Brasil no será afectado por la crisis del crédito inmobiliario en Estados Unidos, que puede llevar a la recesión económica a ese país, según economistas y el propio gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.
La economía nacional no sufrirá ningún impacto, porque hoy depende menos de las exportaciones a Estados Unidos, pues su actual buen desempeño se basa más en la expansión del mercado interno y en las ventas a "países emergentes", como China e India, que siguen creciendo mucho, dijo este miércoles Lula, al recibir en Brasilia al presidente de Timor Oriental, José Ramos Horta.
La participación estadounidense en las exportaciones de Brasil bajó de 25,7 por ciento del total en 2002 a 15,8 por ciento el año pasado, mientras que en este último lapso aumentaron a 25,2 por ciento las destinadas a la Unión Europea, al igual que crecieron las ventas a China y al Mercado Común del Sur (Mercosur), que este país integra con Argentina, Paraguay y Uruguay.
Aún no está confirmado que Estados Unidos caiga en recesión, pero si ocurre será ligera y de corta duración, ya que la desaceleración actual se concentra sólo en el mercado inmobiliario residencial, observó Marcelo Nonnenberg, coordinador del Grupo de Análisis y Previsiones del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), órgano del Ministerio de Planificación.
Efectos de la poco probable recesión en Brasil podrían venir por dos vías: una reducción de las exportaciones y una caída del flujo de capitales, explicó Nonnenberg a IPS.
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En el primer caso, la repercusión sería muy limitada por la diversificación de los mercados importadores lograda por Brasil últimamente y por la brevedad del estancamiento estadounidense.
Más preocupante puede ser el contagio por vía financiera, con la crisis del sistema de crédito estadounidense provocando una disminución del flujo de capitales hacia países en desarrollo, "que ya parece suceder en este enero", observó Nonnenberg.
La salida de capitales de Brasil podría forzar una devaluación del real, la moneda nacional, y causar inflación, con sus consecuencias ya conocidas, como el aumento de las tasas de interés, la desaceleración económica y reducción del empleo y del consumo interno, además de otros "impactos secundarios", analizó el economista.
Esta vía de contagio es la más probable, pero también con efectos moderados, si la intensidad y duración de la merma de capitales se mantienen limitadas, sin deteriorar mucho las expectativas sobre el futuro y sin provocar una fuga de capitales, como las ocurridas en el pasado, matizó.
De todos modos, Brasil posee hoy reservas internacionales sin precedentes, que llegan a casi 190.000 millones de dólares y que le permiten al Banco Central actuar para contener una devaluación, ante una tendencia de fuga de capitales no prolongada. Es uno de los factores que tranquilizan el mercado.
Otros datos de la economía actual, como el superávit comercial de 40.028 millones de dólares de 2007, aunque en descenso, una inflación bajo control pese a las presiones de alzas de los alimentos y una situación fiscal mejor que en los años pasados, también contribuyen al optimismo ante turbulencias externas, incluso entre economistas críticos.
Brasil tiene ahora una moneda sobrevaluada, lo cual muchos apuntan como reflejo de la fortaleza económica. Actualmente un dólar vale en este país 1,78 reales.
Esa cotización es menos de la mitad de la de mediados de 2002, cuando el temor al triunfo electoral de Lula y su izquierdista Partido de los Trabajadores hizo que el costo de cada unidad de la moneda estadounidense llegara a casi cuatro reales.
La sobrevaluación del real se refleja en el gran aumento de las remesas de utilidades y dividendos por las empresas extranjeras que operan en Brasil, que alcanzaron a 21.236 millones de dólares, además de una expansión de 32 por ciento en las importaciones, contra 16,6 por ciento de aumento de las exportaciones.
Pero aun así el país mantuvo un elevado superávit comercial, producto de los ingresos obtenidos por los productos agrícolas y minerales, y las inversiones extranjeras directas alcanzaron un récord de 34.616 millones de dólares, permitiendo el gran aumento de las reservas cambiarias y la presión adicional por la valorización del real.
El producto bruto interno (PIB) brasileño se estima que creció cerca de 5,3 por ciento el año pasado, pese a las elevadas tasa básica de interés que el Banco Central mantuvo desde septiembre en 11,25 por ciento, una de las más altas del mundo.
Buena parte del crecimiento se explica por la expansión del crédito, que sólo en el año pasado pasó de 30,7 a 34,7 por ciento del PIB, incrementando el consumo interno. Ese desempeño no debe repetirse este año, cuando los economistas en general esperan una ligera reducción en el ritmo de crecimiento de la economía.
Con todos esos componentes, se respira cierta tranquilidad en Brasil, frente a la posibilidad de una recesión en Estados Unidos. Pero es una situación distinta a la de los países latinoamericanos que dependen mucho del mercado estadounidense, como es el caso de México, los centroamericanos y algunos de la región de la cordillera de los Andes.