La crisis del Transantiago reportó en 2007 su peor año a la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, alentando para 2008 las ambiciones de una derecha que busca desalojar del gobierno a la coalición de centroizquierda que conduce el país desde la restauración de la democracia en marzo de 1990.
Este año se cierra con un conflicto no resuelto en la Democracia Cristiana (DC), el mayor partido del conglomerado oficialista, donde el senador Adolfo Zaldívar desafía, con el beneplácito derechista, a la dirección que encabeza la senadora Soledad Alvear, acusándola de someterse incondicionalmente al gobierno.
El Transantiago, un ambicioso plan de reforma del transporte urbano en esta capital de cinco millones de habitantes, fue diseñado bajo el anterior gobierno del socialista moderado Ricardo Lagos (2000-2006), y le correspondió a Bachelet ponerlo en ejecución desde febrero pasado.
De inmediato quedaron en evidencia las fallas del nuevo sistema, que pretendía hacer más eficiente el servicio de autobuses y disminuir la contaminación, pero que devino en un caos donde las víctimas principales fueron los sectores de bajos ingresos que residen en las barriadas periféricas de Santiago.
Cambios de ministros y otros funcionarios, comisiones parlamentarias de investigación, emplazamientos y acusaciones a Lagos dieron la tónica política de una crisis social en ciernes que derivó en puntuales episodios de protestas violentas de la población e hizo caer en picada la popularidad de Bachelet.
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La presidenta, del Partido Socialista (PS), asumió el cargo el 11 de marzo de 2006 tras derrotar en un balotaje al empresario derechista Sebastián Piñera, como abanderada de la Concertación de Partidos por la Democracia, que integran además de la DC, el Partido por la Democracia (PPD) y el Partido Radical Socialdemócrata (PRSD).
El economista René Cortázar, un tecnócrata de la DC, fue puesto a la cabeza del Ministerio de Transportes con la misión de salvar al Transantiago, con un éxito parcial en una tarea que debe culminar en 2008 inyectando nuevos recursos financieros al sistema.
Para estos efectos, Cortázar solicitó 145 millones de dólares y el gobierno incluyó en la Ley de Presupuesto una indicación para que la mitad de esa suma se transfiriera hasta abril próximo. Sin embargo, el 20 de noviembre la propuesta fue rechazada por el Senado por 18 votos en contra y 16 a favor.
La mayoría correspondió a los senadores de la derechista Alianza por Chile, que reúne a los dos partidos opositores, más los senadores Fernando Flores, que a mediados de año abandonó el PPD para fundar el movimiento Chile Primero, y el democristiano Adolfo Zaldívar.
Ambos parlamentarios disidentes suscribieron incluso una declaración conjunta con los senadores de Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI), las dos colectividades derechistas, argumentando que el Transantiago es "un crimen social", aunque dejaron abierta la posibilidad a financiarlo con una ley ad hoc.
Alvear, presidenta del PDC, pidió la expulsión de Zaldívar, quien compareció el día 11 ante el tribunal supremo de la colectividad en una actitud desafiante ante lo que calificó de "partido transversal" de la coalición de gobierno que pretende someter a los parlamentarios e impedir que voten en conciencia.
El juicio de expulsión de Zaldívar se prolongará hasta comienzos de 2008 y es probable que termine en los tribunales, mientras los coletazos políticos configuran una crisis en la DC que rebota en el gobierno con la pérdida de la mayoría en el Senado, ahora en manos de una híbrida alianza.
Los dos partidos de derecha han tendido la mano a Flores y Zaldívar, quienes encarnan para ellos el desmembramiento de la Concertación, que tras gobernar el país desde 1990 puede ser desalojada del Poder Ejecutivo en los comicios presidenciales de diciembre de 2009.
A comienzos de este año, el senador Andrés Allamand, uno de los teóricos de RN lanzó un voluminoso libro de reflexión política titulado precisamente "El desalojo", imponiendo así en la oposición derechista la imagen de un agotamiento de la centroizquierda que, ahora sí, puede dar pie a la alternancia en el gobierno.
La apuesta de la dirección de RN y la UDI apuntará en 2008 a seguir cercando al gobierno de Bachelet y, al mismo tiempo, deteriorar las figuras de los posibles candidatos presidenciales del oficialismo, como Alvear, Lagos y el también ex presidente y actual senador Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
La votación de fondos para el Transantiago marca para analistas opositores un antes y un después en la correlación de fuerzas políticas en este país de 16 millones de habitantes que vivió desde septiembre de 1973 hasta marzo de 1990 la traumática dictadura del general Augusto Pinochet.
Los desmarques de Flores y Zaldívar "son un síntoma de que el sistema político ha dejado de organizarse en torno a quienes estuvieron a favor y quienes estuvieron en contra del gobierno militar", dijo al diario El Mercurio María Luisa Brahm, directora del Instituto Libertad, un centro de estudios vinculado a RN.
Parece no faltarle razón a la luz de las exiguas conmemoraciones, el día 10, del primer aniversario de la muerte del ex dictador, que evidenciaron el afán de la derecha de desmarcarse del hombre que dejó una herencia de juicios por violaciones de derechos humanos y corrupción.
Sin embargo no parece bastar la voluntad del desalojo para que la derecha se convierta en mayoría si no es capaz de conquistar la adhesión electoral de un vasto universo de pobres y capas medias, proclives a votar contra la Alianza por Chile por su identificación con los poderes empresariales y su pasado pro dictatorial.
Joaquín Lavín, candidato de la UDI en las dos últimas elecciones presidenciales, se ha declarado distante de la estrategia del desalojo y, en un claro gesto hacia las bases del oficialismo, ha llamado a apoyar iniciativas del gobierno proclamándose "bacheletista-aliancista".
Esta singular calificación causó malestar en varios líderes de la derecha, aunque el senador Pablo Longueira, otrora uno de los "duros" de la UDI, se alineó con Lavín en la búsqueda de interlocuciones con el gobierno.
Así, tiende a repetirse la disputa de liderazgos en la derecha de las últimas presidenciales, en que Lavín fue desplazado para la segunda vuelta por el empresario Piñera, líder de RN y cabeza de un imperio empresarial que busca expandirse desde el canal Chilevisión a la industria de los medios de comunicación.
Entre un Piñera que emula al líder político derechista italiano Silvio Berlusconi y un Lavín conciliador y populista, la estrategia del desalojo no se presenta con un buen pronóstico para 2008. A la postre, el rumbo de la derecha sigue tan errático como el Transantiago.