China procura impedir que Taiwan siga los pasos de Kosovo, para lo que refuerza su presencia militar frente a la isla y suma apoyo internacional contra la independencia de lo que considera una provincia renegada.
Mientras la atención internacional se concentraba esta semana en la apertura de la sesión anual del parlamento chino, Beijing advirtió que el presidente taiwanés Chen Shui-bian pagaría "un alto precio" si concretaba el día 22 su plan de convocar un referendo sobre la integración de la isla en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
"La situación al otro lado del estrecho de Taiwán está en una etapa crucial. Jamás permitiremos que nadie, bajo ningún nombre y de ninguna manera, separe a Taiwán de China", dijo a la prensa el portavoz del parlamento chino y ex vicecanciller Jiang Enzhu.
Jiang comentó que Beijing estaba "totalmente dispuesto a repeler cualquier actitud audaz" de Taiwán hacia la independencia. En esa misma ocasión, anunció que el presupuesto militar chino se elevará 18 por ciento este año, hasta alcanzar 57.200 millones de dólares.
China insiste en que este aumento tiene fines de defensa. Pero Estados Unidos considera que el objetivo es Taiwán.
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Un informe difundido esta semana por el Departamento (ministerio) de Defensa estadounidense sobre la capacidad militar de China indica que el gigante asiático está dedicado a desarrollar misiles balísticos y a comprarlos a cualquier país que los fabrique.
El estudio del Pentágono estima que los gastos reales del Ejército de Liberación Popular duplican la cifra admitida oficialmente.
"Un posible enfrentamiento militar con Taiwán y la perspectiva de una intervención armada de Estados Unidos siguen siendo las preocupaciones más inmediatas del Ejército de Liberación Popular", señala.
Cuando faltan pocas semanas para las elecciones presidenciales de Taiwán y para el controvertido referendo sobre la membresía de la ONU, Beijing no escatima esfuerzos en frustrar cualquier intento de Taipei por seguir los pasos de Kosovo, que el 17 de febrero se declaró independiente de Serbia.
Asombrada por el apoyo internacional que pesos pesados como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia dieron al diminuto territorio balcánico, China lanzó una ofensiva diplomática con el fin de presionar a esas potencias para que se opongan al referendo, al que considera el equivalente a una declaración de independencia en caso de resultado positivo.
"Un referendo es una expresión de voluntad popular, que si es aprobada será difícil de ignorar", dijo Wang Yiwei, experto en cuestiones taiwanesas.
"De ser aprobado, significará que la mayoría del pueblo taiwanés se ve a sí mismo como país soberano. Sólo de ese modo pueden postularse a miembro de la ONU", agregó.
Taiwán y China han tenido gobiernos separados desde el fin de la guerra civil, con el triunfo de la revolución comunista en 1949, tras el cual las fuerzas nacionalistas huyeron a la isla.
Pero Beijing considera ese territorio insular como una provincia renegada que debe aceptar la reunificación.
Taiwán perdió su escaño en la ONU con la integración de China al foro mundial en 1971. Hoy es reconocido por apenas 23 países, la mayoría de ellos naciones pequeñas y pobres que dependen económicamente de la generosa asistencia de Taipei. Beijing, en cambio, mantiene relaciones diplomáticas con unos 170 países.
En su visita a China el mes pasado, la secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Condoleezza Rice, calificó el referendo de "provocación". Su gobierno reiteró así su posición de evitar un aumento innecesario de las tensiones en la región.
El primer ministro británico Gordon Brown se pronunció en el mismo sentido. "Aplaudimos los pasos de Taiwán hacia la democracia, pero el referendo propuesto no traerá ningún cambio a su estatus en el escenario internacional", dijo a la prensa antes visitar Beijing en enero.
China también se aseguró el apoyo de Francia y Japón en su oposición a la consulta popular.
Taiwán fue colonia japonesa entre 1895 y 1945. Tokio mantiene un estrecho vínculo político y cultural con Taipei. Pero al visitar China a fines del año pasado, el primer ministro japonés Yasuo Fukuda dijo a su par chino Wen Jiabao que su gobierno "no puede apoyar ninguna acción unilateral que aspire a cambiar el statu quo".
China insiste en su compromiso con la reunificación pacífica, pero no deja de amenazar con el uso de la fuerza en caso de que Taiwán avance hacia la independencia.
Según el informe del Pentágono, China suma cada año más de 100 misiles a los 1.000 que ya apuntan hacia la isla. Se estima que unos 400.000 soldados chinos están apostados en la costa frente a Taiwán.
Al mismo tiempo que ofreció el martes a Taiwán un diálogo de paz, el presidente chino Hu Jintao condenó los pasos hacia la independencia como una amenaza a la soberanía de su país.
"Las actividades van contra la firme voluntad nacional de salvaguardar la unidad nacional. Esas actividades no llegarán a ninguna parte", dijo Hu en la apertura de la sesión del parlamento.
Las conversaciones entre las dos partes están congeladas desde 1999, cuando el entonces presidente de Taiwán, Lee Teng-hui, insistió en que las relaciones bilaterales sean descritas como "de estado especial a estado". En la interpretación de Beijing, eso habría equivalido al reconocimiento de la isla como país autónomo.
Hu Jintao ofreció a Taipei conversaciones bajo la política de "una China", el mismo principio que culminó con la reincorporación de Hong Kong y Cantón, pero la isla lo rechazó por considerarlo una condición injusta.