PAKISTÁN: Atentados sacuden alianza con EEUU

El parlamento de Pakistán, que concretó este lunes su sesión inaugural tras los comicios legislativos de febrero, deberá prestar seria atención a la ola de atentados con bombas que sacude al país, el último de los cuales mató a una persona e hirió a 11 en un restaurante italiano frecuentado por occidentales.

Según el jefe de policía de Islamabad, Shahid Nadeem Baloch, en el ataque del sábado al restaurante Luna Caprese perdió la vida una mujer turca que trabajaba como niñera en la embajada de Estados Unidos.

Entre los heridos hubo cinco ciudadanos estadounidenses. Cuatro eran agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI). Los otros fueron tres británicos, dos japoneses y un canadiense.

Durante el último año, los militantes islamistas pakistaníes habían elegido como blanco de sus atentados con bombas a edificios o personal del ejército o la policía y a políticos considerados prooccidentales, comenzando por el presidente Pervez Musharraf.

La explosión del sábado se produjo en una de las áreas más concurridas de la capital, el centro comercial Jinnah, que está habitualmente abarrotado de personas durante la noche y es considerado un área sensible por la proximidad de las residencias de varios diplomáticos occidentales.
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Existe temor en Islamabad por el impacto negativo del atentado. Las embajadas de Estados Unidos y de Gran Bretaña ya difundieron avisos oficiales a los ciudadanos de esos países que podrían generar un éxodo de extranjeros, incluido personal de las representaciones diplomáticas británica, canadiense y estadounidense.

"El atentado del sábado fue el primero en la capital donde los extranjeros fueron tomados como blanco directo desde el ataque de 2002 a una iglesia en la zona de embajadas de Islamabad", dijo el ministro del Interior interino, Hamid Nawaz.

Muchos miembros de la clase dirigente pakistaní creen que el atentado del sábado buscó ejercer presión sobre el nuevo gobierno, controlado por la oposición a Musharraf, para que ponga fin al creciente papel del país en la "guerra contra el terrorismo".

El domingo, un ataque con un misil en Waziristán del Sur, área tribal fronteriza con Afganistán, mató a 20 personal, según la televisión estatal de Pakistán. Varios ataques de esas características fueron realizados por las tropas de la coalición occidental, liderada por Estados Unidos, que en 2001 invadió Afganistán.

Como consecuencia de esas acciones la popularidad de Musharraf se deterioro aún más. En el último de esos ataques murió uno de los máximos dirigentes de la organización terrorista Al Qaeda, Abu Laith al-Libi.

Se considera que 2007 fue el año más sangriento desde que Pakistán se sumó a la guerra de Estados Unidos contra Al Qaeda, la milicia islamista afgana Talibán y otros grupos. Más de 1.100 personas murieron en atentados con bombas y ataques suicidas.

Pero 2008 podría ser aun peor, si se toma en cuenta que durante los primeros 75 días del año ya han muerto 188 personas en 17 atentados con bombas.

El ataque del sábado fue el tercero en una ciudad importante del país durante este mes. El 4 de marzo dos terroristas suicidas atentaron contra la Escuela de Guerra Naval de Lahore, donde murieron ocho personas. En la misma ciudad, el 11 de marzo, 32 perdieron la vida en otros dos ataques suicidas contra el edificio de la Agencia Federal de Investigaciones.

Las autoridades pakistaníes buscaron la asistencia de expertos estadounidenses en contraterrorismo. Fuentes de inteligencia locales comentaron que los cuatro agentes del FBI heridos por la bomba que explotó en el restaurante eran parte de una fuerza especial de siete miembros.

La inteligencia pakistaní considera que el grupo insurgente Harkatul Jehadul Islami (HUJI), vinculado a Al Qaeda y los talibanes, sería responsable por los atentados en Islamabad y Lahore.

Probablemente se trata de una venganza por el arresto de su líder Qari Saifullah Akhtar el 26 de febrero, a quien se acusa de estar involucrado en el asesinato de la dos veces ex primera ministra Benazir Bhutto (1988-1990, 1993-1996), el 27 de diciembre.

A causa del aumento en el número de atentados crecen los cuestionamientos a la estrategia de Musharraf para combatir a Al Qaeda y la milicia Talibán. Los críticos señalan que el apoyo a la "guerra contra el terrorismo" de Washington en Afganistán alimentó la violencia en Pakistán.

"La mayoría de los pakistaníes se rehúsa a creer que las operaciones militares en las áreas tribales o en otras partes del país responden a nuestro interés. Las consideran una guerra peleada en nuestro territorio a pedido de Estados Unidos, para promover y proteger los intereses estadounidenses. Es la guerra de otros y es impopular", dijo a IPS el experto en terrorismo Rahimullah Yousafzai.

Para la analista Nasim Zebra, "no hay evidencia de que la decisión de Mushrraf de convertir a Pakistán en aliado de Estados Unidos haya producido resultados positivos en los últimos cinco años".

"De hecho, nos unimos a la 'guerra contra el terrorismo' sin una estrategia sobre dónde poner un límite, o cómo proteger la vida, los derechos y la dignidad de los pakistaníes. En lugar de salir de la línea de fuego de Estados Unidos, atrajimos el fuego a nuestra casa, concediendo a Washington acceso a nuestro espacio aéreo y nuestras bases", señaló a IPS.

"Ahora que los militantes extremistas están presionando al nuevo gobierno para que revea la política proestadounidense, el mayor desafío es llegar a un consenso nacional, con el liderazgo de los políticos, sobre cómo combatir este derramamiento de sangre sin fin", concluyó Zebra.

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