En lugar de manifestarse en las calles, como en agosto y septiembre, los opositores a la dictadura de Birmania asisten ahora a multitudinarias «asambleas de dhamma», reuniones de carácter religioso para reflexionar sobre las enseñanzas de Buda.
Cientos y hasta miles de personas se atienden en estas asambleas a sermones sobre ética pronunciados por algunos de los monjes más prominentes del país.
Es que cada vez con más frecuencia, los monjes aprovechan la oportunidad para dar consejos políticos y criticar indirectamente a la junta gobernante.
"Dhamma" significa "enseñanzas de Buda". Por lo tanto, es común que los sermones aludan a lecciones de la vida del fundador de esta religión, mayoritaria en Birmania, para reforzar el mensaje político.
Las asambleas de dhamma, que se realizan por las noches y suelen durar dos horas, congregan a multitudes. Una, celebrada el 29 de diciembre en el municipio de Tarmawe, atrajo a cerca de 3.000 personas. Otra, en la Universidad de Rangún, convocó a una cantidad similar de seguidores.
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Una charla religiosa realizada a mediados de diciembre en una campo de fútbol de una escuela secundaria estatal del municipio de Insein terminó convirtiéndose en una de las reuniones más grandes, con cerca de 20.000 concurrentes.
Algunos sermones también son divulgados a través de una incipiente industria de discos compactos que copia y distribuye algunos de los sermones más provocativos. La última colección que se ofrece en Rangún incluye el contenido de 19 asambleas de dhamma.
"He estado ocupado copiando y enviando estos discos compactos a otros pueblos, aunque me cuesta dinero", dijo a IPS un monje de Rangún que solicitó reserva de su identidad.
En Birmania también circulan discos de vídeo compacto en los que comediantes conocidos por sus actuaciones en los festivales habituales en noviembre tomaron a la junta militar como blanco de burlas.
La junta lanzó una predecible contraofensiva para impedir estas manifestaciones de humor. Retiró el permiso para un espectáculo público que un grupo de comediantes realizaría el 3 de este mes en el parque Kan Taw Gyi, para el cual ya se habían impreso las entradas y emitido publicidad.
Este tipo de actos de censura es común en un país cuyo régimen militar cobró notoriedad por sofocar la libertad de expresión, encarcelar a disidentes y someter a arresto domiciliario durante 12 años a la líder del movimiento democrático y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.
La comunidad internacional también condenó a la junta militar por someter a minorías étnicas a trabajo forzado, por usar la violación de mujeres como método represivo e interferir con programas humanitarios.
A mediados de agosto pasado, se realizaron en todo el país pequeñas protestas luego de que la junta aumentó 500 por ciento el precio del combustible, inesperadamente. Para muchos birmanos, esa medida significó pasar hambre todos los días.
Para fines de septiembre, decenas de miles de ciudadanos comunes salían a las calles de Rangún para participar en inéditas protestas. Las manifestaciones fueron lideradas por los respetados monjes de esta nación budista.
Pero entonces llegó la brutal ofensiva de la junta. Soldados armados y policías antidisturbios atacaron a civiles desarmados, entre ellos a los propios monjes.
Un investigador de la Organización de las Naciones Unidas señaló que murieron al menos 31 personas. Organizaciones disidentes situaron la cifra de muertos en unos 200. Además, 650 monjes y civiles fueron arrestados en cárceles donde la tortura y el abuso es rampante.
Desde entonces, con las asambleas de dhamma, surgieron señales de que tan breve atisbo de libertad no se extinguió.
Pero esas reuniones religiosas y los discos compactos en circulación pueden servir como indicadores de una creciente indignación opositora que la junta militar no podrá eliminar apelando a la represión..
Algunos activistas dicen que este enojo podría estallar este año, en una repetición de lo ocurrido en septiembre o bajo una forma diferente.
Un monje radicado en Rangún señaló que un camión militar se encuentra estacionado cerca de su monasterio desde Año Nuevo y que aumentó la presencia de soldados desempeñándose en el área.
El 4 de este mes, cuando se cumplían 60 años de la independencia, la calle principal de la ex capital, Rangún, estuvo cerrada durante dos horas.
En otras partes de esta ciudad de ruinosos edificios de la era colonial británica, oficiales de seguridad vestidos de civil y funcionarios municipales se hicieron visibles en las calles para controlar cualquier posible protesta contra la junta militar.
Cerca de la calle Sule Pagoda, donde manifestantes por la democracia marcharon en septiembre, hicieron guardia miembros de la temida policía antidisturbios.
El escenario indignó a un conferencista universitario birmano de 40 años. "No siento ninguna libertad, especialmente en estos días. Me pregunto si nuestro país realmente se independizó. Yo realmente quiero sentir libertad", expresó.