Hay hombres jóvenes que parten en busca de trabajo para mejorar sus ingresos, pero pierden la vida de forma alarmante a causa del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), se lamentan muchos ancianos de esta aldea de Zimbabwe.
Tsholotsho, a unos 150 kilómetros al sudeste de Bulawayo, capital de la occidental provincia de Matebeleland, es una de las muchas comunidades rurales que vieron partir caminando a miles de jóvenes en busca de trabajo rumbo a la vecina Botswana y Sudáfrica.
Pero esa emigración, pese a que contribuye al sustento familiar, tiene un costo muy alto, según los ancianos de esta aldea.
En Zimbabwe, la esperanza de vida de las mujeres es de 34 años y de los hombres de 37 años, según estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Es el país con la esperanza de vida más baja del mundo.
"Se muere mucha gente por enfermedades vinculadas al VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida). Los jóvenes regresan en su lecho de muerte", dijo a IPS Norman Dube, un director de escuela secundaria jubilado y radicado aquí.
"Cada vez hay más niños y niñas criados por sus abuelos", indicó Dube, y remarcó que "a veces se demoran los funerales porque los ancianos dicen que no pueden lidiar con tantos entierros".
La tendencia migratoria, en especial en África subsahariana, resultó ser propicia para la propagación del VIH/sida porque las parejas permanecen separadas largos periodos de tiempo y hay resistencia al uso de preservativos en las comunidades rurales, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y varios especialistas en la materia.
"Los trabajadores emigrantes suelen disponer de ingresos que los llevan a tener múltiples parejas cuando llegan a Sudáfrica", reza una investigación de la Southern African Regional Poverty Network (SARPN).
"Los hombres, además, rara vez usan condón, en especial con sus esposas cuando vuelven a Zimbabwe", añade el estudio titulado "Movilidad y VIH/sida en África Subsahariana".
La crisis económica de Zimbabwe llevó a millones de personas a abandonar el país en busca de trabajo en las naciones vecinas y más lejos también.
Hubo una disminución de los casos de VIH/sida, informó el gobierno el año pasado. Pero eso puede deberse a que la emigración dificultó el registro de las infecciones de forma adecuada, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la OMS.
La prevalencia del VIH bajó a 15,6 por ciento en 2007, respecto de 18,1 por ciento en 2005 y de 24,6 en 2003, según el Ministerio de Salud, pero esa tendencia no se ha reflejado en las comunidades rurales.
La disminución puede ser el resultado de la errónea atribución de muertes a causas naturales y la incapacidad de identificar nuevas enfermedades frente a tasas de mortalidad tan altas, declaró el embajador estadounidense en Zimbabwe, James McGee, en conferencia de prensa en Bulawayo.
El municipio de Bulawayo, bajo control del opositor Movimiento para un Cambio Democrático, enfada a las autoridades por informar que ya no tiene más espacio para entierros por la gran cantidad de muertes vinculadas con la pandemia.
La permanente emigración de mujeres y hombres jóvenes empeora la propagación del VIH/sida, advirtió Maria Guyu, de una organización no gubernamental religiosa que trabaja en Tsholotsho.
"Las comunidades rurales son las más afectadas porque además son las que carecen de recursos importantes para lidiar con la situación", precisó.
"No hay fármacos y los antirretrovirales son desconocidos aquí", remarcó Guyu.
Las terapias antirretrovirales reducen la carga del VIH en el organismo, retardando el avance de la enfermedad y prolongando la vida del paciente.
"Tampoco hay personal porque a los doctores y a las enfermeras jóvenes no les gusta trabajar en zonas rurales. Dependemos de misioneros médicos, pero no es suficiente. Los pacientes necesitan alimentos. Si bien llovió, la gente se muere de hambre", relató Guyu.
Las parejas tienen reticencia a usar preservativos, a pesar de haber permanecido separadas mucho tiempo, porque sienten que implica que uno de ellos fue infiel, según personal médico.
"Es frustrante porque todos parecen saber que los jóvenes, en especial los que se van del país, tienen relaciones sexuales, por la gran cantidad de muertes por VIH/sida, pero aun así hay resistencia al uso de condones", se lamentó una enfermera que trabaja en esta aldea.
"¿Qué vamos a hacer? Hacemos lo que podemos, pero el gran desafío siempre ha sido tratar de convencer a las personas para que cambien sus hábitos sexuales", añadió la enfermera, que pidió reserva de su identidad por temor a perder su empleo.
"La emigración de jóvenes sólo empeoró las cosas", concluyó.