DÍA DE LAS MUJERES: La ciencia dejó de ser el Club de Tobi

La científica Henrietta Edmonds realizó hace siete años en el mar Ártico un asombroso descubrimiento: humeantes columnas de arremolinada agua caliente 3.000 metros debajo de la superficie helada, indicios de chimeneas hidrotermales en el lecho marino.

Las chimeneas hidrotermales son géiseres cuya fuente de calor es el magma (masas ígneas en el interior de la Tierra), que crean montículos de minerales y albergan organismos biológicos únicos, como los enormes gusanos tubícolas hallados en el océano Pacífico.

"Me dije: 'No puede ser.' Pero las seguí viendo (a las chimeneas) en los días siguientes", dijo a IPS Edmonds, geoquímica y profesora de la Universidad de Texas.

Eran muchas chimeneas. Muchísimas.

Edmonds es una de muchas mujeres que eligieron trabajar en la investigación científica de campo. O sea, los exploradores de estos tiempos. No se conforman con pasar el tiempo en la tranquilidad de un laboratorio analizando datos: salen a recoger su propia información en el terreno.
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El año pasado, Edmonds regresó al Ártico en una expedición de 40 días, a bordo del barco sueco Oden, para continuar explorando las chimeneas geotermales en el lecho marino junto con otras cuatro decenas de científicos.

"Por un minuto, pienso en mis horarios de clase en la Universidad. Y a continuación, me digo: 'Tengo que ir'", recordó.

El periplo del año pasado no tuvo éxito en su objetivo de ubicar chimeneas geotermales, pero Edmonds volverá a intentarlo, sin dudarlo.

"Amo el Ártico. La sensación que dan las exploraciones es realmente apasionante", dijo.

Más al sur, en el mar de Chukchi, al norte del estrecho de Bering y a 100 millas náuticas de la costa, la ecologista marina Jackie Grebmeier y su equipo viajan cada mayo a bordo de un rompehielos canadiense.

"En marzo, abril y mayo, el sol regresa pero hay mucho hielo por todas partes. Necesitamos el rompehielos", dijo a IPS Grebmeier, de la estadounidense Universidad de Tennessee.

La investigadora estudia en el terreno los cambios del ecosistema ártico causados por el recalentamiento del planeta. Esta región, básicamente, está adquiriendo un patrón climático propio de áreas subárticas, aseguró.

El hielo se derrite más temprano en la primavera, y no queda cubierto tanto mar, explicó. La temperatura del mar de Bering del Sur aumentó entre uno y dos grados centígrados, en la superficie y en el fondo, según Grebmeier.

La veterinaria Zoë Jewell se gana la vida rastreando especies de rinoceronte en peligro de extinción, en el corazón de las selvas de África austral, Camerún y Borneo. Al mantener un censo constante de esos animales, está en condiciones de presionar a gobiernos por su protección.

"Tenemos la llave que desbloquea el financiamiento" necesario para la instalación de cercas o la contratación de guardabosques, dijo Jewell, cofundadora de la organización Rhinowatch de Zimbabwe.

Quedan apenas 18.000 rinocerontes en total en todo el mundo. Entre ellos, apenas 2.600 rinocerontes negros, conocidos por su agresividad.

El método de Jewell, diseñado por ella misma y denominado Wildtrack, permite rastrear animales sin invadir sus territorios. Su equipo fotografía las huellas, únicas para cada espécimen, de las patas de estos animales. Luego, procesa las imágenes en computadoras e identifica a los rinocerontes.

Entre los miembros de su equipo figuran indígenas bosquimanos, avezados exploradores nativos de África austral.

En la isla de Borneo, en el sudeste asiático, Jewell y su equipo rastrean rinocerontes de Sumatra, de los que quedan apenas 30 especímenes "muy, muy escurridizos".

Y que nadie espere encontrar a Betsy Colburn en su casa de Massachusetts en la primavera boreal: esta ecóloga acuática estudia las lagunas vernales, grandes charcos temporales que se forman en tiempos de lluvia y que, por lo general, se secan en el verano.

Estas piscinas primaverales se llenan de insectos, salamandras y ranas, y son esenciales para la salud del ecosistema boscoso.

Colburn conoce muy bien 14 lagunas vernales de Massachussetts, a las que estudia desde hace cinco años. La actividad de los abundantes insectos aumenta por las noches, en especial cuando llueve.

Por lo tanto, esta científica se encuentra estudiando en muchísimas ocasiones pequeñísimas larvas en una laguna, a oscuras y bajo la lluvia.

"No creo que salvar a las salamandras curará el cáncer, pero enriquecerá nuestras vidas", dijo Colburn a IPS.

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