Cárceles brasileñas viven por estos días una experiencia cultural que contempla la proyección de películas, la actuación de bandas musicales y la apertura de bibliotecas como forma de atacar los males causados por las precarias condiciones de reclusión.
"Yo creo que lo que conseguimos por ahora es reducir daños. Porque sabemos que estamos luchando contra un sistema muy cruel", señaló a IPS el rapero Marcelo Yuka, un compositor e intérprete que prefiere definir el arte "como un espejo de la sociedad".
"Pero si conseguimos que un preso lea, si despertamos en él por lo menos eso, tendremos más chance de que al salir de la prisión tenga otro marco referencial de vida", agrega Yuka, al rechazar la idea de que este tipo de proyectos contribuyan a resocializar al preso.
Es que el músico entiende que esa postura es pretender "llevar de nuevo (al recluso) para la sociedad", sin preguntarse antes a "qué tipo de sociedad". "¿A la sociedad que lo puso allí dentro?", se pregunta el músico.
Datos oficiales indican que el sistema penitenciario de Brasil alberga a más de 420.000 presos, hacinados en 1.052 establecimientos con capacidad total poco 262.000 personas. Una situación que lleva a un sinnúmero de motines y rebeliones.
Yuka sostuvo que, aunque todavía sea presuntuoso hablar de resultados, en las cárceles de Río de Janeiro donde el proyecto fue puesto en marcha disminuyó la cantidad de muertes y rebeliones de presos.
"A mí modo de ver, lo que tenemos que hacer es ocupar las áreas donde la violencia tiene más incidencia con educación y cultura, y no combatir la violencia bala contra bala. Porque eso deja a la población en medio de un fuego cruzado", apuntó.
"Si conseguimos despertar en un preso un punto de vista diferente a través del cine, ya habremos modificado un poco la sociedad", consideró, para luego advertir que "las personas se olvidan que el preso va a salir y que puede salir peor que como entró".
"Yo creo que para volver hay que volver a otra atmósfera, con herramientas para encarar la sociedad de otra manera sino de la misma manera que entro en la cárcel, va a volver dos o tres veces", agrega
Yuka, quien siempre fue un activista por la paz, quedo parapléjico hace seis años, cuando al intentar salvar a una mujer de un asalto fue alcanzado por seis disparos. Pero desde su silla de ruedas continúa una militancia social, que comenzó con letras críticas en el marco de su primera banda, Rappa, y que ahora se extiende a varias actividades culturales y de denuncia.
"Yo creo que es más fácil y más fuerte aprender por el dolor. Pero por eso mismo yo prefiero aprender por el amor. Es una cosa muy diferente. Mi aprendizaje más importante no fue por esa fatalidad en mi vida, sino a partir de la sensibilidad que siempre tuve como artista", explicó.
Este músico carioca, actualmente al frente del grupo Furto (hurto en portugués), lejos de querer venganza por el crimen que lo dejo parapléjico, dice haber fortalecido sus conceptos sobre como combatir contra la violencia.
"Si yo pudiese hacer que ellos pagasen por ese crimen sería justo", precisó. "Pero yo creo que tenemos que combatir la violencia de una forma mucho más moderna e inteligente, dando oportunidades a las camadas más pobres de la sociedad, porque en realidad nuestro país es extremadamente injusto económica y socialmente", argumentó.
Ese camino lo intenta a través de una organización no gubernamental llamada BOCA. Entre otras acciones, apoya la iniciativa del también compositor Rafael Kallil, llamada "Caravana Libertad y Expresión", que también lleva grupos musicales a las cárceles.
Hablar de "libertad de expresión", sería falso, apunta Kallil, porque en las cárceles no hay libertad de expresión. Por eso prefirió llamar el proyecto "libertad Y expresión", dijo a IPS.
La propuesta de llevar bandas musicales a los presidios surgió en este artista ante la necesidad de "hacer algo más que protestar a través de las letras de las canciones". "Necesitábamos algo más incisivo y fue así que decidimos tocar en los presidios", explicó.
Al comienzo sólo tocaban y se iban, pero después "la rutina en la cárcel continuaba". Por eso Kallil y su grupo decidieron comenzar a dejar libros y recaudar fondos para ampliar las bibliotecas.
La iniciativa, según sus creadores, no busca grandes objetivos ni mucho menos milagros, pero pretenden algo parecido en términos políticos.
Aunque los músicos aún no han conseguido una participación conjunta de los integrantes de las facciones de narcotraficantes rivales, que están alojadas en lugares separados para evitar trágicos enfrentamientos, sí obtuvieron en cambio otras pequeñas victorias.
Yuka destacó, por ejemplo, que lograron exhibir películas que abordaban el tema de alguna facción del narcotráfico, a públicos carcelarios de mafias contrarias. "Es un proceso lento, pero lo vamos a conseguir", manifestó entusiasmado.
Una lucha contra un sistema que define como cruel, tanto "dentro como fuera de los presidios".
El artista prefiere no hablar de una guerra urbana, porque la que vive su estado (Río de Janeiro) es una "guerra sin fundamento ideológico, una guerra por el espacio por el poder, por el dinero". Considera, además, que la cultura también es un camino para combatir esas guerras "sin contenido".
¿Será una utopía? Se pregunta. "Creo que por insistir, hay ciertas utopías que pueden hacerse realidad", concluye el músico.