A pesar de su fuerte respaldo al presidente Álvaro Uribe, Estados Unidos no jugó un papel diplomático significativo en la resolución de la crisis internacional desatada el sábado por el bombardeo de Colombia contra guerrilleros en territorio de Ecuador.
El incidente, en que murieron al menos 22 miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) entre los que figuraba el portavoz internacional de esa guerrilla, "Raúl Reyes", llevó a Quito a romper relaciones diplomáticas con Bogotá.
Al mismo tiempo, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ordenó el despliegue de tropas y tanques en la frontera de su país con Colombia.
El presidente estadounidense George W. Bush aprovechó la ocasión para presionar al Congreso legislativo por la aprobación del acuerdo de libre comercio con Colombia pendiente de ratificación.
Washington considera que el tratado es una muralla contra los gobiernos de la región a los que considera radicales, liderados por Chávez.
"Mi mensaje al Congreso de Estados Unidos es que este acuerdo comercial no es tanto una cuestión de sagacidad económica como de seguridad nacional", dijo Bush a la prensa el martes, luego de hablar por teléfono con Uribe.
"Si no se aprueba el acuerdo, dejaremos solo a nuestro estrecho aliado, dañaremos nuestra credibilidad en la región y envalentonaremos a los demagogos de nuestro hemisferio" occidental, declaró.
Las declaraciones de Bush causaron consternación entre expertos estadounidenses y de América del Sur, no sólo por enunciar un peculiar vínculo entre comercio, guerra y paz, sino también por constituir un apoyo incondicional a Uribe en momentos de creciente tensión.
"Cuanto más podamos mantener este problema en la esfera latinoamericana, mejores serán las posibilidades de una solución que evite la polarización en la región", dijo el canciller brasileño Celso Amorim, mediador clave en la crisis, al ser consultado sobre las declaraciones de Bush.
Adam Isaacson, experto en cuestiones colombianas del Centro para la Política Internacional con sede en Washington, consideró que las palabras de Bush fueron "algo cínicas".
"Según Bush, lo que importa no es conducir una ofensiva diplomática para calmar la situación o aumentar la asistencia a la región, sino que los legisladores del Partido Demócrata voten el libre comercio con Colombia", explicó.
Pero, luego del incidente, es menos probable aún que los demócratas voten la ratificación del tratado, agregó.
Al margen de su exhortación a la aprobación del acuerdo de libre comercio, la reacción estadounidense a la crisis colombiano-ecuatoriana ha sido relativamente contenida.
Los diplomáticos estadounidenses consintieron el desarrollo de los esfuerzos de mediación encabezados por Brasil y el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza.
Estas negociaciones culminaron con la aprobación unánime de una resolución en la Asamblea de la OEA reunida en Washington este miércoles, que ordena la investigación del incidente y convoca a una conferencia de cancilleres para la revisión de sus resultados.
En el por ocasiones enconado debate suscitado en la OEA, Estados Unidos fue el único entre los 34 miembros activos de la organización que apoyó a Colombia, país que, a su vez, admitió la incursión de sus fuerzas en territorio ecuatoriano y pidió disculpas por la acción.
El ingreso de las tropas colombianas en territorio ecuatoriano se registró luego de que la aviación arrojó bombas de racimo contra el campamento de las FARC, según versiones de fuentes militares citadas por el diario colombiano El Tiempo.
Oficiales colombianos informaron luego a la prensa que Estados Unidos suministró equipo de espionaje e información de inteligencia que los guió al sitio donde se hallaba Raúl Reyes, si bien funcionarios en Washington se rehusaron a confirmar esa versión.
Los diplomáticos estadounidenses "saben que tienen muy poca credibilidad como mediador en esta situación", dijo el experto en cuestiones andinas Michael Shifter, de la organización académica Diálogo Interamericano.
"Estados Unidos está completamente alineado con Colombia, y ya es una creencia bastante aceptada que la ayudó técnicamente a señalar el objetivo. Pero no creo que exista evidencia alguna según la cual la incursión correspondió a una decisión de Washington", agregó.
Durante buena parte del último decenio, Colombia fue, por lejos, el mayor receptor de ayuda militar y de inteligencia de Estados Unidos en América: un promedio de 600 millones de dólares anuales, como colaboración en la lucha contra el narcotráfico y la insurgencia guerrillera.
Por otra parte, Washington también ocupa la base aérea de Manta, en Ecuador, desde donde sus aviones realizan vuelos de vigilancia sobre el área.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, aliado de Chávez, anunció que el uso de Manta concluirá el año próximo, cuando expire el acuerdo al respecto.
"Si Estados Unidos suministró inteligencia en tiempo real para la incursión colombiana —lo cual es muy posible—, Correa se volverá aun más reticente a que colombianos y estadounidenses usen su territorio", sostuvo Isaacson. "Éste es otro clavo en el ataúd de Manta."
El incidente y sus consecuencias diplomáticas parecen dejar en evidencia la pérdida de influencia de Washington en América Latina. Para algunos analistas, incluso, el apoyo tajante a Uribe será contraproducente.
"¿Estados Unidos ayuda a Colombia con una declaración de apoyo?", se preguntó el experto en asuntos andinos Roger Atwood, de la Oficina en Washington para América Latina (WOLA).
"La posición de este gobierno en América Latina está tan hecha jirones que no estoy seguro de que sea así", se contestó. "Los latinoamericanos, sencillamente, ya no le prestan más atención a Bush."