Occidente, en la persecución de sus objetivos políticos y económicos, recompensa con frecuencia a autoproclamadas «democracias» que violan las libertades civiles y políticas, según la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW).
El solo hecho de realizar elecciones no vuelve democrático a un país, advierte la última edición del Informe Mundial de HRW, divulgado el jueves desde la sede de esta organización en Nueva York.
Sin embargo, tanto Estados Unidos como la Unión Europea han usado la existencia de comicios para justificar la ayuda y el estrechamiento de los vínculos con gobiernos amigos o potencialmente útiles, agrega el estudio anual. "Parece que Washington y los gobiernos europeos aceptarán incluso las más dudosas elecciones si el 'vencedor' es un aliado estratégico o comercial", señaló el director de HRW, Kenneth Roth, autor de la introducción al informe.
"Si los dictadores pueden salirse con la suya llamándose a sí mismos 'demócratas' habrán adquirido una poderosa herramienta para eludir las presiones destinadas a que respeten los derechos humanos", escribió Roth.
"Es tiempo de adoptar una visión más amplia de la democracia, que incorpore a los derechos humanos", agregó.
Un claro ejemplo fue el apoyo del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en 2007, a su par de Pakistán, Pervez Musharraf, a quien definió como "alguien que cree en la democracia" y reconoció a su gobierno por haber puesto al país "en el camino" hacia ese sistema de gobierno.
Poco antes, Musharraf había decretado el estado de emergencia, removido a los jueces de la Corte Suprema y arrestado a miles de activistas de la oposición.
"Los líderes de Egipto, Etiopía, Kazajstán y Nigeria se envuelven con el manto de la democracia sin que casi exista objeción internacional. Se abarata así el concepto de democracia, dejando de lado su componente de derechos humanos", afirmó Roth.
El informe analiza la situación en 75 países. Llama particularmente la atención sobre el agravamiento de la crisis humanitaria en Somalia y en la región de Ogaden, en Etiopía. También centra su atención en la continua violencia en la occidental región sudanesa de Darfur, por la que hace largamente responsable al gobierno de Jartum.
El estudio de HRW también analiza la represión de la junta militar de Birmania a manifestantes pacíficos encabezados por monjes budistas, al igual que el creciente número de víctimas civiles a causa del conflicto interno en Sri Lanka.
Según HRW, los juegos olímpicos de este año en Beijing ofrecen una oportunidad ideal para que la comunidad internacional presione a las autoridades chinas para que mejoren su historial en materia de derechos humanos.
La introducción de Roth reaviva el largo debate entre los defensores de los derechos humanos, que creen que su respeto llevará a la creación de instituciones democráticas, y quienes sostienen que la realización de elecciones es un prerrequisito para lograr reformas democráticas.
La polémica comenzó a principios de los años 80, cuando las elecciones en El Salvador, azotado por una guerra civil, fueron utilizadas por el ex presidente estadounidense Ronald Reagan (1981-1989) como justificación para los cientos de millones de dólares, mayoritariamente en ayuda militar, que otorgó al gobierno de ese país.
Mientras, las fuerzas de seguridad asesinaban a opositores, a un ritmo de cientos cada mes.
Elliott Abrams, que en ese entonces era subsecretario de Estado (vicecanciller) para los Derechos Humanos del gobierno de Reagan, es actualmente consejero adjunto de Seguridad Nacional para la Democracia Global.
Roth retoma implícitamente el viejo debate. Señala que, mientras el derecho internacional cuenta con códigos que garantizan principios básicos en materia de derechos humanos como el sufragio universal, la libertad de prensa y de reunión y los derechos de las minorías, no existen tratados así que establezcan las condiciones para la democracia.
"Los autócratas pueden salirse fácilmente con la suya montando una farsa de democracia, porque muchos gobiernos occidentales se limitan a insistir con la realización de elecciones, y sólo con eso", destacó Roth.
"No presionan a los gobiernos en temas fundamentales que hacen que la democracia funcione: una prensa libre, el derecho de asociación y reunión, o la existencia de una sociedad civil que pueda realmente desafiar al poder", agregó.
El gobierno de Bush "abrazó la promoción de la democracia como una alternativa más tibia a la defensa de los derechos humanos", lo cual tiene su contratara en sus propios antecedentes en la materia, que incluyen tortura a prisioneros, negación del hábeas corpus y detenciones secretas.
Sin embargo, Estados Unidos mantiene, en general, sus procesos democráticos.
Según HRW, la justificación de la invasión de Iraq en términos de promoción de la democracia ha dado a los dictadores un nuevo arsenal de argumentos para resistirse ante las presiones por reformas, entre los que figura el caos desatado por la ocupación militar de ese país.
De todas formas, la mayoría de los autócratas prefieren colocarse el manto democrático a través de elecciones, cuyo carácter fraudulento es fácilmente ignorado por los gobiernos occidentales.
El informe menciona los casos de fraude en Chad, Jordania, Kazajstán, Nigeria, Uzbekistán y Zimbabwe; control del aparato electoral en Azerbaiján, Bahrein, Malasia y Tailandia; y trabas a los candidatos opositores en Bielorrusia, Cuba, Egipto, Irán, los territorios ocupados por Israel, Libia, Turkmenistán y Uganda.
Otros gobiernos recurrieron a la violencia política (Camboya, Etiopía, Líbano, República Democrática de Congo y Zimbabwe), limitaron la libertad de prensa y de la sociedad civil (Rusia y Túnez) o socavaron el estado de derecho para asegurarse triunfos electorales (China y Pakistán).
La reacción de los países occidentales, o la ausencia de ella, frente a estos abusos ha generado acusaciones sobre una doble moral.
"Estados Unidos critica vigorosamente a sus viejos adversarios, como Birmania, Cuba o Siria, pero eximió de ello a aliados como Arabia Saudita, Etiopía o Túnez, mientras que su efímera presión sobre otros, como Egipto o Jordania, se ha desvanecido", señaló Roth.