El 1 de enero México abrirá por completo su mercado a las importaciones de maíz, fríjol, leche en polvo y azúcar desde Estados Unidos. Finalizará así un proceso iniciado casi 14 años atrás en el que compiten un agro empobrecido con otro poderoso y fuertemente subsidiado.
La apertura agrícola mexicana se viene cumpliendo gradualmente desde 1994, cuando entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, más conocido por sus siglas en inglés Nafta), al que pertenecen también Canadá y Estados Unidos.
El último tramo de ese proceso se iniciará en 2008. Para entonces, México debía ser capaz de soportar el ingreso sin cuotas ni aranceles del maíz y el fríjol, productos de consumo masivo y tradicional en este país.
Sin embargo, a pocos días de la apertura final saltan a la vista las asimetrías, especialmente frente a Estados Unidos, con el que México concentra más de 90 por ciento de su comercio.
El maíz es originario de México, que tiene una producción anual de 19 millones de toneladas, frente a 300 millones de toneladas de Estados Unidos.
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A un agricultor mexicano de maíz le cuesta 300 veces más que a uno de Estados Unidos cultivar una hectárea de esa gramínea, y obtiene un rendimiento 3,5 veces inferior, según la Confederación Nacional Campesina.
Pero cada productor agropecuario estadounidense recibe un promedio de 20.000 dólares anuales en subvenciones de diferente tipo, mientras en México esas ayudas no pasan de 770 dólares por año, agrega la Confederación.
Estados Unidos destina unas 32 millones de hectáreas a las plantaciones de maíz, que no sólo se utiliza en alimentación humana y animal, sino también en la destilación de etanol. En México el cultivo ocupa 8,5 millones de hectáreas.
"Las pinzas del libre comercio se cerrarán en 2008 hasta ahorcarnos y el gobierno no hace nada, sólo habla de un supuesto compromiso que debe cumplir, pero a costa de campesinos empobrecidos que no pueden competir", dijo a IPS Mariano Sánchez, un productor mediano de fríjol del estado de México, vecino a la capital.
Pero, en rigor, las medidas determinadas por el Nafta no conducen al libre comercio, sino a la desgravación arancelaria. El desmantelamiento de las ayudas internas continúa confinado a las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio (OMC), estancadas por la negativa de los países ricos.
"El sector rural (mexicano) nunca estuvo listo para el TLCAN y sigue sin estarlo a pesar de todo el apoyo que las autoridades dicen que han dado", señaló este agricultor que produce fríjol sobre unas 15 hectáreas y lo vende en mercados locales. Sus compradores son seguros, pero él teme que lo abandonen si encuentran precios más bajos.
En las zonas rurales de este país habitan unas 20 millones de personas, 75 por ciento de ellas pobres. Apenas una tercera parte de los trabajadores del campo cuentan con prestaciones laborales y hay un éxodo constante de fuerza laboral hacia las urbes mexicanas y estadounidenses.
De las 31 millones de hectáreas que se cultivan en México, en menos de un millón se concentra la producción exportable. El resto se destina a abastecer el mercado interno y, en buena medida, al autoconsumo.
Pero aun así, más de 50 por ciento de los pepinos que se consumen en Estados Unidos son mexicanos, al igual que 90 por ciento de los limones y los mangos.
Un sexto de las sandías, un cuarto de los espárragos y de los melones y un tercio de los tomates que compra el consumidor estadounidense proceden de México, de acuerdo con cifras oficiales.
Unas 50 organizaciones campesinas y de activistas contra el libre comercio que se aglutinan en la "Campaña Nacional en Defensa de la Soberanía Alimentaria y la Reactivación del Campo Mexicano – Sin Maíz no hay País, sin Fríjol Tampoco" llevan a cabo diversas acciones contra la apertura agrícola, hasta ahora infructuosas.
Más de 1.100 productos agrícolas de Estados Unidos y Canadá ya ingresan al mercado mexicano libres de aranceles, así como la gran mayoría de bienes mexicanos que se venden a esos países.
