Hace décadas, el notable escritor colombiano Gabriel García Márquez y el también novelista y periodista venezolano Miguel Otero Silva (1908-1985) hicieron un pacto para oponerse a una hipotética guerra entre sus dos países.
Acordaron que, si estallaba tal conflicto, el "Gabo", como también se lo conoce al ganador en 1982 del premio Nobel de Literatura, se echaría a las calles de Bogotá gritando "viva Venezuela", en tanto Otero Silva saldría a las de Caracas exclamando a voz en cuello "viva Colombia", para remarcar una hermandad que juzgaban imposible de romper.
También por aquellos años, cuando ambos gobiernos litigaban por la delimitación de sus espacios marítimos, García Márquez respondió a periodistas en esta capital: "Yo tomo lo de la guerra entre Colombia y Venezuela como lo que es, una mamadera de gallo (venezolanismo por broma o guasa continuada)".
Ahora, al despuntar este mes, en cambio, el escritor encabezó una lista de 67 intelectuales colombianos y venezolanos que, muy seriamente, advirtieron a sus gobiernos contra la escalada de hostilidad y discordia que analistas comienzan a ver como la antesala de un conflicto abierto.
Las relaciones bilaterales se dislocaron después que en noviembre el presidente de Colombia, Álvaro Uribe desautorizó la mediación, tras pocos días de haberla habilitado, de su par de Venezuela, Hugo Chávez, en busca de un acuerdo humanitario para canjear rehenes en manos de las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) por guerrilleros presos.
"Consideramos necesario en estos momentos recordar los fraternales vínculos históricos que unen a nuestras dos naciones a fin de impedir que sobre ellos se imponga una discordia emanada de intereses contrapuestos en los altos niveles del poder", reza el texto de los intelectuales, de apenas 150 palabras.
La lista de venezolanos firmantes la encabeza el historiador y periodista Ramón J. Velásquez, presidente de transición de julio de 1993 a febrero de 1994, después que fue defenestrado el mandatario Carlos Andrés Pérez (1974-1979 y 1989-1993).
"Se trató de una iniciativa de García Márquez que respaldamos, como en mi caso, por el temor de que dirigentes irresponsables pasen de los juegos de palabras a decisiones más graves", dijo a IPS el sociólogo venezolano Tulio Hernández, otro de los firmantes.
"No es la primera vez que un presidente o líder militar emprende una guerra o un conflicto con un vecino para tratar de cohesionarse internamente", alertó Hernández.
Del lado colombiano firmaron escritores como Plinio Apuleyo Mendoza, Laura Restrepo, William Ospina y Luis Fayad, columnistas y periodistas como Daniel Samper, Antonio Caballero, Alberto Casas, Gloria Valencia, Juan Gossaín, Mauricio Vargas y Patricia Lara, los poetas Jaime y Darío Jaramillo y Juan Gustavo Cobos, la actriz Fanny Mickey, el arquitecto Juan Carlos Botero y el editor Roberto Pombo.
En Venezuela, los novelistas Alberto Barrera y Ana Teresa Torres, el dramaturgo Isaac Chocrón, los poetas Rafael Cadenas y Eugenio Montejo, los historiadores Elías Pino Iturrieta, Inés Quintero, Germán Carrera Damas y Manuel Caballero, el humorista Pedro León Zapata, los escritores Elizabeth Burgos y Antonio Sánchez García, el periodista e historiador Simón Alberto Consalvi y los editores Miguel H. Otero y Teodoro Petkoff. "No podemos admitir que el nombre del libertador Simón Bolívar se invoque para dividirnos y no para ratificar una unión establecida desde siempre gracias a una identidad común", sostienen los intelectuales.
El común padre de la patria es invocado a uno y otro lado de la frontera para acompañar pronunciamientos, pero además Chávez bautizó como "revolución bolivariana" el proceso político que dirige, y las FARC incorporaron al héroe a su literatura y consignas.
Los intelectuales dijeron que "los principios y valores que compartimos no nos permiten permanecer indiferentes ante cualquier pronunciamiento oficial que suscite hostilidad y distancia donde siempre hubo y deben prevalecer amistad y acercamiento".
Sostuvieron finalmente que sus inquietudes "son profundamente compartidas a los dos lados de la frontera por una opinión pública que no acepta falsos litigios y divisiones, y se reconoce en un común respeto por las instituciones democráticas, el pluralismo y la defensa de la libertad".
Horas antes de conocerse su declaración, Chávez advirtió que la Fuerza Armada de su país "está alerta", porque, "por instrucciones del imperio (Estados Unidos), el gobierno colombiano ha iniciado una arremetida contra Venezuela y no sabemos hasta dónde pueden llegar".
"Que el gobierno de Colombia se preste para una agresión militar contra Venezuela, eso es posible", aseveró Chávez, y dijo que de ello le han informado "fuentes de inteligencia de otros países de América del Sur".
Recordó, finalmente, que su país comenzará a probar en breve los lanzamientos de misiles con alcance de 200 kilómetros provistos a los cazabombarderos Shukoi recientemente adquiridos en Rusia, junto con otros sistemas de armas.
Chávez ha declarado "congeladas" las relaciones políticas y diplomáticas con Colombia, y ha llamado a Uribe con epítetos como "cobarde, mentiroso, cizañero, maniobrero", amén de "triste peón del imperio", y lo comparó con el jefe mafioso de la novela y película "El Padrino", afirmando que "Vito Corleone se queda corto".
Uribe se ha negado a responder en términos semejantes "por respeto al hermano pueblo de Venezuela", pero funcionarios de su gobierno han acusado a Chávez y a sus colaboradores de complacencia con la guerrilla y lenidad en el combate contra el narcotráfico.
Los altos mandos militares de uno y otro país guardan discreción. El analista Carlos Romero, director del postgrado en Relaciones Internacionales de la Universidad Central de Venezuela, dijo a IPS que, "con certeza, la gran mayoría de la Fuerza Armada venezolana está en contra de un conflicto abierto con Colombia".
A juicio de Romero, "el manifiesto de los intelectuales abona los espacios marcados por empresarios de ambos países y gobiernos de terceros —evocó contactos que habrían hecho Brasilia y La Habana para distender las relaciones— para que el enfrentamiento no pase de ser verbal, y para que no interese el nacionalismo de los pueblos".
Romero sostuvo que "Chávez, antes que un conflicto armado, quiere desmoronar políticamente a Uribe para favorecer el ascenso de otras fuerzas que le permitan sostener su proyecto de una revolución regional, mientras que un Uribe fuerte puede ir a la reelección (una vez más) y dejar su proyecto bolivariano sin margen de crecimiento".
Chávez también pidió reconocer como beligerantes y retirar el calificativo de terroristas a las FARC y a la segunda guerrilla izquierdista de Colombia, el Ejército de Liberación Nacional.
Las FARC, que el pasado enero liberaron a Clara Rojas y Consuelo González y las entregaron a una delegación enviada por Chávez a Colombia y liderada por la Cruz Roja Internacional, anunciaron el domingo que se disponen a dejar libres a los parlamentarios cautivos Gloria Polanco, Luis Eladio Pérez y Orlando Beltrán.