RELIGIÓN-ASIA CENTRAL: Modernidad de la mano del Islam

Al valle de Fergana en Kirguistán, en la frontera con Tayikistán y Uzbekistán en el corazón de Asia central, se lo suele caracterizar por la inestabilidad, los violentos conflictos y el fundamentalismo islámico.

Pero un análisis exhaustivo revela una situación más compleja. Los tres países de esa región montañosa densamente poblada luchan por crear estados modernos tras la disolución de la Unión Soviética, pero el proceso ha sido tumultuoso.

En Tayikistán estalló en los años 90 una guerra civil entre facciones políticas. En Kirguistán se desató la "revolución de los tulipanes" en 2006. Ese mismo año, 100 personas murieron cuando el gobierno uzbeko reprimió protestas en la ciudad de Andijan, en el valle de Fergana.

Mientras, los tres gobiernos tomaron medidas contra organizaciones armadas islamistas como Hizb-ut-Tahrir y el Movimiento Islámico de Uzbekistán.

Y hace poco surgió un nuevo grupo llamado Turbantes Negros en la ciudad uzbeka de Kokand, según versiones de prensa.

Pero la descripción del valle de Fergana como una zona violenta y e inclinada al islamismo no es exacta, según el presidente del Instituto de Asia central y el Cáucaso de la Universidad estadounidense Johns Hopkins, S. Frederick Starr.

"Hay una tendencia a dramatizar y considerar que la región tiene una serie de problemas insolubles, pero eso no es cierto", señaló Starr en un seminario dedicado al valle de Fergana, realizado en Washington por la Fundación Sasakawa para la Paz.

"La región no es un polvorín. Hubo incidentes en los tres países. Los conflictos anteriores a 1991 se originaron por problemas étnicos. Pero las fronteras siguen siendo las mismas. Y los enfrentamientos fueron bastante limitados, dadas las complicaciones de la independencia", añadió.

Ciertos factores moderaron los conflictos.

"El suelo es bueno. Las tierras cultivables, si son bien irrigadas, son espectaculares. Si escasea el dinero, la población aún puede alimentarse. Y la gente se conoce entre sí… Las familias viven juntas desde hace cientos y miles de años", apuntó.

Pero el experto tayiko Pulat Shozimov describió un valle de Fergana muy diferente.

Shozimov es uno de los tres editores de un proyecto de investigación multidisciplinario patrocinado por el Instituto Asia Central-Cáucaso que reunió a 24 académicos de los tres países.

"Es un proyecto de investigación modelo, un espacio libre para una discusión abierta acerca de problemas clave, hacia el descubrimiento de nuevas posibilidades para el valle de Fergana", indicó Shozimov.

La investigación "será el panoram más completo de esa región que se haya hecho en los últimos 50 años", sostuvo Starr. "Lo que lograron nuestros tres editores, uno por cada país, es crear un ambiente positivo para una verdadera colaboración regional."

La mayoría de la población del valle de Fergana profesa la versión sunita del Islam, mayoritaria en el geográficamente lejano mundo árabe. Un elemento común en la región tras la caída del régimen ateo soviético fue un reverdecer de la fe.

"Definitivamente hubo un renovado interés por el Islam", según Eric McGlintchey, profesor de ciencias políticas de la estadounidense Universidad George Mason.

"Resulta evidente, sólo con ver las concentraciones humanas que rezan los viernes y por el cambio de vestimenta de la población. Después de 50 años o más de no poder practicar su religión, ahora lo pueden hacer abiertamente. Hay una curiosidad natural", explicó McGlintchey.

Numerosos analistas extranjeros se centraron en el peligro del radicalismo religioso en el valle de Fergana. Pero, según McGlintchey, el Islam radical despierta un interés limitado.

"Hizb-ut-Tahrir opera de forma bastante abierta en Kirguistán, pero menos en Uzbekistán", apuntó. "Sus miembros conocen el discurso, pero los argumentos se les desarman bastante rápido. La mayoría de los religiosos no les tienen respeto. Su estatus se exagera."

Una tendencia más importante, pero menos analizada es el vínculo entre el Islam y la modernización económica.

El Partido del Renacimiento Islámico de Tayikistán, por ejemplo, creció hasta abarcar a una emergente clase media. "Por ahora no tienen un programa económico claro", señaló Shozimov.

Este sector observa al gobernante Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Turquía en busca de un modelo que combine valores islámicos con una estructura democrática y una economía moderna y globalizada.

"Fue necesario que un partido musulmán llegara al gobierno para que Turquía tomara el camino de la democracia. Podría apreciarse una dinámica similar en Tayikistán", coincidió McGlinchey. El experto observó una tendencia similar en Uzbekistán.

"Hay un círculo virtuoso que conecta el capital social islámico y el crecimiento económico", arguyó.

"En Andijan, los empresarios congregaron a ciudadanos devotos, a diferencia de las autoridades que suelen ser corruptas y no son muy confiables", indicó McGlinchey.

"Los empresarios hicieron un fondo económico común y pudieron desarrollar diferentes negocios. Otros los miran y piensan: 'Quiero trabajar en sus fábricas y aprender religión'", apuntó.

En el valle de Fergana surgieron nuevas iniciativas de cooperación y nuevos modelos económicos y políticos para modernizar el Islam.

La frialdad que domina a la mayoría de las relaciones entre los tres países no contribuye a fomentar la nueva tendencia, que igual surge desde abajo.

"A pesar de la tensión obvia entre los tres países", arguyó Starr, "los pueblos se conocen muy bien e interactúan desde hace siglos y saben cómo mantener relaciones prácticas, aun en tiempos de conflictos".

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