«Marcharé en contra de los miembros de la fuerza pública que traicionaron el honor militar, el honor policial y a la patria, vendiéndose a paramilitares y narcotraficantes para servir a sus intereses», dijo el senador colombiano Juan Manuel Galán en el sitio donde su padre fue asesinado en 1989.
Los marchantes avanzaban al "Homenaje nacional a las víctimas del paramilitarismo, la parapolítica y los crímenes de Estado" —en este país con casi medio siglo de conflicto armado—, realizado este jueves en total calma en más de 20 ciudades colombianas y en más de 100 en todo el mundo.
El asesinado candidato presidencial del Partido Liberal, Luis Carlos Galán, fue homenajeado el miércoles en la plaza del municipio de Soacha, contiguo a Bogotá, por víctimas y sobrevivientes del desplazamiento, la desaparición forzada y los efectos del Plan Colombia, financiado por Estados Unidos para combatir a la guerrilla y el narcotráfico.
Fue un alto en el trayecto iniciado el martes en Flandes, población situada 150 kilómetros al suroccidente de la capital, en el departamento de Tolima.
Este jueves por la mañana continuaron hasta la central Plaza de Bolívar, uniéndose a sobrevivientes procedentes de apartadas regiones colombianas.
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La guerra colombiana data de 1964. Entre 1982 y 2005, casi cuatro millones de personas fueron desplazadas y despojadas de sus tierras, y al menos 15.000 fueron desaparecidas.
El procurador general de la República, Edgardo Maya, encabezó el desfile de servidores públicos que se sumaron al acto, pese a que su asistencia había sido criticada por el asesor presidencial José Obdulio Gaviria.
"Avanzamos en esta marcha pacífica, en homenaje a todas las víctimas del conflicto y en especial por las causadas por el paramilitarismo", dijo Maya a IPS.
Las milicias paramilitares ultraderechistas se sumaron en los años 80 a la fuerza pública en su combate contra la insurgencia, y son consideradas por las Naciones Unidas como principales responsables de los crímenes atroces del conflicto.
En los últimos años, los paramilitares han protagonizado una desmovilización parcial pactada con el gobierno de Álvaro Uribe, a cambio de beneficios penales y el compromiso del gobierno de no extraditarlos a Estados Unidos, donde pesan sobre ellos cargos de narcotráfico.
"Es importante que tomemos conciencia y evitemos todo tipo de descalificaciones entre grupos", agregó.
Junto con los funcionarios públicos que se sumaron a la marcha, iban 200 observadores internacionales y el político Luis Eladio Pérez, liberado el 27 de febrero tras seis años como rehén en la selva, por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), insurgencia izquierdista alzada en armas en 1964.
También caminó el profesor Gustavo Moncayo, quien clama por la liberación de su hijo, el cabo Pablo Emilio, capturado por las FARC en Patascoy, sur del país, en diciembre de 1997.
Miles de rostros anónimos avanzaron en representación de víctimas queridas, muchos portando sus fotografías.
"En 15 años es la primera vez que salgo a protestar. Siempre siento una cosa fea cuando me acuerdo de los hombres con camuflado que entraron a la finca, me amenazaron y mataron a mis dos sobrinos", dijo a IPS María Rodríguez, de 47 años.
De los 15.000 desaparecidos registrados en los últimos años, unos 3.000 fueron enterrados en fosas comunes, mientras resulta imposible saber cuántos cadáveres fueron arrojados a los ríos.
"La desaparición es un crimen monstruoso", dijo a IPS el ex alcalde de Bogotá, Antanas Mockus. "Por eso, con gran sentido colectivo, iniciamos esta movilización en el río Magdalena", continuó.
"Nos inspiramos en un testimonio audiovisual de la artista Clemencia Echeverri, que mostró hace poco, en una sofisticada galería bogotana, la grabación nocturna desde las dos orillas del río Cauca, en Caucasia", en la noroccidental Antioquia, relató Mockus.
