El gobierno de Estados Unidos aún no tiene claro si es positivo o negativo para sus intereses estratégicos el abrumador repudio en las elecciones legislativas de Pakistán al presidente Pervez Musharraf, el «hombre en Islamabad» de la Casa Blanca.
Por un lado, Washington tendrá que lidiar con un nuevo gobierno de Pakistán cuyo líder quizá haya denunciado la política estadounidense en su país. Eso preocupa a algunos funcionarios del gobierno de George W. Bush que el mes pasado describieron a Musharraf como "indispensable" en su lucha contra el terrorismo.
Los comicios del lunes parecieron un rechazo tanto a Washington como al propio Musharraf, dado el férreo apoyo que este país le dio, en especial en 2007, cuando el presidente pakistaní destituyó a numerosos miembros de la Corte Suprema, incluido el jefe de la Corte Suprema, modificó la Constitución y reprimió a la oposición laica.
Por otro lado, la aplastante derrota sufrida por los partidos islamistas, en particular en la zona fronteriza con Afganistán, incluida la Provincia de la Frontera Noroccidental, es muy positivo para Estados Unidos que aspira a contener la propagación de la insurgencia del movimiento islamista afgano Talibán.
Washington pretende eliminar a los islamistas no sólo de las Áreas Tribales Bajo Administración Federal (FATA), donde el movimiento tiene su refugio, sino de una zona mayor.
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"Los partidos islamistas fueron reemplazados por agrupaciones nacionalistas pashtun, hostiles al Talibán y que, al menos, no permitirán que los gobiernos provinciales sean usados por colaboradores de ese movimiento", señaló el especialista en Asia meridional y presidente de la New America Foundation, Steve Coll.
Además, la "guerra contra el terrorismo" puede recibir un nuevo aire de legitimidad si los dos principales partidos de oposición, el Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) y la Liga Musulmana de Pakistán-Nawaz (PML-N), pueden formar rápido un gobierno dispuesto a trabajar con Washington.
El PPP está liderado por el viudo de la ex primera ministra Benazir Bhutto (1953-2007), Asif Ali Zardari. La PML-N está encabezada por el dos veces primer ministro Nawaz Sharif (1990-1993 y 1997-1999).
Muchos analistas estadounidenses describen a Pakistán como el "frente central" en la guerra contra el terrorismo.
"Los esfuerzos para combatir ese flagelo en esa zona se fortalecerán cuando se cuente con el apoyo de la población", sostuvo Wendy Chamberlain, ex embajadora en Islamabad del gobierno de Bill Clinton (1993-2001) y del actual presidente.
El gobierno de Bush elogió los comicios y prometió trabajar tanto con Musharraf como con el nuevo gobierno que surja de las negociaciones entre los dos principales partidos. Pero analistas independientes le sugieren abandonar el apoyo al ex jefe del ejército y fortalecer su apoyo a las fuerzas democráticas de ese país de Asia meridional.
"El gobierno debe urgir a su aliado no tan indispensable a dimitir", sugirió el periódico The Washington Post, en alusión a la declaración de un funcionario del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos acerca de que Musharraf es "indispensable" en la guerra contra el terrorismo.
El resultado "de las elecciones del lunes significa que el gobierno de Bush puede seguir la transición de lo que se ha descrito como política Musharraf hacia una más amplia y a favor de Pakistán", señala el editorial del periódico neoconservador The Wall Street Journal.
Musharraf debe "trabajar en una salida honrosa o en un compromiso viable con la oposición", señaló el ex asesor de la fallecida líder del PPP, Hussein Haqqani, en una columna publicada por ese periódico.
Precisamente en el verano boreal de 2007, el gobierno de Bush trató de promover un compromiso entre el presidente pakistaní y la entonces exiliada líder del PPP.
La caída de popularidad de Musharraf amenazaba la campaña antiterrorista de Washington en Afganistán y Pakistán y el colapso de su propio país con el rápido crecimiento de la insurgencia Talibán, vinculada estrechamente con la red terrorista al Qaeda.
