«Para que esto no se convierta en un drama hay que poner orden y control. Somos el segundo país del mundo en entrada de extranjeros, esto es una avalancha», dijo Mariano Rajoy, líder del derechista y opositor Partido Popular (PP) de España.
La frase iba dirigida al presidente del gobierno, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, en el primer debate electoral celebrado en 15 años entre los dos grandes partidos de este país.
Junto con la lucha antiterrorista, la situación económica y las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado, la inmigración consumió gran parte del tiempo del primer cara a cara entre el jefe del gobierno Zapatero, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el candidato a sustituirle en el Palacio de la Moncloa, sede de la Presidencia y lugar de reunión del Consejo de Ministros.
Rajoy añadió que Zapatero es el único responsable de esta "avalancha".
Se refería a la sanción, tres años atrás, de una ley que regularizó la situación de los inmigrantes que se encontraban en España sin permiso y estableció para los que ingresaran desde entonces la condición de un contrato de trabajo —además de razones de reunificación familiar u otras previstas en la norma— para cotizar a la seguridad social y tener derecho a la sanidad y a las prestaciones por desempleo.
"Esta ley provocó un efecto llamada que se oyó en todo el mundo —insistió Rajoy— Yo he propuesto prohibir la regularización masiva por ley, el contrato de integración, que se expulse a los extranjeros que cometen delito".
"Eso ya está en la ley", le respondió Zapatero, que acusó a su contrincante de utilizar a los inmigrantes como señuelo electoral y recordó que cuando el PP gobernaba (1996-2004) había 700.000 trabajadores trabajando ilegalmente.
El primer gran debate entre los dos únicos candidatos con posibilidades de gobernar España que se medirán el 9 de marzo en elecciones generales, batió récords de audiencia, con más de 13 millones de telespectadores que lo siguieron a través de tres cadenas nacionales y algunas autonómicas, casi dos millones más que el que enfrentó en 1993 al socialista Felipe González (1982-1996) y al popular José María Aznar.
Durante las dos legislaturas en las que gobernó, el PP se negó a esos debates, que demandaban repetidamente los candidatos socialistas.
El hecho de que Rajoy accediera en esta ocasión se vincula a que todas las encuestas de opinión lo dan como perdedor, por estrecho margen, y deposita en estos debates la posibilidad de alterar los pronósticos, señalan analistas. El próximo se celebrará el lunes 3 de marzo.
Sondeos encargados por las tres televisoras privadas que transmitieron el encuentro dieron como vencedor a Zapatero, con una ventaja de seis puntos sobre Rajoy, según la empresa TNS Demoscopia, y de hasta 15 otorgados por otra.
Comentaristas políticos coincidieron en que el líder socialista ofreció mayor credibilidad, mientras a Rajoy lo perjudicaron sus ataques en todos los frentes y su tono crispado.
El PP estima que su líder ha estado mucho mejor en todos los temas tratados y que así lo expresarán las urnas en 12 días, mientras la prensa entiende que las cosas no están todavía claras y que el próximo debate puede ser decisivo, pues son muchos los indecisos.
Se recuerda que de los dos encuentros de 1993 entre González y Aznar, el primero fue ganado por el entonces candidato popular y el segundo por el socialista, quien se alzó con la victoria y retuvo el gobierno.
También se indica que, cuatro años atrás, los pronósticos apuntaban como vencedor a Aznar, pero triunfó Zapatero, si bien después del huracán político desatado tres días antes de los comicios por el ataque terrorista del 11 de marzo.
Las últimas encuestas sobre intención de voto reducen las diferencias entre los dos postulantes, algunas a sólo punto y medio, en un "empate técnico".
Lo que se sabe con certeza es que el encuentro del lunes 3 incluirá un menú similar: la lucha antiterrorista, la desaceleración de la economía, el apoyo de la jerarquía de la Iglesia Católica al PP, y los inmigrantes, temas que, con unos u otros matices, están en la calle.
