El obispo católico brasileño Luiz Cappio comenzó su segunda semana de huelga de hambre en medio de expresiones de apoyo a la medida de fuerza que busca impedir el transvase del río São Francisco, en el árido nordeste de este país.
El obispo de 61 años, de la orden franciscana, está dispuesto a llevar su medida hasta la muerte, dijo a IPS Ruben Siqueira, de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), en entrevista telefónica desde Sobradinho, una pequeña localidad del nororiental estado de Bahía, a orillas del río donde Cappio cumple su ayuno.
El río São Francisco nace en Minas Gerais, este del país, atraviesa cinco estados y 503 municipios en su trayecto de 2.863 kilómetros hacia el norte y desemboca en el océano Atlántico, entre Sergipe y Alagoas.
El prelado Cappio, que había llevado a cabo una medida similar por los mismos motivos dos años atrás, se siente "traicionado" por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, explicó Siqueira.
Un comunicado de la Diócesis de Barra, a cargo de Cappio, expresa que sólo se detendrá la huelga de hambre cuando Lula "archive de forma definitiva la iniciativa" que, según el gobierno, busca llevar agua a 12 millones de personas de la región del semiárido brasileño, una de las áreas más pobres de Brasil.
El argumento es rebatido por Cappio y las organizaciones sociales, campesinas, sindicales, religiosas y ambientales que lo apoyan.
El supuesto objetivo social del proyecto, que prevé la construcción de dos canales para transvasar las aguas del río y para la cual se destinará el equivalente a unos 3.600 millones de dólares, es "un discurso propagandístico" del gobierno, según Siqueira.
Estudios en manos de las organizaciones que se oponen al proyecto indican, en cambio, que el transvase está destinado a satisfacer grandes usos económicos.
Del total del caudal de agua que se obtendría con el proyecto, 70 por ciento se destinaría a la industria camaronera, conformada por empresas grandes y medianas que producen para la exportación, dijo Siqueira.
Otro 26 por ciento sería destinado al uso urbano industrial de la siderurgia en Fortaleza, en el nororiental estado de Ceará, de acuerdo con Siqueira.
El portavoz de la CPT mencionó a la siderúrgica Ceará Steel, un consorcio internacional italiano, coreano y brasileño, con participación de la compañía Vale do Rio Doce y con financiamiento del Banco Nacional de Desarrollo.
De los 45 metros cúbicos de agua que serían transportados por el eje norte del río, nueve metros cúbicos estarían destinados a esa empresa, según Siqueira.
"El verdadero objetivo es ese, agua para irrigación del camarón y grandes industrias y ciudades. Apenas cuatro por ciento será destinado a la población de las regiones áridas y pobres.
Siqueira mencionó otra razón para oponerse a la obra. En los últimos 70 años, el río "ha sido objeto de un proceso acumulativo para grandes usos intensivos económicos que están degradando la producción de energía".
Setenta por ciento de las aguas del río ya están comprometidas en la generación de energía a través de presas hidroeléctricas que abastecen de electricidad a 90 por ciento del noreste. Otro gran uso es el riego de frutales de exportación, cultivos de caña de azúcar y alcohol carburante, obtenido de ésta.
Un transvase mayor comprometería el caudal del lago de Sobradinho, cuya presa funciona como corazón artificial del río, y el agua que consumen unos 14 millones de habitantes.
Siqueira señaló que el comité de la cuenca del São Francisco afirma que el río tiene disponible 360 metros cúbicos de agua por segundo para todos los usos, de los cuales 335 metros cúbicos ya están comprometidos.
"El río no tiene agua disponible" para la obra prevista por el gobierno, insistió.
La CPT y otras organizaciones sociales y sindicales defienden "la convivencia entre los recursos naturales y la población del semiárido brasileño".
Proponen obras de pequeño porte como aductoras de agua, almacenamiento de lluvia, bombeo subterráneo y otras iniciativas que beneficiarían, según estudios, a 34 millones de personas por la mitad del costo previsto por el proyecto gubernamental.
Cappio continúa su huelga de hambre, ingiriendo apenas un suero casero de agua del río filtrada con azúcar. Su capilla se ha convertido en punto de peregrinación.
En los últimos días, acudieron a mostrarle su solidaridad actrices de telenovelas, como Leticia Sabatella, y organizaciones como el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, que realizaron marchas de protesta en el lugar.
Mientras, ya hay tareas preliminares en el terreno, con vigilancia del ejército.
La representante del gobierno Karla Arnês, del Ministerio de Integración, desestimó los temores de las organizaciones que critican la obra en entrevista con IPS.
El principal objetivo es beneficiar a 12 millones de personas, por lo que la Agencia Nacional de Agua (ANA) "nunca hubiera concedido la autorización para realizarla si no fuera para abastecimiento humano y animal. "No hay empresas que se beneficien con esto", destacó Arnês.
La ANA tampoco otorgaría una autorización si el río no pudiese soportar el límite de 25 metros cúbicos por segundo. "Esto no compromete el caudal del río", agregó.
En épocas de lluvias fuertes y cuando haya sobrante en el embalse de Sobradinho, entonces sí podría ser retirado mayor caudal de agua por segundo, porque inclusive en esos períodos hay inundaciones. En ese aspecto, el transvase será positivo porque aprovechará esa agua sobrante, alegó Arnês.
Dos años atrás, el obispo Cappio suspendió su primer ayuno después de 11 días, cuando el gobierno prometió realizar más consultas antes de iniciar las obras, luego de enviar a un representante para hablar con el religioso.
El diálogo comenzó, le siguieron las elecciones que dieron a Lula un segundo período de gobierno y, pese "a las cartas enviadas por el obispo y todas las gestiones, nada fue resuelto, y el gobierno retomó la obra", recordó Siqueira.