Pero la estrategia se vino abajo con la creciente evidencia, tras el regreso de Bhutto a Pakistán en octubre de 2007, de que Musharraf trataba de amañar las elecciones.
El fracaso fue total con el asesinato de la líder del PPP el 27 de diciembre de 2007 en la localidad de Rawalpindi, cercana a Islamabad, adjudicado a un atacante suicida ligado al Talibán.
Antes de conocerse el resultado de las elecciones del lunes, el gobierno de Bush sugirió la posibilidad de una cohabitación. Pero dada la fuerte votación del PPP y del PML-N, juntos concentrarán alrededor de dos tercios del parlamento, no parece viable que Nawaz Sharif vaya a quedar fuera del acuerdo.
Sharif, derrocado y exiliado a causa del golpe de Estado dado por Musharraf en 1999, pidió la renuncia del presidente, no así Zardari, viudo de Bhutto y actual líder del PPP.
"Seguiremos trabajando con el presidente Musharraf y cualquiera sea el gobierno que se forme de acuerdo con nuestros intereses nacionales", declaró el martes el portavoz del Departamento de Estado (cancillería) Sean McCormack.
Pero numerosos analistas estadounidenses consideran que Washington no debe insistir en que Musharraf siga en el cargo. De hecho, varios expertos sostienen que Estados Unidos haría mejor en dejar que la política interna de Pakistán siga su propio rumbo.
"Debemos dejar que el proceso siga su curso", señaló Karl Inderfurth, asistente del secretario de Estado (canciller) para Asia meridional durante el gobierno de Clinton. "No creo que sea competencia de Estados Unidos insistir con Musharraf".
Musharraf puede no ser "indispensable" en la guerra contra el terrorismo librada por Washington, pero es fundamental, según Inderfurth, para una estrecha cooperación con el ejército pakistaní, al mando del general Ashfaq Parvez Kayani, tras la renuncia de Musharraf en el otoño boreal.
"No puede haber una solución para lo que hoy sucede en Afganistán si no contamos con la cooperación de Pakistán, es decir su ejército", añadió.
Muchos observadores adjudican a Kayani el hecho de que de las elecciones hayan sido más limpias de lo que muchos analistas de este país y de Pakistán habían previsto. El jefe del ejército dictó normas para reducir de forma drástica el papel de su fuerza en la función pública y en la economía.
El Pentágono, sede del Departamento (Ministerio) de Defensa de Estados Unidos, que llegó a posponer las operaciones conjuntas previstas en FATA, ansía elevar la asistencia y los programas de capacitación al ejército pakistaní y espera que el nuevo gobierno civil no trate de obstaculizar una mejor cooperación.
Sin embargo, algunos expertos consideran que la esperanza puede ser vana dada la falta de popularidad en Pakistán de la guerra contra el terrorismo.
"Se cree que si se logra crear una coalición se fortalecerá la guerra contra el terrorismo", señaló Rajan Menon, especialista en Asia meridional de la Universidad de Lehigh.
"Pero no es así porque la guerra no cuenta con apoyo de la población, independiente de la clase, etnia o religión de las personas pues creen que sólo sirvió a propagar la violencia sin beneficios para la mayoría de los pakistaníes", explicó.
"Si hay un gobierno democrático encabezado por el PPP o por Sharif tendrá que reflejar ese sentimiento popular", señaló Menon, y añadió que Zardari ya llamó a mantener un mayor diálogo con los insurgentes islamistas de las áreas tribales, en vez de enfrentamientos militares.
Pero la embajadora Chamberlain insistió en que con un nuevo enfoque, Estados Unidos puede revertir la percepción negativa de su guerra contra el terrorismo.
El nuevo enfoque se centraría sobre todo en la economía y otro tipo de asistencia no militar, en especial en las regiones fronterizas, apoyo a la sociedad civil y al sistema judicial y una mejor participación diplomática en las negociaciones tendientes a resolver el prolongado conflicto en la región de Cachemira entre India y Pakistán.