Encabezado o no por Fidel Castro, el gobierno que surja de los comicios generales previstos en Cuba para el 20 de enero tendrá que lidiar con el último año de mandato de un presidente estadounidense que llevó al extremo la dura política de Washington hacia La Habana.
La cuerda se mantuvo especialmente tensa desde que el republicano George W. Bush asumió su primer mandato, en enero de 2001. Según expertos, Cuba no figura entre las prioridades de la agenda de seguridad estadounidense, pero el mandatario jamás ocultó sus intenciones de "cambiar el régimen" de esta isla caribeña.
Sin embargo, todo indica que pasará a la historia como el décimo presidente estadounidense que no logró ese objetivo. "La fracasada política de la administración Bush debe mantener una continuidad sin grandes sobresaltos", dijo a IPS Luis René Fernández, investigador del Centro de Estudios sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana.
En su opinión, no parece probable que la administración de Bush promueva nuevas medidas de hostilidad, capaces de crear una crisis de seguridad, aunque tampoco se pueden descartar, "dada la irracionalidad característica de ese gobierno y su presidente".
De acuerdo con su discurso del 24 de octubre, el jefe de la Casa Blanca está convencido de que "las condiciones de vida de los cubanos no mejorarán bajo el actual sistema de gobierno", ni menos "cambiando a un dictador por otro", en referencia a la sucesión de Fidel Castro por su hermano Raúl.
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Desde que cayó gravemente enfermo el 31 de julio de 2006, el gobernante cubano de 81 años delegó de forma provisoria sus funciones al frente del Estado y el gobierno en Raúl Castro, primer vicepresidente del Consejo de Estado y ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
El presidente interino ha reiterado en dos ocasiones su disposición al diálogo y la negociación, pero en un plano de igualdad y con el gobierno que suceda al de Bush, a cuya administración considera "errática", "peligrosa" y caracterizada por un pensamiento "retrógrado y fundamentalista, que no deja margen al análisis racional de asunto alguno".
"Si las nuevas autoridades norteamericanas (estadounidenses) dejan por fin a un lado la prepotencia y deciden conversar de modo civilizado, bienvenido sea. Si no es así, estamos dispuestos a continuar enfrentando su política de hostilidad, incluso durante otros 50 años, si fuera necesario", dijo Raúl Castro el 26 de julio, Día de la Rebeldía Nacional. En su primer discurso como presidente interino, el 2 de diciembre de 2006, recordó que "la salida a los acuciantes conflictos que enfrenta la humanidad no está en las guerras, sino en las soluciones políticas" y también expuso su disposición de "resolver en la mesa de negociaciones el prolongado diferendo entre Estados Unidos y Cuba".
La presidencia interina debería mantenerse hasta marzo, cuando la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento unicameral) que surja de los comicios de enero designe de entre sus miembros al Consejo de Estado, presidido por Fidel Castro desde que surgió el actual modelo institucional en 1976.
Ambos hermanos figuran entre los 614 candidatos para ocupar igual número de escaños y pocos dudan, al menos públicamente, de que serán reelectos. El sufragio es secreto y el elector puede votar por todos, algunos o ninguno de los aspirantes señalados en su boleta.
La única fuerza política con existencia legal en Cuba es el gobernante Partido Comunista.
Los candidatos fueron postulados el domingo 2 por los delegados de las Asambleas Municipales, a partir de propuestas que realiza la Comisión Nacional de Candidaturas. Si bien no sorprendió, la postulación del gobernante ausente de la vida pública ya por 16 meses generó nuevas expectativas.
"Lo impensable era que se le excluyera", dijo a IPS René Camacho, periodista jubilado residente en el municipio de Santiago de Cuba, en la oriental provincia del mismo nombre, donde fue postulado el mandatario.
En todo caso, la cercanía geográfica de Estados Unidos, principal rival ideológico y al que las autoridades cubanas ven como fuente de las mayores amenazas externas, hace poco aconsejable continuar con el interinato una vez renovado el parlamento.
Por ahora, las conjeturas dependen del estado de salud del mandatario, quien en más de una ocasión ha dicho que es la Asamblea Nacional, en nombre del pueblo, la encargada de decidir su permanencia en el poder. A juicio de Fernández, el relevo de poderes en la máxima dirección del gobierno cubano, a raíz de la enfermedad de Castro, devino "demostración práctica de la debilidad de los supuestos que había promovido la política norteamericana hacia Cuba y, en particular, el tema de evitar la sucesión".
La normalidad de la transición de poderes y la continuidad del funcionamiento de los órganos del gobierno, el Estado y el partido han permitido esclarecer los mitos que "postulaban la caída del gobierno revolucionario con la desaparición de su líder histórico", dijo.
Por otra parte, el experto consideró que los comicios presidenciales de noviembre del año próximo en Estados Unidos podrían abrir posibilidades de reacomodo en la política hacia Cuba, aunque en un proceso determinado más por el progreso de la situación en este país caribeño, que por la evolución interna de la política estadounidense.