SIDA-CUBA: Hacer por la vida

La voluntad de prevenir la expansión del VIH entre la población cubana y de enseñar a las personas portadoras a vivir con el virus ha unido a los centenares de miembros del Grupo de Prevención del Sida (GPSIDA), que desde hace 16 años trabaja en la isla.

Sin esperar remuneración alguna, quienes integran esta iniciativa laboran particularmente desde los más de 10 sanatorios estatales existentes en Cuba, con la mira puesta también en la comunidad, dentro del Programa Nacional de Control y Prevención del VIH-Sida, del Ministerio de Salud Pública. El objetivo esencial es "tratar de que la gente no se infecte, y que los infectados no enfermen y mueran", dijo a IPS Carlos Aragonés, coordinador general de GPSIDA en el país, donde se ha establecido una red de 16 grupos con más de 300 integrantes y medio millar de colaboradores. Aragonés reconoció que este trabajo constituye el sentido fundamental de su vida. "Fue un camino para ayudar a las personas, de hacer cosas, mientras se pueda", afirmó este hombre de 40 años, que en 1988 fue diagnosticado seropositivo al VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida). Tres años después, Aragonés participó en la creación de GPSIDA en el sanatorio de Santiago de las Vegas, de La Habana. A comienzos de la pasada década quienes vivían con VIH debían permanecer en esas instituciones de salud, con limitadas posibilidades de reinserción social.

La situación empezó a cambiar hace más de 10 años con la aprobación de un sistema de atención ambulatoria para las personas seropositivas. La decisión, que tuvo en cuenta los avances científicos en el conocimiento del virus, puso punto final a la medida epidemiológica que imponía el ingreso sanatorial para todos los casos detectados.

"La idea en estos momentos es que las personas entren al sanatorio, reciban el curso Aprendiendo a vivir con VIH y luego regresen a la comunidad", señaló el especialista, quien es además jefe del Departamento de bioestadística y computación del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), en la capital de esta nación caribeña. Aunque la idea es convertir los sanatorios en centros de formación y capacitación, todavía hay quienes optan por vivir allí porque tienen algún problema familiar o social, han construido su vida dentro de esas instalaciones o prefieren las buenas condiciones existentes en esas instalaciones, observó Aragonés. Cuando alguien es diagnosticado con VIH en Cuba, luego de la confirmación mediante varios análisis, puede acceder al curso denominado "Aprendiendo a vivir con VIH", organizado inicialmente por psicólogos del sanatorio y GPSIDA e impartido actualmente por éstos y el Centro Nacional de Prevención de las ITS/VIH/sida.

El curso comprende módulos sobre las aristas científicas, médicas, psicológicas y sociales relacionadas con el virus. Al concluir ese programa, con una duración de alrededor de tres meses, se realiza una evaluación psicológica y clínica, antes del regreso a la comunidad y la continuación del tratamiento por diversas vías, desde el sector primario de salud hasta el IPK, reconocido por su labor en la prevención, control y erradicación de las enfermedades transmisibles. GPSIDA también imparte cursos de formación de promotores, de aprendizaje para familiares y amistades que conviven con el VIH, al tiempo que realizan y apoyan acciones de sensibilización en escuelas, centros laborales y comunidades, como el proyecto Memorias. Datos del Ministerio de Salud Pública, que llegan hasta octubre, indican que 7.379 personas vivían con VIH en Cuba, 1.855 de las cuales habían enfermado de sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), la etapa más grave de esta infección que produce daño severo al sistema inmunitario. El informe de actualización de 2007 del Programa Conjunto de las Naciones Unidas para el VIH-Sida (Onusida) señala que en el mundo hay alrededor de 33,2 millones de personas portadoras, de ellas más de 1,8 millones en América Latina y el Caribe. Unas 69.000 personas han muerto a causa del sida en la región durante este año.

GPSIDA, junto al Centro Nacional de Prevención de las Infecciones de Transmisión Sexual/VIH-sida y las autoridades de salud, sigue de cerca en el tema de la adherencia terapéutica, entendida como el seguimiento de la medicación indicada para contrarrestar el avance del virus en las personas con VIH.

"El tratamiento lleva cambios en los hábitos de vida y tiene reacciones adversas", apuntó Aragonés, persuadido de que asumir estas variaciones en la vida cotidiana resulta muy complejo, más cuando los medicamentos antirretrovirales deben tomarse de por vida, mientras no se descubra una cura definitiva al virus. Según un estudio realizado a nivel nacional por GPSIDA y el IPK, 70,7 por ciento de las personas que viven con VIH en Cuba mantienen una buena adherencia al tratamiento, pues consumen al menos 95 por ciento de las dosis exigidas. El 27,3 por ciento de esas personas toman los medicamentos de forma irregular y dos por ciento los han abandonado, a pesar de recibirlos gratuitamente. GPSIDA cuenta desde 2001 con el respaldo financiero del Instituto Humanista de Cooperación al Desarrollo de Holanda (Hivos), para impulsar las capacidades organizativas y de trabajo de los grupos de prevención en el país. Además, las autoridades cubanas de salud les garantizan un apoyo logístico indispensable. Incumplir la terapia antirretroviral y las orientaciones médicas en general, trasnochar con frecuencia y tener relaciones sexuales sin protección con otras personas seropositivas constituyen conductas de riesgo que persisten, aunque son claros atentados contra la vida, aseveró Aragonés. De igual modo, a la expansión de la epidemia contribuyen la dificultad para asociar el placer con sus posibles consecuencias a largo plazo, el mito de la relación sexual "a lo natural" frente al "estorbo" del condón, la concepción cultural de que el sexo debe incluir la penetración, la baja autoestima y cierta idea de invulnerabilidad. "Debemos seguir educando a las personas, para que hagan lo que quieran, pero de manera saludable", señaló el coordinador. "Es una cuestión de hábito, la gente no acaba de incorporar el condón a la vida cotidiana", subrayó. "Hay familias en las que no se habla del condón, de sexo y sobre las infecciones de transmisión sexual", indicó Aragonés. "Estos temas son aún un tabú y eso puede hacer al individuo más vulnerable", insistió.

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