El canciller de Cabo Verde, Víctor Manuel Barbosa Borges, rechaza de plano que su país sea considerado un ejemplo para África, etiqueta colocada por variadas organizaciones internacionales en informes sobre esta pequeña república insular atlántica.
Las particularidades del archipiélago de 10 islas, ubicado a 600 kilómetros de la costa de Senegal y aún inhabitadas cuando el navegante portugués Diogo Gomes desembarcó en 1460, indican una identidad muy especial, una mezcla entre europeos y africanos, que deriva del hecho de que todos sus habitantes descienden de extranjeros.
En entrevista a IPS, Barbosa Borges reconoció que, desde la independencia de Portugal en 1975, Cabo Verde ha demostrado una gran capacidad de recorrer etapas a un ritmo de crecimiento acelerado, cuando se le compara con otros países africanos.
Este año, luego de más de tres arduas décadas de perseverancia, Cabo Verde se ha colocado en el umbral del "club" de los países de desarrollo medio, y a punto de convertirse en estado asociado a la Unión Europea.
IPS: —En otras palabras, un ejemplo para los demás países del continente
VBB: —Tengo dificultades para acepar esa expresión, porque insinúa que de una parte hay gente con capacidad para evaluar, que sabe lo que enseña, y de la otra, los infantilizados, que son los que deben aprender.
—Sin embargo, Cabo Verde es frecuentemente citado por diversas instituciones, internacionales como un ejemplo de éxito que debería ser seguido en África.
—Sí, también hemos sido calificados de "buenos alumnos", pero a mí me perturba un poco, desde el punto de vista filosófico, que Cabo Verde sea considerado un "ejemplo". Nosotros, no queremos ser ejemplo para nadie. Cada país africano debe escoger su propio camino hacia el desarrollo.
—A pesar de esto, la llamada "vía caboverdiana" es recomendada por la también llamada "comunidad internacional"
—Cabo Verde es un país sin recursos naturales, donde hasta el agua es un producto industrial, es una nación pequeña, con los altos costos que significan una economía insular y fragmentada. No obstante estas dificultades, logramos desde la independencia hacer un recorrido continuo y positivo en materia de desarrollo.
Es por eso que a partir de enero de 2008 dejaremos de formar parte del grupo de países menos avanzados y entraremos al de los de desarrollo medio. Pero, dicho esto, Cabo Verde está lejos de haber resuelto todos sus problemas.
Todos los gobiernos que se sucedieron tuvieron esa preocupación por el desarrollo, por el respeto por los derechos humanos y las libertades, pero sigo teniendo recelos de usar esa expresión de "ejemplo moral" para los demás países del continente.
—Los indicadores sociales y económicos son alentadores. ¿Podrían traducir a bajar la guardia?
—Estamos satisfechos con lo que tenemos, pero nuestras aspiraciones por un mayor desarrollo son de lejos muy superiores, independientemente del juicio que el resto del mundo haga de nosotros.
En el momento de la independencia teníamos un índice de analfabetismo de casi 70 por ciento, mientras que hoy es de 24 por ciento. La esperanza de vida era de 50 años y en la actualidad se sitúa entre 75 y 77 años. La tasa de mortalidad infantil disminuyó drásticamente y hoy es una de las más bajas de África.
Para nuestro gobierno es fundamental responder a las expectativas de los caboverdianos, aumentando los niveles de educación, formación, calificación, salud, seguridad y estabilidad.
En una palabra, más desarrollo. Al tiempo de que nuestro pueblo reconoce este camino recorrido, no está satisfecho y esta insatisfacción de los caboverdianos y del propio gobierno sirve de motor para ir más lejos.
—En cuanto a las inversiones extranjeras y a la cooperación para el desarrollo, la vasta acción de Portugal ahora parece verse ensombrecida especialmente por Brasil, que con casi 190 millones de habitantes es de lejos el mayor país de lengua portuguesa del mundo.
—La política de Cabo Verde no es de substitución de Portugal por Brasil como principal asociado internacional. Es de diversificación de nuestra cooperación, comercio e inversiones. Con Portugal, con la Unión Europea (UE), con Brasil, con China, con los países de África occidental y también con Estados Unidos.
En el caso específico de Brasil, estamos en una fase de refuerzo de las relaciones comerciales, económicas y culturales con ese país, debido a la proximidad, geográfica, lingüística y cultural, y a que es de un potencial enorme para Cabo Verde, una relación en la que adivinamos un inmenso futuro.
Las visitas del presidente (Pedro Pires) y del primer ministro (José María Pereira Neves) a Brasil, así como la del presidente de ese país, Luiz Inácio Lula da Silva, a Cabo Verde, son un claro preludio de la intensificación de las relaciones mutuas.
—Durante la cumbre África-UE, el 8 y 9 de diciembre, Pereira Neves alertó sobre la necesidad de regular la emigración hacia Europa y combatir enérgicamente el tráfico clandestino.
—Cabo Verde tiene una ubicación privilegiada, que es un potencial para el desarrollo económico, pero también es una amenaza para diversos tráficos, de seres humanos y de la droga que viene de América Latina, con delincuentes que usan las aguas jurisdiccionales de nuestro país para alcanzar el territorio de la UE.
Es que no es el mercado de nuestros 450.000 habitantes sin poder adquisitivo el que alienta a los traficantes sudamericanos de estupefacientes. Es el mercado europeo y, por eso, con la UE tenemos un desafío común, que es para Europa el ser un destinatario último y para Cabo Verde porque estamos en el camino.
Cabo Verde tiene una frontera de hecho con la UE en las islas (españolas de) Canarias. Por lo tanto, este es un tema concreto de cooperación que va más allá de la ayuda pública al desarrollo.
Existe un drama real de personas que mueren en el mar o que viven a merced de grupos de criminales organizados, por lo que es fundamental que la UE sea nuestra asociada en la solución de estos problemas.
En este sentido, la cumbre África-EU de diciembre fue un punto alto en el diálogo entre los dos continentes y ahora su continuación dependerá de la voluntad política de las dos partes.
—Sin embargo, las difíciles relaciones entre los gobiernos de Gran Bretaña y de Zimbabwe podrían alterar estos propósitos.
—Este es un asunto recurrente en la prensa internacional, es verdad, y al hablar de la cumbre UE-África, con frecuencia se ponía en segundo plano las cuestiones sustanciales. Mucha gente escuchó hablar de los problemas entre Zimbabwe y Gran Bretaña, pero esas mismas personas tuvieron poquísimas informaciones sobre las preocupaciones reales de África.
Es verdad que existen problemas en Zimbabwe, pero insistimos que mediante el diálogo, por más difícil y desagradable que sea, es el único ejercicio correcto de la democracia para encontrar soluciones, nacionales e internacionales.
—Analistas y expertos han criticado a Londres por falta de coherencia, al negarse a sentarse en la misma mesa con el presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, porque persigue a colonos de origen británico y no tener los mismos escrúpulos para dialogar con otros gobernantes africanos acusados de atropellos a los derechos humanos. ¿Cuál es el sentimiento africano a este respecto?
—Tal como están las cosas, vemos que las dos partes están embaladas en una radicalización que no ayuda a nadie y queda más la sensación de que se trazó una línea, donde de una parte están los buenos y de la otra los malos. Sin embargo, esta línea puede ser mucho más complicada y menos rectilínea.
La democracia en Zimbabwe necesita de un salto cualitativo enorme, es cierto, pero jamás debemos usar ese pretexto para convertir el diálogo en inviable.