El líder opositor Raila Odinga, designado primer ministro de Kenia en el marco de un acuerdo que estableció un gobierno de «gran coalición» para superar la crisis política, se comprometió a trabajar por la reconstrucción del país y la reconciliación de sus habitantes.
Analistas políticos, sin embargo, se mostraron cautelosos y señalaron que los obstáculos que aún deben superarse requieren la cooperación y voluntad política de las facciones rivales.
El nuevo primer ministro, líder del Movimiento Democrático Naranja (ODM, por sus siglas en inglés) y el presidente Mwai Kibaki, del Partido de Unidad Nacional (PNU) acordaron este jueves formar una coalición de gobierno, luego de una mediación internacional encabezada por Kofi Annan, ex secretario general de la Organización de las Naciones Unidas.
En declaraciones a la cadena de radio y televisión británica BBC, Odinga prometió ocuparse de quienes perdieron su propiedad, sus empleos y de los casi 600.000 desplazados durante la ola de violencia que estalló tras las fraudulentas elecciones del 27 de diciembre, en la que alrededor de 1.500 personas perdieron la vida.
"Esto significa que reconocemos a Kibaki como presidente y que él admite que hubo algunas irregularidades en los comicios", señaló Odinga. La oposición y observadores internacionales denunciaron que el oficialismo había orquestado un fraude masivo.
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Según el acuerdo, los puestos en el gabinete serán divididos en partes iguales entre los dos partidos y Odinga sólo podrá ser desplazado a través de un voto de desconfianza en la legislatura, donde su partido cuenta con una amplia mayoría. También se nombrará a dos viceprimer ministros, uno por cada miembro de la coalición.
"Es un momento histórico para Kenia y debemos celebrarlo", dijo a IPS la analista política Grace Mbugua. "Soy optimista acerca de que el caos llegará a su fin y no resurgirá jamás", agregó.
Otros observadores fueron más cautos. Destacaron que la implementación del acuerdo será un tema delicado y que todavía deben superarse muchos obstáculos para resolver la crisis.
"La jornada está lejos de haber llegado a su fin. De hecho, este es apenas el comienzo", señaló Annan.
El acuerdo debe ser integrado a la Constitución, que actualmente no contempla el cargo de primer ministro. El nuevo gobierno sólo podrá disolverse si lo mismo sucede con la legislatura, si los partidos que lo integran expresan esa voluntad por escrito o si uno de los socios se retira de la coalición.
Odinga expresó su esperanza de que se apruebe la nueva Constitución en un año y se convoque a elecciones en dos, dado que ese es el plazo máximo de vigencia estipulado por Annan para el gobierno compartido.
El acuerdo llegó luego de que Annan, exasperado por la ausencia de progresos, suspendiera las conversaciones el martes. Los negociadores del oficialismo y la oposición estaban empantanados en una serie de cuestiones, fundamentalmente las atribuciones del nuevo primer ministro.
Annan apeló directamente a Kibaki y Odinga para dar a la mediación un nuevo ímpetu.
"En toda negociación hay que ceder. A quienes piensan que sus líderes realizaron demasiadas concesiones, debo decirles que era necesario para sanar a esta nación", dijo Annan el jueves.
El presidente de Tanzania y la Unión Africana, Jakaya Kikwete, se unió el martes a los negociadores para colaborar en la búsqueda de una salida al estancamiento.
"Finalmente tienen un acuerdo para resolver el accidente histórico que se produjo en diciembre, y que ahora se ha vuelto un tema del pasado", dijo. Asimismo urgió a los líderes que aseguraran la implementación de sus cláusulas.
El ex presidente tanzano Benjamin Mkapa (1995-2005), y la activista por los derechos de los niños Graca Machel, esposa de Nelson Mandela, también asistieron en la mediación.
Annan informó que su equipo reanudará este viernes las conversaciones sobre los mecanismos para atender la pobreza, la redacción de la nueva Constitución y la reforma agraria. "Estos temas se encuentran en la raíz de los trágicos episodios que siguieron a las elecciones y deben ser encarados de una vez y para siempre", afirmó.
Esas dificultades han sido reconocidas en el preámbulo del acuerdo entre las facciones rivales: "la crisis desatada por las elecciones de 2007 puso al descubierto profundas y antiguas divisiones de la sociedad keniata. Si no se las atiende, serán una amenaza para la existencia de Kenia como una nación unificada", señaló.
Las tensiones étnicas se sumaron a la crisis política. Kibaki pertenece a la tribu kikuyo, la mayor del país, mientras que Odinga es un luo. Los kikuyos tienen una considerable influencia política y poder económico, lo que los convierte en blanco del resentimiento de otros grupos en este país multiétnico.
El estallido de violencia también fue un duro golpe para la economía, que había mostrado una sostenida tasa de crecimiento durante el primer mandato de Kibaki, entre 2002 y 2007, aunque la corrupción continuó fuera de control.
Sobre el acuerdo del jueves pende la sombra de un fallido entendimiento similar, alcanzado entre Kibaki y Odinga en 2002, antes de los comicios presidenciales de ese año.
La intención era que Odinga se convirtiera en primer ministro, a cambio de su apoyo a la Coalición Arco Iris que Kibaki llevó a la victoria en las urnas. Pero el acuerdo se derrumbó a causa de la creciente enemistad entre ambos.
"Con ese antecedente, creo que ambos ahora deben mantener informado al público sobre sus avances. Esto seguramente reducirá las tensiones en el país", afirmó Mbugua.