INDÍGENAS-BRASIL: Educación guaraní fomenta liderazgo femenino

El proyecto de trabajar en un hospital para acompañar a su marido enfermero lo desechó tras ver un motociclista malherido en un accidente. La aversión a tanta sangre hizo que Leia Aquino Pedro escogiera la enseñanza y ahora dirige una escuela indígena en la frontera brasileño-paraguaya.

Crédito: Mario Osava/IPS
Crédito: Mario Osava/IPS
Aquino Pedro, hoy con 40 años y tres hijos, vivió en varias aldeas y ciudades de Mato Grosso del Sur, estado del centro-oeste de Brasil, hasta que en 1997 empezó a dar clases en la precaria escuela de una aldea guaraní en el municipio Antonio Joao, fronterizo con Paraguay. Aún no había finalizado la enseñanza primaria oficial, que era de ocho años.

Desde entonces trata de ampliar la escuela e implantarle una educación indígena. Los 372 alumnos inscriptos formalmente el año pasado y otros 34 indocumentados suman hoy 10 veces más de los que ella encontró al inicio. Además, la escuela obtuvo una sede nueva y seis computadoras, con lo cual este año empiezan clases de informática y de enseñanza secundaria.

Pero nada de ello fue fácil. En 1999 no le renovaron su contrato anual, como sanción por haber apoyado el año anterior una "retomada", es decir la ocupación de tierras que los guaraníes consideran suyas porque era donde vivían sus ancestros hasta que fueron desplazados por grandes empresarios ganaderos.

Uno de los terratenientes "amenazados" por esa retomada era entonces el propio alcalde de Antonio Joao.
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En represalia, la alcaldía cerró la escuelita, que al finalizar 1999 sólo contaba con 12 alumnos. Al año siguiente, con una lista de 160 niños privados de enseñanza, Aquino Pedro presionó por la reapertura del centro educativo, lo logró y fue readmitida como profesora. En 2004, los nuevos gobernantes municipales la nombraron directora.

Al año siguiente "hicimos nuestro proyecto pedagógico", informa con orgullo. Eso incluye enseñanza inicial en lengua guaraní para luego pasar al portugués, clases interdisciplinarias, geografía de esa etnia en América del Sur, diálogos con los más ancianos y participación en acciones comunitarias, incluyendo "retomadas", y un calendario propio que rinde homenaje a los héroes guaraníes.

El avance escolar acompañó la lucha por la tierra que los guaraníes, del grupo kaiwoá, denominan Ñanderú Marangatú (gran padre sagrado). Ellos tienen derecho a 9.317 hectáreas, según lo reconocido por el gobierno en 2005, pero su posesión efectiva quedó pendiente de una decisión de la Corte Suprema de Justicia y de un acuerdo para indemnizar a los hacendados.

De todas formas, tras sucesivas "retomadas", los indígenas consiguieron acuerdos con los terratenientes para ocupar temporalmente dos áreas que suman apenas 127 hectáreas.

En el comienzo "hubo resistencia" a las clases dictadas únicamente en guaraní en los dos primeros años de enseñanza, pues los padres temían que sin el portugués "los hijos no podrían salir de la aldea", contó Aquino Pedro. Otra dificultad fue hacer que las personas manifestaran activamente sus opiniones y deseos en las reuniones escolares, recordó. Pero ahora todo cambió, dijo.

Además tuvo que desplegar un gran esfuerzo para neutralizar la discriminación contra un alumno con tendencias homosexuales. Padres y madres amenazaron con retirar a sus hijos de la escuela, recordó.

Leia Aquino Pedro dirige su escuela a la par de que concurre a un curso de graduación universitaria para guaraníes, dictado en aldeas indígenas de Mato Grosso del Sur y denominado Teko Arandú, que significa en lengua guaraní "vivir en sabiduría". Este proyecto comenzó en 2006 con 56 alumnos y un segundo grupo se conformó este año con 58.

Son estudiantes, en general adultos, con fuerte presencia femenina y algunos mayores, que se reúnen en Dourados, un centro económico de 180.000 habitantes y cinco universidades, para recibir clases tres semanas en enero y otros períodos más cortos cada año, aprovechando las vacaciones o los días libres por un total de cinco años.

Aquino Pedro pasó antes, entre 1999 y 2002, por el Araverá ("tiempo iluminado" en guaraní), un curso de nivel secundario que forma profesores para los primeros años de escolaridad.

Ese empuje educacional que se desarrolla en las aldeas y en los cursos especiales para profesores está empoderando a las mujeres guaraníes, además de asegurar enseñanza más adaptada a su realidad y preservar la cultura indígena, con modificaciones. Muchas profesoras asumen papel de liderazgo en sus aldeas.

Valdelice Verón tiene ese papel asignado por la tragedia, pues su padre, Marcos Verón, fue asesinado en 2003 por liderar la "retomada" de una hacienda. Aún adolescente, ella ya impartía clases "bajo los árboles" y ahora, a los 28 años, dirige la escuela de Panambizinho, una aldea guaraní kaiwoá en el municipio de Dourados.

Esta joven estudió derecho en la universidad hasta que escuchó decir a un profesor que "los indios debían morir, porque invaden tierra de otros". Lo atacó con una silla y decidió entonces abandonar el curso en el segundo año. Ganar dinero como abogada "no era lo que quería para mi pueblo", justificó, y así fue como optó por el Teko Arandú.

En el diseño, aprobación y ejecución de esos cursos para formar profesores guaraníes está la mano de Adir Casaro Nascimento, una profesora de la Universidad Católica Don Bosco (UCDB) que se dedica a la educación indígena desde los años 80.

"Aprendo con indígenas para educar no indígenas", narró la pedagoga, para luego destacar que la relación con los guaraníes puede contribuir a la construcción de una nueva enseñanza para la sociedad en general, aportando la cuestión de las diferencias.

El proceso vivido permite concluir que un profesor indígena es quien tiene la "cosmovisión" necesaria a la enseñanza adecuada y es el mediador elegido por la comunidad. Además, esa educación indígena está potenciando a las mujeres no sólo por la presencia de profesoras, sino porque las madres son oídas en la escuela, acotó.

La búsqueda de educación escolar por parte de los indígenas en Mato Grosso del Sur se nota también en los cursos regulares, a los cuales asisten actualmente cerca de 500 de ellos.

"La universidad era antes una forma de dejar de ser indio, pero ahora no", pues se busca mejores condiciones de vida así como "empoderarse para enfrentar las relaciones con el entorno", en un movimiento de "afirmación étnica", según el historiador Antonio Brand, también profesor de la UCDB e animador de la educación indígena.

La agro-ecología es un campo que empieza a incorporarse a este proceso educativo indígena. Además del sentido práctico de promover la producción local, responde a otras inquietudes étnicas, aprovechando el conocimiento tradicional.

Su enseñanza forma parte de la escuela secundaria de las aldeas del municipio de Caarapó, con piscicultura, cría de pequeños animales y técnicas agrícolas. La experiencia comenzó en 2006, buscando asegurar seguridad alimentaria, con los alumnos diseminando los conocimientos adquiridos en la familia, explicó Eliel Benitez, coordinador de Enseñanza Media indígena en el municipio.

Una de las dificultades es superar el asistencialismo a que se acostumbraron muchos guaraníes, dependientes de alimentos distribuidos por los gobiernos, así como de semillas y tractores donados.

Sin embargo, la agro-ecología promueve buenas reflexiones sobre la historia indígena y el orgullo étnico, al valorizar el conocimiento tradicional, "un argumento más para ser indígena", concluyó Benitez, también alumno del Teko Arandú.

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