TEATRO-BRASIL: Partera de sueños de favela

En La Rocinha, Romeo y Julieta viven un amor imposible porque pertenecen a morros en manos de bandas rivales del narcotráfico. Es la adaptación de la obra del inglés William Shakespeare que encarna uno de los dramas más representativos de la sociedad de esta ciudad brasileña.

"Shakespeare en el morro vivo" sube a la favela (barrio hacinado y pobre) cada vez que la autora y directora de esa adaptación teatral, Joana Medeiros, cuenta con la buena voluntad de alguien que financie por lo menos el transporte y comida de sus actores.

El patrocinio que tiene alcanza apenas para gastos básicos de los actores, la mayoría originarios de La Rocinha, pero escogió a sabiendas uno de los caminos más difíciles del teatro: hacer Shakespeare, y hacerlo sin recursos.

"Teatro vivo para mí son las cuestiones de lo cotidiano, las cuestiones de la identidad", dice Medeiros en entrevista con IPS, al referirse al tipo de teatro social cuyos primeros pasos aprendió en Francia, donde vivió 10 años, haciendo representaciones en prisiones.

Es un trabajo de reconstrucción de la ciudadanía en comunidades pobres para "reforzar la autoestima y la identidad de cada uno", explica Medeiros, también actriz y con trabajos en telenovelas de la red Globo conocidas internacionalmente como "Lazos de familia".

La directora lo logra con la participación de actores de la propia comunidad. Julieta es encarnada por Nicole Feliciun. "Todo lo que Shakespeare escribió hace tanto tiempo es una realidad para mí ahora", dice Nicole a IPS.

"Es muy común ver a muchos garotos (adolescentes) que no pueden mantener una relación de noviazgo porque son de morros diferentes", explica esta joven, quien comenta que gracias al teatro volvió a interesarse por los estudios.

"El teatro tiene una función importante de inclusión social. Abre puertas". Agrega Renato Correia, el joven que personifica a Romeo y que divide su trabajo de actor con el de mozo de un restaurante.

Inclusión social que no significa apenas la incorporación y formación de actores de favelas, que actúan con otros ya profesionales, sino también la representación de las obras en esas comunidades o en las llamadas "carpas culturales" que se instalan intermitentemente en esos barrios periféricos llenos de pobreza.

El ensayo, habitualmente realizado en una alguna instalación gubernamental, cuando fue presenciado por IPS tuvo lugar a puertas abiertas, al aire libre en la favela.

Desde los bares de un domingo de sol y de las callejuelas estrechas de la comunidad, un público de hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos, trabajadores en su día de descanso, desempleados y estudiantes se concentró espontáneamente para ver la pelea entre Otelo y Desdémona.

Un anciano ríe ante los gritos del celoso Otelo, que en la versión de la favela es un hombre negro que tiene que enfrentar el prejuicio de la familia de su mujer blanca.

Una mujer se asusta y se cubre el rostro instintivamente. Los niños comen "picolé" (helado con palito) mientras miran un drama que a muchos les resulta familiar.

La vendedora de "churrasquinho", la versión popular brasileña de la brochette (broqueta), ofrece uno de sus pinchos a Analu Oliveira, la actriz que interpreta a Ofelia, para que se recupere porque, desfallecida en la ficción, los demás actores trasladan su cuerpo inerte.

"El teatro tiene que ir a donde el pueblo está", acota "Yago", el personaje a cargo de Josué Romao en "Otelo".

"Yo no soy tan celoso como Otelo pero hay muchas personas aquí que lo son. Y mi personaje quiere el poder. Un personaje que existe en todo el mundo, inclusive aquí en la comunidad", apunta Romao, quien además de actuar trabaja como encargado de sección en un supermercado.

Es que al contrario de lo que se piensa, según Medeiros, Shakespeare escribió obras con las que cualquier público puede identificarse. Por ejemplo, para hacer la adaptación de "Hamlet" se inspiró en una noticia del descubrimiento de un cementerio clandestino en Río de Janeiro con cientos de restos óseos.

"Las personas gritan, se identifican, salen a comer y vuelven. Es un público vivo, que se identifica con la realidad shakespeariana, con el dolor que también está dentro de ellos", añade al vincular el amor de Otelo y Desdémona con la realidad tan frecuente en Brasil de la mujer golpeada por un marido celoso.

"Los problemas de la Rocinha son de tal tamaño, que sólo Shakespeare puede hablar de ellos", reflexiona.

Luiza Fontoura, actriz y artesana de La Rocinha, que interpreta el papel de "Emilia" en "Otelo", se siente así en relación a su personaje: "Ella es tan humilde como yo, su sentimiento es muy parecido al mío porque ella lucha por lo que quiere así como yo", dice a IPS.

La lucha es también de Medeiros. Ella y sus actores también confeccionan, cargan y arman los escenarios, realizan el vestuario, se maquillan y cambian de ropa mientras representan y, entre medio, comen algún emparedado que preparó la directora.

Para encontrar patrocinadores, la idea de la actriz es proponer a los amantes de la cultura que "adopten un teatro vivo", es decir que patrocinen con lo que puedan una buena causa como la suya

Porque, según la actriz y directora, como un bebé , un "teatro vivo" también renace. "El ensayo duró nueve meses y me acordé de mis propios partos", recuerda.

"Yo hago los partos de mis proyectos, los pongo en el mundo, vivo y hago parte de cada uno de los actores, los aseguro hasta que estén listos para lanzarse al mundo y decir lo que vinieron a decir. Soy una partera".

El sueño de "la partera de teatros vivos" es extender su proyecto a muchas comunidades como para que renazcan en cada comunidad que los necesite.

Y como toda madre, pide a IPS que no nos olvidemos de mencionar a ninguno de sus "hijos" de su familia artística que también participan en la trilogía shakesperiana: Bruno Zukoff y Lucas Valentim en Hamlet, Marco Amaral en Claudius, Jardiel Gomes como Otelo y Bruna Barros como Desdémona.

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