POLÍTICA-PARAGUAY: El ex obispo se tiene fe

Iniciada la cuenta regresiva para las elecciones presidenciales de abril en Paraguay, el candidato por la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), el ex obispo católico Fernando Lugo, se afirma como una seria amenaza para la añeja hegemonía del Partido Colorado.

Crédito: David Vargas
Crédito: David Vargas
Lugo, de 56 años, pidió volver a su condición de laico en diciembre de 2006 tras casi una década de servicio pastoral en el norteño departamento de San Pedro, una de las zonas más pobres de este país de seis millones de habitantes. Pero el Papa rechazó su renuncia y decidió suspenderlo a divinis, por lo cual no puede ejercer el sacerdocio pero sigue sujeto a sus deberes.

Conocido como el "obispo de los pobres", es un convencido adherente a la Teología de la Liberación, una corriente surgida en la década del 60 en América Latina por la influencia del renovador Concilio Vaticano II y planteos de cambio social, que pregona la obligación de la Iglesia Católica de defender a los oprimidos y el compromiso de los sacerdotes con los excluidos.

Las encuestas lo ubican como la figura política más respetada y popular de Paraguay, con ventaja respecto de los demás candidatos.

La APC surgió de las cenizas de la Concertación Nacional, una coalición que reunió a las principales fuerzas políticas opositoras con el objetivo de llegar con un candidato único a las elecciones.
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Sin embargo, una crisis interna derivó en su ruptura y en el surgimiento de un nuevo bloque conformado ahora por el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), la segunda fuerza política de este país, algunas agrupaciones minoritarias sin representación parlamentaria y organizaciones de la sociedad civil.

El compañero de fórmula de Lugo es el médico Federico Franco, elegido en diciembre por el PLRA. Esta dupla competirá contra los candidatos del gobernante Partido Colorado, cuya definición aún esta pendiente, con el general Lino Oviedo, del partido Unión Nacional de Colorados Éticos (Unace), y con el empresario Pedro Fadul, del Partido Patria Querida (PPQ).

En entrevista con IPS, Lugo reclamó la unidad de la oposición, reivindicó una vía paraguaya para las transformaciones, tomó distancia de los procesos de cambio en Venezuela y Bolivia y dijo que pueden servirle de guía la izquierda uruguaya y la centroizquierda chilena.

IPS: —¿Cómo ve el escenario electoral actual, cuando ya quedó atrás el entusiasmo inicial de llegar a los comicios de abril con una oposición unida?

Lugo: —Estamos iniciando un proceso de construcción de una oposición unida, que no es fácil en Paraguay, porque no hemos tenido ni la experiencia democrática de otros países de la región ni la posibilidad real de unirnos en un proyecto de país. Los partidos políticos, sobre todo sus líderes, están hoy día alejados de sus bases y con descreimiento de sus adherentes.

No hay un modelo a copiar ni a importar. Pueden servirnos de iluminación el Frente Amplio, de Uruguay, que comenzó en 1971 (y hoy es gobierno), o la Concertación (por la Democracia) chilena, que tiene más de 25 años de trayectoria, pero nosotros no tenemos siquiera un año.

—¿Usted se siente confiado en romper la hegemonía del Partido Colorado?

—Nosotros estamos confiados en que la APC es el seguro ganador de las elecciones. Por la receptividad que tenemos en el interior del país, por la esperanza que ha generado esta candidatura, por el programa diferenciado que tenemos. Hasta este momento, si no existen trampas electorales, el triunfo es seguro para la APC.

—¿De qué manera ha minado esas probabilidades la salida en libertad del ex general Lino Oviedo y su habilitación como candidato?

—Oviedo no es garantía democrática para el país, pero también es cierto que ya no es el mismo de hace 10 años, cuando tenía el poder militar, económico y político. Salió de la cárcel en un escenario donde su mismo partido está dividido, con mucho éxodo de líderes valiosos dentro de su estructura.

Si bien constituyó una resta, la salida de la Unace de la Concertación Nacional también constituyó una ganancia para la APC, porque gracias a su alejamiento los movimientos sociales se acercaron.

—¿Cuál es su proyecto político y económico?

—Estamos convencidos de que no es responsabilidad única del Estado ni del gobierno hacer un proyecto político. Creemos en la iniciativa privada, no creemos en los monopolios, ni privados ni estatales. Estamos a favor de en una economía mixta y por eso hemos lanzado una invitación a los grandes estamentos económicos a un diálogo social para definir un programa consensuado.

