El parque de Shahr-e-Nao (ciudad nueva) de Kabul conoció días mejores. «Era realmente hermoso», dice Torialay, un residente de la capital de Afganistán. «Pero después de la guerra civil a mediados de los 90 nunca fue restaurado», se lamenta.
"Mire este lugar", agrega mientras hace un ademán con su mano, abarcando el área colmada de niños mendigos y hombres sin empleo. "El gobierno y los estadounidenses no han hecho nada por nosotros, no han construido carreteras ni puestos de trabajo. Han tenido seis años, pero no lo hicieron", se queja.
Un creciente número de afganos están expresando su descontento con el gobierno del presidente Hamid Karzai y la presencia extranjera en el país. Karzai asumió en diciembre de 2004, luego de la invasión liderada por Estados Unidos en 2001.
A causa de la rampante corrupción gubernamental y el lento ritmo de la reconstrucción, el apoyo hacia las instituciones oficiales y extranjeras se encuentra en su punto más bajo, advierten los expertos.
Un informe del centro de estudios internacional Consejo Senlis, con sedes en Bruselas, Kabul, Londres y París, señaló que "las promesas de ayuda simplemente no se están materializando en muchas zonas del país. En una ya tensa atmósfera, en medio de la incertidumbre, esto genera ira y resentimiento. Muchos afganos no ven mejoras en sus condiciones de vida y, con frecuencia, creen que han empeorado".
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Según una encuesta de la cadena noticiosa estadounidense ABC, la imagen positiva de Estados Unidos cayó de 68 por ciento hace dos años a 42 por ciento en 2007.
"Los extranjeros no nos ayudan", afirmó Zafar Nafisi. "Han gastado miles de millones de dólares en este país, pero ¿adónde fue el dinero? ¿Porqué estoy sentado acá en el parque sin tener un trabajo", agregó.
Un estudio conjunto de varias organizaciones no gubernamentales que trabajan en Afganistán, reunidas en una asociación conocida por sus siglas en inglés Acbar, reveló que "hasta ahora se han invertido 15.000 millones de dólares, de los cuales 40 por ciento han vuelto a los países donantes en concepto de salarios y ganancias corporativas".
Según el informe, "los donantes no han cumplido con sus compromisos. Gran parte de la ayuda de los países ricos se desperdicia, de manera inefectiva y descoordinada".
El gasto militar de Estados Unidos en Afganistán desde 2001 asciende a 127.000 millones de dólares. Actualmente se ubica en torno a los 36.000 millones de dólares anuales, ó 100 millones diarios, frente a los siete millones de dólares diarios correspondientes a la suma de toda la ayuda internacional no militar destina al país, destaca el estudio de Acbar.
En los dos años posteriores a la invasión de 2001, "Afganistán recibió en concepto de asistencia 57 dólares por habitante, en comparación con los 679 y 233 dólares por habitante destinados a Bosnia y Timor Oriental, respectivamente", según el informe.
Los observadores destacan que la creciente inseguridad alimenta el descontento contra las tropas extranjeras. La violencia se incrementó marcadamente en 2007. El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, informó sobre más de 8.000 muertes relacionadas con el conflicto, con un promedio de 586 incidentes por mes, 40 por ciento más que en 2006.
En las zonas austral y oriental del país, muchos lugares son inaccesibles para los socorristas, mientras florecen las bandas criminales.
En estas áreas, donde los combates entre las tropas de la coalición occidental y la milicia islamista Talibán son particularmente intensos, las tácticas de las fuerzas de ocupación están fortaleciendo a los insurgentes.
"Los ataques aéreos indiscriminados y las irrupciones en las casas de civiles inocentes, en caso de continuar, provocarán la ira de muchas personas", advirtió un funcionario del gobierno.
El año pasado, una encuesta del Consejo Senlis reveló que 27 por ciento de los aldeanos en las áreas rurales australes de Afganistán apoyaban a los talibanes, en comparación con apenas dos por ciento en 2005.
El descontento se extiende a la administración de Karzai. "Yo trabajé para el gobierno, pero me despidieron. Ahora no consigo empleo. Si se quiere tener un trabajo estatal hay que sobornar a alguien, o tener contactos", señaló Torialay.
El subdirector del Centro Afgano de Investigación y Estudios de Políticas, Haroun Mir, afirmó que la corrupción es endémica en todos los niveles del gobierno.
En los más altos, existen poderosos funcionarios que actúan como si estuvieran más allá de la ley y alimentan una cultura de impunidad. En los más bajos, empleados con escasa capacitación y bajos sueldos incorporaron el soborno y otras formas de corrupción a su rutina cotidiana, agregó.
"Nuestro sistema judicial es tan corrupto que ni una sola persona ha sido acusada de corrupción", señaló Mir.