Para China, el desaire del cineasta estadounidense Steven Spielberg, quien se desvinculó de la organización de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 para protestar por el papel de este país asiático en el conflicto de Darfur, fue un duro golpe a sus esfuerzos por mejorar su imagen internacional.
Spielberg iba a colaborar en la preparación de las ceremonias de apertura y cierre de los Juegos, pero renunció esta semana arguyendo que el gobierno de China no había hecho lo suficiente para detener la violencia en esa occidental zona de Darfur.
"El gobierno de Sudán lleva la mayor carga de responsabilidad por estos crímenes que se están cometiendo, pero la comunidad internacional, y en particular China, deberían hacer más para poner fin al continuo sufrimiento humano", señaló el director de cine en una declaración esta semana.
El conflicto de Darfur se agudizó en forma dramática en febrero de 2003, cuando miembros de comunidades negras, predominantes en esa región, tomaron las armas para acabar con décadas de discriminación del gobierno de Jartum, de mayoría árabe.
Desde entonces, la población de Darfur ha sido desplazada, violada y asesinada.
[related_articles]
La violencia orquestada por el gobierno sudanés y perpetrada por milicias paramilitares conocidas como "Janjaweed" (hombres a caballo) se cobró al menos 400.000 vidas, según la ONU (Organización de las Naciones Unidas).
La crisis obligó a 2,5 millones de personas a abandonar sus lugares de residencia y dejó a 3,5 millones de hombres, mujeres y niños sobreviviendo en medio del hambre y las enfermedades, agregan los últimos informes del foro mundial al respecto.
Beijing respondió este jueves a Spielberg subrayando que había hecho esfuerzos para promover el diálogo entre Sudán, la Unión Europea y la Unión Africana, además de haber hecho muchas donaciones.
"En vez de retórica vacía, lo que necesitamos es brindar ayuda humanitaria y ser más pragmáticos", señaló el portavoz de la cancillería china, Liu Jianchao.
Los líderes chinos consideran que el hecho de que el Comité Olímpico Internacional (COI) les haya concedido la organización de los Juegos es un reconocimiento tácito a su creciente influencia mundial, pero no les agrada el intensificado escrutinio sobre su política interna e exterior que está precediendo a la competencia.
Activistas internacionales lanzaron una campaña para denunciar el historial de Beijing en materia de derechos humanos, y llamaron a boicotear los Juegos si el gobierno chino no cumplía sus promesas de mejorar la situación y garantizar la total libertad de prensa antes y durante el encuentro deportivo.
Cuando presentó su candidatura en 2001, China prometió a los miembros del COI mejorar la situación de derechos humanos, pero muchos grupos indican que Beijing no ha cumplido sus promesas.
La organización Reporteros Sin Fronteras señaló que unos 80 periodistas y usuarios de Internet están encarcelados en China, y que la censura se ha intensificado conforme se acercan los Juegos.
Activistas afirman que los propios preparativos para los Juegos han de hecho derivado en medidas drásticas contra los disidentes y los defensores de los derechos humanos.
Autoridades de seguridad chinas alertaron sobre cualquier protesta en Beijing durante la competencia. El subjefe de seguridad de los Juegos, Liu Shaowu, prometió castigar a cualquiera que participe de una manifestación política, religiosa o étnica de "cualquier forma".
"Estamos comprometidos con asegurar unos Juegos armoniosos", dijo Liu a la prensa en noviembre.
"Todo el mundo está mirando a China camino a los Juegos, y las tácticas severas destinadas a suprimir las voces independientes crearán justamente la imagen que Beijing no quiere", señaló la directora para Asia de la organización Human Rights Watch (HRW), Sophie Richardson.
"China corre un serio riesgo de dañar su reputación y el legado de los Juegos", añadió.
La campaña para presionar a China es apoyada por organizaciones mundiales como HRW y Amnistía Internacional, así como grupos de periodistas y celebridades de Hollywood y ganadores del premio Nobel.
Varias figuras instaron al presidente chino Hu Jintao esta semana a usar su especial influencia en Jartum para hacer que el gobierno sudanés ponga fin a las atrocidades en Darfur.
Beijing goza de esa influencia debido a que compra dos tercios de las exportaciones petroleras sudanesas y brinda apoyo militar y diplomático al régimen.
"Como el principal socio económico, militar y político del gobierno de Sudán, y como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, China tiene tanto la oportunidad como la responsabilidad de contribuir a una paz justa en Darfur", señalaron en una carta.
Entre los 25 signatarios hay famosos atletas olímpicos, escritores y actores de todo el mundo, así como el arzobispo sudafricano Desmond Tutu y la abogada iraní Shirin Ebadi, ambos ganadores del premio Nobel de la Paz.