Un proyecto económico de composición mixta tiene indefectiblemente que dar espacio a la participación del empresariado, de los grupos industriales, incluso de las otras fuerzas económicas que están dentro del país.

—¿Cómo piensa atacar la pobreza?

—Yo creo que hay dos o tres estrategias. Primero es garantizar una administración honesta. Hay recursos que no se aprovechan eficientemente, como las (represas) hidroeléctricas (Itaipú y Yacyretá), por ejemplo.

Se puede diseñar un país industrial y no meramente agro-exportador. Tenemos las herramientas: sol, tierra, producción, agua, gente, tecnología, materia prima, energía. Hasta ahora no se ha tenido ni un plan ni un gerenciamiento eficaz para que esto ocurra.

—¿Usted propone la reforma agraria?

—Creemos que Paraguay tiene que recuperar credibilidad a nivel internacional y uno de esos elementos es la distribución de la tierra.

A principios de la década del 90, el país recibió un crédito de 40 millones de dólares del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) para hacer un catastro nacional de propiedad, que hasta hoy no existe. Se ha hecho sólo 10 a 15 por ciento en la zona sur del país. Mientras no lo tengamos y que sea transparente se seguirá engañando a la gente.

El punto de partida de una reforma agraria es la transparencia en la tenencia de la tierra. Podemos delinear, con la participación del gobierno, de grupos campesinos y de los sectores generadores de la industria, un diseño de reforma agraria que no sea traumática ni violenta sino el resultado de una negociación consensuada e integral.

—¿De quién se siente más cerca en términos de proyecto: del brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, del argentino Néstor Kirchner, del boliviano Evo Morales o del venezolano Hugo Chávez?

—Paraguay tiene que hacer su propio proceso. No creo que haya modelos que se puedan importar. Yo estoy a favor de un liderazgo colectivo y compartido. Creo que en los otros países hay liderazgos individuales muy fuertes, como el caso de Chávez por ejemplo.

Cuando no son compartidos, los liderazgos individuales pueden llegar a la polarización, como creo que ocurre en Bolivia. No creo en la polarización social. Ya tenemos bastantes problemas para crear otro foco de conflicto. Creo en el diálogo como herramienta social para construir un país.

—¿Cómo se inserta Paraguay en el escenario regional?

—Paraguay tiene una coyuntura especial. Hay una gran posibilidad de romper la hegemonía del Partido Colorado, y reconstruir el país democráticamente hablando, fortaleciendo las instituciones. No identificar a un partido con el Estado, creo que va a ser un gran cambio.

—¿Cuál es su evaluación del actual gobierno paraguayo de Nicanor Duarte Frutos?

Creó mucha esperanza, mucha ilusión por su discurso y por lo que podía suponer la renovación del Partido Colorado. Pero generó mucha decepción y frustración en la gente. La estructura pudo más, la forma de hacer política, el clientelismo, el 'prebendarismo' que mantuvo en el Partido Colorado en el poder ahora fueron las prácticas cotidianas de su gobierno.

—¿Cómo ve los cambios de la región en los últimos años, el giro a la izquierda de la región?

—El caso de Rafael Correa (presidente de Ecuador) es inédito, al igual que el caso de Chávez en Venezuela, donde se produjo la ruptura de una oligarquía y se ha suplantando por otra, pero dando cierta transparencia y beneficios económicos. Hay elementos que también conspiran contra el fortalecimiento de las libertades públicas. Desde lejos lo observamos.

—¿Cuál es su planteamiento respecto del Mercado Común del Sur (Mercosur), que Paraguay integra con Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela en proceso de adhesión plena?

Ningún país puede pensar en desarrollo individual. La integración es un imperativo social, económico, político, y comercial de mercado. Pero creo que así como está el Mercosur hoy día, es insuficiente, especialmente para Uruguay y Paraguay, donde se acrecentaron las asimetrías, en términos de desarrollo económico.

La creación del Parlasur (Parlamento del Mercosur) fue un paso importante, porque le dio un ingrediente político, pero faltan otros elementos, como el social y cultural, que tienen que ir integrándose para fortalecer el bloque.

—¿Qué proyección espera que tenga el país en el escenario regional?

—Paraguay tiene dos desafíos por delante. Primero, recuperar la dignidad como nación. Ahora somos conocidos por la ilegalidad, la corrupción el contrabando. Esa imagen hay que cambiar, y eso se hace con un gobierno transparente, honesto y cambiando al administración pública.

En segundo lugar, hay que tener la autoridad moral para integrarse a la región, dejar abierta las relaciones internacionales con quienes nos convenga y de quien podamos sacar beneficios mutuos.

Foto: David Vargas.

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