El asesinato de la líder opositora y ex primera ministra pakistaní Benazir Bhutto puede desestabilizar su país, considerado por Estados Unidos un aliado imprescindible en la lucha contra el terrorismo.
El atentado del jueves contra Bhutto en Rawalpindi, cerca de Islamabad, tuvo el propósito de impedir que fuera elegida por tercera vez primera ministra de un gobierno civil como resultado de las elecciones previstas para el mes próximo.
Tras ser destituida en dos ocasiones por una serie de acusaciones de corrupción, la ex primera ministra permaneció nueve años en el exilio.
Bhutto regresó a Pakistán hace dos meses gracias al decreto "de reconciliación nacional", promulgado el 5 de octubre por el presidente Pervez Musharraf, un general del ejército que se encaramó por primera vez en el cargo por un golpe.
La norma, firmada un día antes de la reelección de Musharraf en el parlamento, le concedió inmunidad a Benazir Bhutto y a otros dirigentes políticos acusados de corrupción. Ningún tribunal pudo comprobar los cargos contra la ex primera ministra
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Su regreso en octubre se vio ensombrecido por un devastador atentado perpetrado en la meridional ciudad pakistaní de Karachi, del que ella salió ilesa, pero en el que al menos 140 personas murieron y más de 500 resultaron heridas.
"El ejército, en realidad, no quiere que haya civiles en el poder", sostuvo Barnett Rubin, director de investigación del Centro de Cooperación Internacional de la Universidad de Nueva York. "Querían utilizarlos para legitimar su gobierno indirecto e iban a cometer fraude."
Rubin señaló que la estrategia de Washington quedó "hecha añicos" y es difícil decir si los comicios deben realizase de todos modos, como estaba previsto, o postergarse, en vez de cancelarse.
Pero el presidente Musharraf, apuntó el investigador, está en posición de adelantarse a eso, "supongo que declarando el Estado de emergencia".
Por su parte, Zia Mian, de la Facultad de Relaciones Públicas e Internacionales Woodrow Wilson, de la Universidad de Princeton, consideró el asesinato de Bhutto y de decenas de sus partidarios "un acontecimiento trágico".
Echa un "manto de sombra" sobre las elecciones nacionales previstas para el 8 de enero, que pueden llegar a postergarse indicó.
"También plantea una interrogante acerca del futuro de Musharraf, respaldado por Washington pero no muy popular en su país, que esperaba servirse de las elecciones para legitimarse y ganar apoyo", explicó Mian.
La muerte de Benazir Bhutto también plantea la interrogante sobre la viabilidad de su Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), fundado por su padre, Zulfiqar Alí Bhutto (1928-1979), que "ella adoptó como herencia personal y vehículo para su ambición", apuntó Mian.
Zulfiqar Ali Bhutto fue presidente (1971-1973) y primer ministro (1973-1977) de Pakistán y terminó sus días en la horca en 1979 tras un polémico juicio, acusado de autorizar el asesinato de un opositor político.
Entrevistada por IPS en octubre, Bhutto arremetió duramente contra el gobierno militar.
"Bajo un gobierno del PPP, el ejército permanecerá en los cuarteles y cumplirá con su deber de proteger las fronteras tal como lo establece la Constitución", aseguró. "No queremos que el ejército comparta el poder con la autoridad política y civil, a la que debe supeditarse."
Anticipándose a un posible caos político en Pakistán, el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se reunió el mismo jueves para urgir a todos los pakistaníes a "mantener la calma y la estabilidad de todo el país".
El Consejo también "condenó con los más duros términos el atentado terrorista suicida".
El asesinato de Bhutto "representa un ataque a la estabilidad de Pakistán y su proceso democrático", declaró el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. "Condeno con dureza este crimen atroz y aspiro a que los responsables sean conducidos ante la justicia lo antes posible."
Para Daniel Markey, investigador del Consejo de Relaciones Internacionales, un centro de estudios de Estados Unidos, es poco probable que Musharraf esté detrás del atentado, pero mucha gente en Pakistán lo responsabiliza.
Markey, experto en Asia meridional, calificó el asesinato de "golpe significativo" para Estados Unidos, que desde 2002 brindó 10.000 millones de dólares en asistencia, en especial para respaldar la lucha contra el terrorismo.
El peor escenario, que es poco probable que suceda, es que si el ejército demuestra ser "incapaz de controlar la violencia callejera, las cosas pueden salirse de madre", sostuvo.
Hay un "consenso general" entre altos funcionarios de la Casa Blanca de que "si bien Musharraf no es perfecto, aún es un aliado de mucha ayuda", indicó Markey.
"Es probable que esta última tragedia fortalezca esa visión de los hechos", añadió, y subrayó que es probable que el gobierno estadounidense "esté de su lado hasta el final".
En una carta enviada el mes pasado a Musharraf, Bhutto acusó a los servicios de inteligencia de "participar" en el atentado contra su vida en octubre.
"Si algo me sucediera", presagió, "los haré responsables y no a los grupos armados irregulares como Taliban, Al Qaeda o el Talibán pakistaní".
Musharraf, un ex general del ejército que recién el mes pasado colgó el uniforme, encabezó una dictadura acusada de silenciar a la oposición, amordazar a la prensa y apropiarse del sistema judicial.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, virtualmente se deshizo en elogios para con su par pakistaní al declarar en una entrevista televisiva el mes pasado que Musharraf no había cruzado ningún límite de legitimidad para ser considerado un paria político.
"De hecho, no creo que vaya a traspasar ningún límite. No necesariamente estamos de acuerdo con su decisión de imponer un Estado de emergencia y es posible que se deshagan de él", añadió.
El apoyo de Bush al cada vez más autoritario régimen de Musharraf también le deparó críticas desde el Congreso legislativo.
Quizá la reacción más dura procedió del senador y aspirante a la Presidencia Joe Biden, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado perteneciente al opositor Partido Demócrata.
"¿Qué necesita exactamente Bush para concluir que Musharraf cruzó la línea? ¿La suspensión de la Constitución? ¿La imposición del Estado de emergencia? ¿Golpear y enviar a prisión a sus oponentes políticos y activistas de derechos humanos?", preguntó. "Ya hizo todo eso."
"Si el presidente considera a Musharraf un demócrata debe estar usando los mismos lentes que tenía cuando observó el alma del presidente ruso Vladimir Putin y dijo que era 'un hombre profundamente comprometido con su país'", apuntó.
Musharraf tiene de rehén a Estados Unidos principalmente por dos razones, según analistas políticos.
En primer lugar, el gobierno de Bush considera al presidente pakistaní como un "aliado leal" en la guerra mundial contra el terrorismo, sin importar su falta de efectividad para contener el fenómeno en su propio territorio.
En segundo lugar, Musharraf garantizó la seguridad de su arsenal nuclear en tanto siga en el poder. Pero si es derrocado, eso no está garantizado.
En tal caso, Estados Unidos deberá establecer un plan de contingencia para garantizar la "seguridad" del arsenal nuclear pakistaní.