El gobierno del presidente de Moldavia, Vadimir Voronin, promueve un plan para resolver el estatus de la separatista región de Transnistria, cuyas autoridades, sin embargo, no están dispuestas por ahora a discutirlo, ni tampoco Rusia, su poderoso aliada.
Transnistria, una autoproclamada república de 700.000 habitantes en el sudeste de Moldavia, trata de independizarse desde la disolución de la Unión Soviética en 1991.
Mientras, Moldavia, nación de 4,3 millones ubicada entre Rumania y Ucrania, jamás estuvo dispuesta a ofrecerle más que una amplia autonomía.
Una breve guerra civil estalló en 1992 y una fuerza de paz rusa está desplegada en la región desde entonces.
Según la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Rusia mantiene en Transnistria 1.200 soldados y 20.000 toneladas de artillería de la antigua Unión Soviética en la región.
Moscú entregó hasta este año asistencia financiera directa al gobierno separatista de Tiraspol, la capital de la república autoproclamada.
La presencia de tropas rusas en Transnistria es desde hace tiempo una fuente de desacuerdos entre Moscú y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
La negativa rusa a retirar sus soldados y su equipo militar es una de las razones por las cuales la OTAN se niega a ratificar la nueva versión del Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa propuesta por Moscú.
El otro motivo ha sido la vehemente oposición del presidente ruso Vladimir Putin al despliegue de un escudo misilístico en Europa central por parte de Estados Unidos.
El tratado, aprobado en 1992 luego de 10 años de negociaciones entre la OTAN y el disuelto Pacto de Varsovia, limitaría el despliegue de armamento pesado —artillería, tanques y aviones— en el área comprendida entre el océano Atlántico y los montes Urales.
Para Rusia, sin embargo, el tratado, que contempla inspecciones recíprocas, representa un intento de limitar su capacidad para ejercer influencia en el espacio geográfico que estaba bajo el dominio de la ex Unión Soviética.
Por esta razón, ha señalado su intención de retirarse de ese acuerdo y comenzó a promover una segunda versión.
Voronin fue reelegido presidente moldavo en 2005 y la remoción de las tropas rusas de Transnistria fue un elemento central de su plataforma electoral.
Su nueva propuesta de paz se basa sobre tres puntos: una oferta de asistencia humanitaria para la región, la completa desmilitarización del país —incluida la retirada de las tropas de Moscú— y el respeto de la propiedad rusa en el territorio separatista.
"El segundo punto es claramente inaceptable para Moscú y para Tiraspol, pero Voronin lo mantiene para forzar a Putin a explicar por qué se niega a una retirada", dijo a IPS el analista político Igor Botan, de la Asociación para la Democracia Participativa, con sede en Chisinau, la capital moldava.
Por otra parte, agregó, el tercer elemento es importante, pues establece un vínculo entre la legalización del control ruso sobre grandes empresas de la región, ya ejercido de facto, con la admisión de una mayor autonomía para Transnistria en lugar de una completa independencia.
"Aunque últimamente hubo una intensificación de los contactos e iniciativas para la resolución del conflicto, es difícil que se llegue a algo antes de la primavera (boreal) de 2008, cuando se calmen las aguas luego de las elecciones presidenciales en Rusia", indicó Andrei Popov, director ejecutivo de la Asociación de Política Exterior de Moldavia.
Botan afirmó que Rusia y las potencias occidentales, sin cuyo concurso no habrá un acuerdo, tienen ahora más interés en ver qué ocurre con la cumbre de la OSCE en diciembre y la evolución de las discusiones sobre Irán, Iraq y armas convencionales.
"En el mejor de los casos, las propuestas de Voronin pueden preparar el terreno para un acuerdo el año que viene, después de las elecciones en Rusia y antes de las de Moldavia", indicó Popov.
La reacción de Tiraspol al plan de paz confirma la opinión de los analistas sobre la imposibilidad de un acuerdo este año.
Grigore Maracutsa, representante especial para relaciones interparlamentarias del Soviet Supremo (órgano legislativo de Transnistria), aplaudió el mes pasado el plan de Voronin, pero advirtió que no sería aceptado a menos que Rusia también lo haga.
Tiraspol confirmó que esa posición era la suya propia pocos días después.
Representantes del gobierno transnistrio se reunieron con delegados de dos regiones separatistas de Georgia, Abjazia y Ossetia del Sur, entre el 3 y el 5 de este mes, para reclamar en conjunto el reconocimiento de la comunidad internacional a su independencia.