La desgravación arancelaria es casi total. Sólo quedaron para el final los productos más delicados, maíz, fríjol, leche en polvo y azúcar.
El gobierno del conservador Felipe Calderón cree que el 1 de enero no representa ninguna fecha fatal para México.
Este país importa cantidades crecientes de maíz y fríjol de Estados Unidos, pues hace casi una década que dejó de ser autosuficiente en ambos rubros. Así, la apertura se ha dado en los hechos, indican algunos observadores.
La medida coincide con un momento de enorme demanda y elevados precios internacionales del maíz, por lo que, en los próximos meses, los agricultores mexicanos no encontrarán obstáculos para colocar su producción dentro o fuera del país.
México tiene un excedente de producción anual de 200.000 toneladas de azúcar, un rubro en el que tampoco se esperan impactos mayúsculos.
Estados Unidos importa azúcar y podría comprar a México, según el diputado del gobernante Partido Acción Nacional, Francisco Domínguez, experto en temas agrícolas.
En cambio, el mercado lechero podría sufrir impactos negativos, pues los productores nacionales no abastecen por completo el mercado interno y cuentan con un desarrollo tecnológico menor al de sus competidores estadounidenses.
Los problemas rurales mexicanos no deben endilgarse todos "al TLCAN y al libre comercio", estimó el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, Marco Ramos.
Esa es una "posición simplista que deja de lado datos duros que indican que el fracaso en el sector rural tiene varios frentes", opinó.
Un estudio publicado en 2005 por Braulio Serna, de la oficina de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en este país, afirma que el Nafta no causó un impacto cuantitativo importante sobre el sector agrario mexicano.
Son sesgados los análisis que señalan a la apertura como factor determinante del desempeño agrícola mexicano, afirmó Serna.
Los problemas agrarios, la pobreza y la emigración están más ligados a las malas políticas públicas, a las crisis económicas globales y nacionales, a factores climáticos, a la baja capacitación y a la depresión que sufrieron hasta hace unos años los precios internacionales de productos agrícolas, entre otros elementos, según el experto de la Cepal.
En los últimos años aumentaron los fondos destinados a subsidios, asistencia técnica, precios preferenciales e infraestructura para las áreas rurales. En 2007 sumaron unos 16.000 millones de dólares, 1.500 millones más que en 2006. Y se estima que llegarán a 19.000 millones el año próximo.
Pero la pobreza no ha mermado y la producción general no muestra mejorías, si bien hay exitosos segmentos exportadores.
Sin embargo, los recursos que el Estado de este país destina a su sector rural no pueden compararse con los 22.000 millones de dólares en subsidios directos entregados a los agricultores estadounidenses, asistencia que crece en forma exponencial si se suman otros apoyos, como las subvenciones al comercio y la ayuda en tecnología e infraestructura.
Para quienes se oponen a la apertura, a partir de enero "los campesinos tendrán que defenderse solos contra los productos que cuentan con un subsidio del gobierno estadounidense hasta 30 veces superior al subsidio promedio que otorga el gobierno de México".
"La ingenuidad, la ineptitud y la complicidad del Ejecutivo Federal y de muchos de los legisladores no han podido discernir que tras esta nueva etapa del acuerdo comercial se esconde una verdadera guerra en contra de nuestra sobrevivencia como país independiente", señalaron los miembros de la Campaña Nacional en Defensa de la Soberanía Alimentaria, en una carta difundida el 10 de diciembre.
Delegados de los grupos que la integran efectuaron un ayuno de cuatro días este mes en reclamo de una renegociación del Nafta, y anunciaron que bloquearían los cruces fronterizos con Estados Unidos desde el 1 de enero si sus demandas no son atendidas.
"La campaña contra la apertura no cambiará la situación. Lo mejor es no lamentarse, sino ver hacia adentro y descubrir qué se puede hacer para que el campo mexicano despegue parejo", recomendó el investigador Ramos.