"El audiovisual registra el sonido del agua, y sobre él se escuchan gritos de campesinos, motosierras funcionando, o se ven personas con palos, sacando ropa", agregó.
Testimonios de sobrevivientes y de paramilitares dan cuenta del uso habitual de la motosierra que éstos hacían para desmembrar vivas a sus víctimas.
Justicia y Paz enfatiza que en el mismo período de 1982 a 2005 fueron asesinados 1.700 indígenas, 2.550 sindicalistas y cerca de 5.000 miembros del partido político Unión Patriótica.
"Los paramilitares perpetraron más de 3.500 masacres, robaron más de seis millones de hectáreas de tierra, y después de su desmovilización, asesinaron 600 personas cada año. Además, lograron el control del 35 por ciento del Congreso de la República", señala el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice), organizador de la marcha.
El periodista Guillermo Cano, director del periódico El Espectador, fue asesinado en 1986 por denunciar en su columna "Libreta de Apuntes", actos "de paramilitarismo y narcotráfico bajo el silencio cómplice del gobierno", se lee en los registros bibliográficos.
En 1987 fue asesinado el defensor de derechos humanos Héctor Abad Gómez, una historia que registra su hijo, el periodista Héctor Abad Faciolince, en "El olvido que seremos".
En 1989 fue muerto el político de izquierda José Antequera. Su hijo, del mismo nombre, recuerda que, a los cinco años, no pudo entender la razón de su muerte.
"Hoy tampoco", aseguró en una jornada de vigilia el domingo en esta misma Plaza de Bolívar.
En 1990 fueron asesinados los candidatos presidenciales de izquierda, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro. En 1994 le tocó esa suerte al senador de la Unión Patriótica, Manuel Cepeda.
Historias que se repiten a lo largo de los años en todas las esferas de la vida colombiana.
"Nicolás tenía 15 años el 1 de mayo de 2005. Marchaba junto con estudiantes y gente del común, de manera tranquila, cuando el ejército empezó a tirar gases lacrimógenos, arbitrariamente, porque no había disturbios", fue un testimonio leído por una mujer.
"Nicolás, que tenía asma, quedó paralizado por los gases y fue acribillado a golpes por ocho Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios). A los pocos días murió en la clínica. Y su padre, que está aquí con nosotros, ha sido amenazado de manera constante por la policía y le hicieron un atentado", continuó la lectora
El senador Juan Manuel Galán, del opositor Partido Liberal, dijo ante la multitud en Soacha: "Marcharé contra el ex teniente Carlos Flores del ejército nacional, contra el general (r) Miguel Maza Márquez, entonces director del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), y contra el general Oscar Peláez, de la policía nacional, que participaron en el complot que terminó con la vida de mi padre".
Este jueves, las columnas llegaban y se iban para dar lugar a otras en la Plaza de Bolívar, en un clima sin crispaciones, pero cargado de emoción.
Presente en el lugar, el politólogo estadounidense Marc Chernik, de la Universidad de Georgetown, dijo a IPS que "siento alivio y alegría de que se demuestre que todavía hay gente que quiere hacerse oír, a pesar de que había tanta presión para no salir" a la calle, y agregó que esto es una puerta que se abre a la democracia.
El poeta Jotamario Arbeláez leyó su texto "Un día después de la guerra".
En cambio, un tema ausente de las conversaciones y las proclamas fue la grave crisis diplomática que el gobierno colombiano vive con sus vecinos Ecuador, Venezuela y Nicaragua.
IPS preguntó a un grupo de personas que ingresaron a la plaza con un cartel que rezaba "Viva Chávez" qué les había dicho la gente mientras recorrían las calles. "De todo, y que nos vayamos a Venezuela", contestó un joven.
El coordinador del Movice, Iván Cepeda, hijo del asesinado senador, se dirigió a la multitud: "Gracias, Colombia. Este es el comienzo, no el fin de nuestra lucha".
* Con aportes de Constanza Vieira (Bogotá).