AMBIENTE-MÉXICO: Maíz transgénico golpea la puerta

El año próximo se realizarán las primeras siembras experimentales de maíz genéticamente modificado en México, anunció un funcionario de gobierno. La noticia puso en guardia a organizaciones ambientalistas y de campesinos, que aún tienen la esperanza de que no se concrete.

El país sufrirá un severo golpe cultural, ambiental y económico si se permite el cultivo de especies sintéticas, advierten los opositores. En la orilla contraria, las empresas que venden transgénicos y algunos científicos, sostienen que no debería temerse a la experimentación y confían en que ésta demostrará la bondad de su tecnología.

El coordinador de Asuntos Internacionales de la Secretaría (ministerio) de Agricultura, Víctor Villalobos, informó a periodistas locales que las autorizaciones están listas.

Además, IPS supo que entre las empresas promotoras de los transgénicos hay seguridad de que se aceptarán por fin sus solicitudes de experimentación, ya rechazadas en tres ocasiones en los últimos dos años.

Silvia Ribeiro, portavoz en América Latina de la organización no gubernamental Action Group on Erosion, Technology and Concentration (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración), dijo a IPS que, en caso de concretarse los permisos de siembra, las autoridades enfrentarán una "resistencia social enorme".

Añadió que los opositores a esa práctica aún tienen esperanza de que no se emitan las autorizaciones.

Villalobos, quien no oculta su simpatía con la producción agrícola con transgénicos, ya ha informado en el pasado que el maíz con esa modificación en sus genes será sembrado muy pronto en México, pero nunca sucedió, recordó la activista.

"El gobierno no ha convocado a ningún diálogo sobre el tema", señaló Ribeiro. Sin embargo, "bien podría suceder que finalmente imponga los transgénicos, pues sabemos que simpatizan con ellos, lo que sería terrible para México", señaló Ribeiro, cuya organización no gubernamental tiene sede en Canadá.

La posibilidad de sembrar maíz transgénico en México, así sea experimental, pone los pelos de punta a los opositores de esa tecnología. Es que en este país la gramínea es de elevado consumo y tiene un peso cultural enorme, pues fue aquí donde se la domesticó hace 9.000 años.

México tiene una producción anual de 19 millones de toneladas de maíz sobre una superficie de 8,5 millones de hectáreas. Más de tres millones de campesinos locales, en su mayoría pobres, se dedican a ese cultivo con semillas criollas o mejoradas a través de métodos ajenos a la manipulación genética directa, que es propia de los transgénicos.

El vecino Estados Unidos, donde sí se cultiva maíz transgénico y también el tradicional, las siembras de esa gramínea ocupan 32 millones de hectáreas y su producción supera 300 millones de toneladas.

México le compra a ese país cantidades ingentes de grano para suplir su déficit. En esas compras, grupos ambientalistas denuncian que llega maíz transgénico y que las autoridades no hacen nada para evitarlo.

En 2001 se descubrió en varios estados mexicanos sembradíos con rastros de maíz transgénico, a pesar de que el cultivo de esa especie está expresamente prohibido por ley. La tesis de los científicos es que los campesinos lo llegaron a cultivar por accidente.

El hallazgo generó un agitado debate entre activistas y científicos, pues no hay evidencia ni estudios concluyentes que indiquen cuál sería el efecto de los transgénicos en un ambiente rico en biodiversidad como el mexicano.

Además, los activistas denuncian que las firmas transnacionales someten a los agricultores a un tipo de esclavismo, pues los obliga por contrato a cultivar sólo sus semillas originales y les prohíbe sacar nuevas de las cosechas.

Para los agricultores mexicanos más pobres ese tipo de arreglo es ajeno, pues están acostumbrados a obtener semillas de sus cosechas e incluso a intercambiarlas con sus vecinos.

La empresa transnacional Monsanto, que domina ampliamente el mercado mundial en el nicho de semillas transgénicas, pugna desde hace varios años porque se le permita al menos experimentar en México con su maíz sintético, lo cual estaría a punto de suceder por las declaraciones del coordinador de Asuntos Internacionales de la secretaría de Agricultura.

En la medida que se genere información científica habrá posibilidades de demostrar que el maíz transgénico es más productivo que el tradicional y que no representa ningún peligro para el ambiente, sostiene esa empresa que vende desde hace varios años en México fertilizantes y semillas tradicionales. Ribeiro denunció que la experimentación que se plantea hacer en México con maíz transgénico no arrojará resultados útiles. "Se cultivará en ambientes cerrados, por lo que no ofrecerá datos que indiquen su impacto en el medio ambiente real", advirtió.

"Lo único que quieren transnacionales como Monsanto es justificar sus demandas e imponer el maíz transgénico a México a cualquier costo", expresó. Activistas sociales y campesinos alegan que los transgénicos son peligrosos para la salud y un instrumento de dominación de las transnacionales, pero éstas responden que sus semillas se siembran ya en millones de hectáreas en el mundo sin causar problemas y que su interés no es esclavizar a nadie.

El científico mexicano Luis Herrera, a quien se considera uno de los padres de la biogenética, sostiene que a pesar de todo el debate en curso, la introducción de los transgénicos es irreversible en el mundo y en México.

Organizaciones de agricultores del norte de México, que reúnen a los campesinos de mayores recursos económicos del país, demandan al gobierno de Felipe Calderón aprobar el uso de transgénicos a la brevedad, pues a su entender eso les permitirá producir más y mejor maíz.

Al maíz transgénico se le ha incorporado material genético, incluso de otras especies, para hacerlo resistente a ciertas plagas o herbicidas, aumentar la productividad y adaptarlo a diversas condiciones de cultivo.

Según las tradiciones prehispánicas, el maíz fue usado por los dioses para hacer el primer hombre sobre la Tierra. Ahora, su pariente salido de los laboratorios, el transgénico, llegará con autorización oficial a México, la tierra que domesticó ese grano.

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