Hace 12 años, el escritor Ken Saro-Wiwa y ocho ambientalistas de la minoría ogoni de Nigeria fueron ejecutados en la horca por la dictadura del general Sani Abacha, a pesar de la fuerte campaña internacional con que se intentó salvar sus vidas.
El último aniversario de su muerte fue conmemorado con la puesta en escena del unipersonal "Tings Dey Happen" ("Cosas que pasan"), escrita y protagonizada por el joven autor y actor estadounidense Dan Hoyle, quien pasa revista a la "política del petróleo" en ese país africano.
La ejecución de Saro-Wiwa y los activistas constituyó, según el ex primer ministro conservador británico John Major (1990-1997) y otras personalidades, "una tragedia". Fueron ahorcados mientras estaba pendiente la apelación de la condena ante el amañado tribunal que los "juzgó".
El escritor y los activistas llevaron adelante una campaña contra las actividades en su país de la gigante petrolera angloholandesa Shell.
"Cosas que pasan" es una pieza de teatro políticamente comprometida, una crítica mordaz a los mercenarios del petróleo que saquean las riquezas del delta del río Níger, el más importante de África occidental.
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"Es más fácil hacer la guerra que trabajar para la paz", dijo a Hoyle un experto en seguridad que trabaja para la petrolera Chevron-Texaco.
La pieza teatral también describe las abyectas circunstancias que debe afrontar la población del delta del Níger, empujados a la prostitución o al extremismo violento con el objetivo de sobrevivir.
El poder emocional de la obra reside en la reflexión del autor sobre el carácter único del ser, una expresión desinhibida de su humanismo.
Y esto ayudó a Hoyle no sólo en el proceso creativo sino en su sobresaliente representación sobre el escenario. La fluidez de sus expresiones faciales y movimientos corporales le permiten encarnar sin esfuerzo a los diferentes personajes que animan la pieza teatral.
Hoyle señaló que "siguen pasando cosas en Nigeria. De las personas que conocí cuando estuve allí una ha muerto, otra pasó dos años en la cárcel, algunas han sido secuestradas. Quiero rendir homenaje a todos ellos con esta obra y espero que sus historias permanezcan con ustedes cuando dejen el teatro. Espero que los obsesionen y les encanten tanto como a mí".
Merece especial mención la notable habilidad de Hoyle para traducir el rudimentario inglés que se habla en Nigeria y darle un soplo de vida a lo largo de su actuación.
El espectador deja la sala pensando que, como en "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad, son América del Norte y Europa, y no África (léase Nigeria), las que presentan el lado más oscuro.
De hecho, la sorprendente belleza de la obra de Hoyle se basa, más que nada, sobre la destrucción de estereotipos.
Hoyle representa en el escenario a una multiplicidad de personajes: una prostituta, un mercenario buscador de petróleo, un miembro de una organización humanitaria internacional, un traficante de armas serbio, el embajador de Estados Unidos, un mediador local entre la comunidad y los gigantes petroleros, un anciano indigente, un francotirador con cargo de conciencia, un señor de la guerra.
Quienes lo vieron pueden dar testimonio de que cualquier duda que surja acerca de sus fines y motivación se resolverá finalmente en su favor.
Esto significa que, al identificarse con las terribles dimensiones de la tragedia humana en el delta del Níger y, por extensión, con la historia de horror de Nigeria, Hoyle ganará la simpatía del público hacia la oprimida pero resistente y combativa gente común que describe en su pieza teatral.
Si un espectador no siente real compasión por el ser humano que hay detrás del francotirador con un corazón y sueños, demostrará ser un reptil más peligroso que los soldados nigerianos que aterrorizaron diariamente a los pobladores del delta del Níger para "pacificar" la zona y permitir que las multinacionales petroleras siguieran extrayendo hidrocarburos.
O, de hecho, el embajador estadounidense, cuya intangible jerga diplomática se revela tan siniestra como las llamas de los pozos de extracción de petróleo.
Se puede palpar el humanismo de Hoyle en el apasionado alegato del funcionario de relaciones con la comunidad que le pidió un mayor esfuerzo para comprender el destino de los negros, especialmente los que están atrapados en el delta del Níger.
Todos eran negros en el comienzo de los tiempos, argumenta. Pero algunos fueron a Europa y se volvieron blancos, sólo para volver y no reconocer a los hermanos que dejaron atrás.
Si esto parece excesivo, es posible buscar las raíces de este humanismo —que significa que tenemos un destino común en este planeta— en la acusación directa que el experto en seguridad de Chevron-Texaco descarga sobre el ciudadano común de Estados Unidos: cuando llena de nafta el tanque de su Cadillac está ayudando a financiar la guerra en el delta del Níger.
En un debate luego de una representación de la obra, Jackson Ogbonna, editor del sitio de Internet Pointblanknews.com hoy residente en Estados Unidos, recordó sus experiencias como periodista que investigó la situación en las comunidades de esa zona y cómo esa experiencia cambió su visión sobre Nigeria.
La ejecución en la horca de Saro-Wiwa y los ocho ambientalistas no hizo más que confirmar su visión de que no habrá paz hasta que se resuelvan los problemas de fondo que agobian a Nigeria en general y al delta en particular.
Ogbonna llamó a la comunidad internacional a que apoye esta causa, dado el papel estratégico del petróleo en el mundo.
Sowore Omoyle, editor del sitio de Internet Saharareporters.com, llevó la acusación a quienes llenan de nafta los tanques de sus Cadillac un poco más lejos.
¿Qué hacen los ciudadanos de Estados Unidos para evitar que su estilo de vida se apoye en petróleo manchado con sangre?, se preguntó. ¿Ignoran que su amor por los automóviles alimenta la represión de los habitantes del delta del Níger?
Omoyle tiene la esperanza de que la agitación política en la zona continúe, pues de esa forma el precio del petróleo seguirá en aumento y la complacencia de la gente común se verá sacudida.
*Ogaga Ifowodo es abogado y activista. Escribió tres libros de poemas: "Homeland and Other Poems", "Madiba" y "The Oil Lamp". Trabajó durante ocho años en la Organización de Libertades Civiles, que introdujo las cuestiones ambientales en la agenda de la sociedad civil nigeriana. Fue miembro de la Sociedad de Escritores de Nigeria, de la que Saro-Wiwa era presidente.