerry Falwell manifestaron su preocupación ante la posibilidad de que los fondos se dirigieran a instituciones religiosas que ellos detestan, como la Nación del Islam, la Iglesia de la Cienciología y la Sociedad Internacional para la Conciencia Krishna.
Nuevas críticas conservadoras se sumaron hace poco: según éstas, el gobierno usa la iniciativa como arma política sin cumplir con las promesas de financiamiento formuladas en ese marco.
Uno de los principales críticos es, paradójicamente, David Kuo, ex segundo de la OFBCI y autor de "Tempting Faith: An Inside Story of Political Seduction" ("Tentando a la fe: Una historia de seducción política desde adentro").
"Si hubieran cumplido sus promesas, no habría ninguna necesidad" de publicar "La revolución silenciosa", al que Kuo describió como "satinado documento de relaciones públicas que sólo demuestra los grandes fracasos de la iniciativa", sostuvo luego de conocer el informe.
Evaluar los resultados del proyecto no es tarea fácil, más allá del éxito exhibido en el informe. De todos modos, el apoyo a iniciativas basadas en la fe se ha vuelto una moneda política de extraordinaria fuerza.
En primer lugar, no hay modo adecuado de considerar si una organización de fe está más capacitada que una laica para realizar un servicio social.
Pero aun así, la iniciativa sirvió para apuntalar la imagen de Bush ante sus votantes cristianos y para reclutar representantes de minorías religiosas.
De todos modos, a pesar de los intentos, el presidente no logró que el Congreso legislativo institucionalizara por ley el esquema de la Casa Blanca.
Uno de los obstáculos fue puesto por las propias instituciones religiosas, que insisten en que se les permita esquivar las leyes de derechos civiles que prohíben la discriminación sobre la base de la fe para la contratación de personal.
La iniciativa de Bush será un "legado contradictorio", dijo a la revista Christianity Today el primer director de la OFBCI, John Dilulio, profesor de la Universidad de Pennsylvania y autor de "Godoy Republic: A Centrist Blueprint for America's Faith-Based Future" ("República divina: Mapa centrista para un futuro basado en la fe para Estados Unidos").
El programa de la Casa Blanca puso a las instituciones religiosas "en la agenda popular y en la política", agregó Dilulio, cuyo cese en la OFBCI respondió a presiones de instituciones cristianas conservadoras.
Dilulio se opuso en su gestión a "dar dólares del gobierno a agencias con códigos de comportamiento cristianos y que sólo contratan a cristianos".
"No hay evidencia empírica de que los programas que promueven la transformación espiritual tengan más posibilidades de éxito" que los desarrollados por instituciones seculares, agregó.
Ninguno de los principales aspirantes a suceder a Bush —el candidato del gobernante Partido Republicano, John McCain, y los aún en competencia Hillary Rodham Clinton y Barack Obama, del opositor Partido Demócrata— revelaron aún cuál creen que deba ser el futuro de la OFBCI
Pero todos ellos, entrevistados por Christianity Today "manifestaron su apoyo al financiamiento (del gobierno) federal a los servicios sociales basados sobre la fe".
* Bill Berkowitz es un connotado observador del movimiento conservador estadounidense. Publica periódicamente la columna "Conservative Watch" en la revista electrónica WorkingForChange.org